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20 años después, da a luz otro hijo intersexual

Cuando nació su bebé y comprobaron que era intersexual, Amie Schofield y su marido decidieron llamarlo Victory, en la esperanza de que pudiese sobrellevar el estigma y el dolor que sufre esa comunidad.

La madre conocía bien las penurias que le esperaban a su hijo. No es la primera vez que da a luz un bebé intersexual.

Dos décadas atrás dio a luz otro hijo cuyo cuerpo no encaja dentro de los parámetros típicos del varón y la nena. Schofield decidió que lo mejor era operarlo para inclinar la balanza hacia el lado masculino.

Pero la operación no resolvió nada ni lo protegió de una salvaje golpiza que recibiría años después.

Victory --un nombre neutral en inglés, entre Victor y Victoria-- le dio la oportunidad de probar otra fórmula. Sus padres decidieron aceptarlo por quien es. En lugar de tratar de alterar su naturaleza, tratarían de cambiar la visión del mundo, para que acepte a las personas intersexuales.

“Deseo lo mismo que todo padre desea para sus hijos”, dijo Schofield. “No queremos que se vea a sí mismo y piense que algo está mal simplemente porque es diferente a los demás”.

Amie se casó muy joven y tuvo su primer hijo hace más de 20 años. En lugar de tener un cromosoma X y otro Y, como todo hombre, o dos cromosomas X, como las mujeres, tuvo dos X y un Y.

Las personas intersexuales no son lo mismo que las transgénero. Intersexual es un término que abarca una serie de condiciones en las que las características internas y/o externas no son las típicas de un hombre o una mujer. Hay más personas intersexuales de lo que uno se imagina.

“Estoy seguro de que toda persona en este planeta ha conocido a alguien intersexual”, afirmó Georgiann Davis, sociólogo de la Universidad de Nevada de Las Vegas, quien es intersexual y preside la organización interACT: Advocates for Intersex Youth.

Hay familias con características intersexuales, aunque eso es raro cuando hay cromosomas XXY, según Adrian Dobs, director del Centro Klinefelter de la Facultad de Medicina de la Universidad John Hopkins. No todas las personas con esa combinación son consideradas intersexuales y la mayoría se identifican como hombres.

Los médicos tradicionalmente han operado y suministrado hormonas a los niños intersexuales para hacer que tengan características más típicas de los varones o las niñas, pero hay una creciente resistencia a esa política. En Estados Unidos, cinco estados han considerado prohibir esas operaciones hasta que la persona tenga edad para consentir, citando peligrosos efectos potenciales, pero la mayoría de las iniciativas quedaron estancadas por la resistencia de agrupaciones de médicos que consideran que las propuestas van demasiado lejos.

Amie aceptó las recomendaciones de los médicos y crió a si hijo mayor como varón. Autorizó que lo operasen para bajarle los testículos.

Pero en la pubertad le salieron caderas femeninas y senos, lo que no pasó inadvertido a otros adolescentes de la pequeña ciudad de Idaho donde vivían.

“No pensé en esto hasta que empezaron a burlarse de mí”, expresó el hijo mayor de Amie, quien habló a condición de no ser identificado por temor a agresiones.

El muchacho empezó a usar fajas y sostenes deportivos, así como varias camisetas y un saco que nunca se sacaba. Sufrió varias golpizas y desarrolló una estrategia: No hacer nada, no gritar, no decir nada. El fantoche que lo agredía tal vez se sentiría descolocado y lo dejaría ir.

Amie Schofield permitió que el chico experimentase con esmaltes y vestidos en casa, pero en los años que siguieron a la fatal golpiza sufrida por Matthew Shepard por ser homosexual en la vecina Wyoming, temía pensando que saliese así a la calle. Ahora sufre pensando en esa época.

“Ojalá hubiéramos podido ser más abiertos”, manifestó. “Ojalá hubiera entendido mejor todo para facilitarle las cosas”.

Una mudanza a Utah puso al adolescente en contacto con otras personas de la comunidad LGBTQ y por primera vez pareció posible explorar su feminidad en público. En lugar de tundas, un vestido de mujer tal vez generase piropos.

Todo cambió una noche del 2014. Al entrar a un bar de Salt Lake City luciendo y vestido, un hombre le gritó, “¿a dónde vas cariño? Te ves muy bonita en ese vestido”.

Nunca le habían dicho un piropo. Se dio vuelva para agradecerlo y el rostro del hombre cambió al ver que la voz no encajaba con ese cuerpo de mujer. Iracundo, gritando insultos antigay, se le fue encima con un caño en sus manos.

Le dio varios golpes y salió corriendo, pensando que el muchacho ensangrentado estaba muerto.

Le trataron un fuerte corte en la frente con una engrampadora. La policía dijo que investigó el ataque, pero no pudo dar con el agresor.

Amie estaba en el hospital y acababa de dar a luz a Victory cuando se enteró del ataque a su hijo mayor. Se sintió irritada, indefensa, decidida a proteger a su bebé. No quería que su hijo menor viviese escondido y atemorizado como su otro hijo.

“No quiero ese tipo de vida para él”, sostuvo.

Igual que su hermano, Victory tenía cromosomas XXY. Tenía asimismo una condición por la que su cuerpo no responde a las hormonas masculinas. Sus genitales son ambiguos, pero por tener el cromosoma Y los médicos lo catalogaron como varón en el certificado de nacimiento y recomendaron a sus padres que lo criasen como tal.

Amie y su marido llevaron al bebé a su casa. La familia vive al norte de Salt Lake City, en un terreno rodeado de montañas donde crían gallinas, cabras y cerdos, además de otros dos hijos.

Decidieron criar al bebé sin tratar de definir un género en particular. No habría operaciones. Luego de 18 meses, Victory empezó a pedir vestidos de mujer y moñitos, e insistió en dejarse crecer el cabello. Su pediatra de entonces, Nisha Baur, dijo que los padres de Victory “aceptaron todo lo que sucedía”.

Hoy Victory es una niña alegre y sagaz, de cinco años y cabello rubio. Oye poco debido a un problema genético independiente, pero se comunica con señales, algunas palabras y la fuerza de su personalidad. Corretea por la casa a toda velocidad, se encoge como un gatito, se sienta junto a su bisabuela para leer un libro o corre para pillar el autobús escolar.

Victory sabe que su cuerpo es distinto al de los demás, pero eso no parece molestarle, según Amie Schofield.

Su hijo mayor vive en otro estado. Se recuperó después de la agresión, pero vive atemorizado. Empezó a vestirse nuevamente como un hombre y habla con el tono más masculino posible. También trata de dejar crecer la poca barba que tiene.

Dice que le “asusta la forma en que la sociedad va a tratar” a su hermanita Victory.

Los padres de la niña sienten la misma aprensión. Saben que hay muchos obstáculos por delante.

El padre de Victory, Michael Schofield, dejó la iglesia de Utah Jesucristo de los Santos del Último Día después de que nació ella. Esa fe no tiene una posición oficial sobre las personas intersexuales, pero se opone al matrimonio entre personas de un mismo sexo y a sus relaciones sexuales.

“¿Se casará con un hombre o una mujer? ¿Cuál es el indicado?”, pregunta Schofield, un empleado del gobierno. “No quiero intervenir. Es libre de decidir lo que quiera”.

Sus padres querrían cambiar su certificado de nacimiento para que aparezca como mujer, pero algunos jueces no aprueban esos cambios.

La escuela para sordos a la que va Victory tiene baños que no distinguen los sexos, pero ¿qué pasa si cambia de escuela? ¿Cómo serán los noviazgos? ¿Tendrá problemas cuando busque trabajo, departamento o universidad? ¿Será objeto ella también de agresiones violentas? ¿Cómo se sentirá al no poder tener hijos?

Su madre espera poder prepararla para enfrentar estos dilemas. “No puedo evitar que tenga que lidiar con estas cosas”, manifestó.

Venga lo que venga, la familia no se va a esconder.

“Odio el secreto”, dijo Amie Schofield. “Ella es muy inteligente, llena de vida. Una niña normal”.

FUENTE: AP

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