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Extracción de algas en Chile, altamente rentable pero potencialmente perjudicial

La pesca artesanal está pasando a un segundo plano en los pequeños puertos de Chile, donde sólo en 2016 hay constancia legal del desembarque de 260.000 toneladas de algas, de las que más de 176.000 son pardas, las más preciadas.

La extracción de algas resulta hoy más rentable y por eso muchos pescadores están cambiado las redes por trajes de neopreno con los que cada mañana salen a bucear para regresar en sus botes cargados con montañas de algas.

Los expertos advierten de los riesgos de la deforestación marina y buscan soluciones para una actividad sustentable.

Tal y como sucede desde hace años en el Mediterráneo con la Posidonia, o en el Atlántico con los sebadales, el Pacífico Sur ya se resiente de la extracción creciente de sus bosques marinos.

Algunas algas pardas (huiro negro, huiro palo y sargazo) son muy preciadas en Japón, China y Francia, donde las emplean para producir espesantes alimenticios, cosméticos, fármacos y comida para animales.

Sin embargo, una pequeña parte se queda en Chile y se comercializa como alimento humano (el cochayuyo) o para el cultivo de un exótico molusco, el abalón.

El valor ecológico de estos bosques acuáticos es enorme. Como explican Felipe Thomas y Gonzalo Olea, biólogos marinos del centro de investigación Ecos, las macroalgas son estructuradoras del hábitat.

Además, de alimentar a herbívoros, estas algas "crean zonas que permiten el asentamiento larval y el crecimiento de especies tanto de valor comercial como de importancia ecológica", puntualiza Thomas.

Los estudios de estos expertos revelan que las algas pardas chilenas se encuentran en estado de "plena explotación".

Si se cosechan respetando las buenas prácticas, las praderas tienen gran capacidad de renovación; pero el grado de conservación de las especies hoy es incierto y variable, según las zonas.

"Hacia el norte, hay grandes extensiones que ya no se regenerarán, mientras que en otras zonas, la autorregulación y el respeto a la normativa permiten una mejor conservación", apunta Gonzalo Olea.

En el litoral de la provincia de Huasco (Atacama), donde se encuentra la Reserva Marina Isla de Chañaral, parte de Reserva Pingüinos de Humboldt, se concentra una importante biomasa de algas pardas, "probablemente, gracias a la protección de la reserva, a una menor contaminación y a que históricamente la presión de explotación ha sido menor", dice Olea.

La escasa fiscalización y los recolectores ilegales procedentes de otros puertos preocupa.

"Isla de Chañaral sigue siendo una reserva con una importantísima biodiversidad, pero necesitamos más control para protegerla", asegura César Villarroel, miembro de la mesa consultiva de la reserva.

Para los investigadores del centro Ecos, la regulación de las áreas de manejo de algas y de libre acceso "está en pañales", aunque ha habido avances.

"Hace pocos años -señala Felipe Thomas- las restricciones eran sólo sobre el tamaño de las algas y se podía sacar toda la que estuviera varada, pero ahora hay cuotas regionales y provinciales, que deben administrarse también localmente".

La mejora, según los expertos, consiste en una mayor flexibilidad y la adaptación de la normativa a cada modelo de trabajo.

En la actualidad, las áreas de manejo, de unas 70 hectáreas, deben estar sustentadas por una organización registrada, como un sindicato de pescadores, a la que se otorga su explotación en exclusiva. Quienes no quieren asociarse quedan fuera del sistema.

En las áreas "de libre acceso" pueden faenar algueros de toda la región y es donde la autorregulación se hace más necesaria.

Ahí conviven "modelos ejemplares" con otros menos saludables, pero se dan casos que merecen ser copiados y validados por la administración.

Por ejemplo, hay áreas que la comunidad ha parcelado para que cada familia trabaje una pequeña zona y la cuide, operando con buenas prácticas. "Ellos son los más interesados en que siga siendo su sustento", explica Olea.

Las dificultades de la fiscalización de esta actividad propicia prácticas fuera de la ética y la ley, desde arrancar las algas y dejarlas a la deriva para recolectarlas al día siguiente como si estuvieran muertas, hasta operar sin licencia y vender el producto a algueros legales para "blanquear" la producción.

El desempleo en la minería y otros sectores, los efectos de la sobrepesca y el desarrollo de las exportaciones de algas abonan el crecimiento de esta actividad económica.

A modo de ejemplo, Emilio Morales, antes mariscador y ahora dedicado al huiro, cuenta que en un par de horas puede hacerse con una tonelada y media de producto.

El precio al que venderá esta captura roza el millón y medio de pesos (unos 2.300 dólares). Una venta muy lucrativa para una región castigada por la falta de expectativas económicas.

FUENTE: EFE