MATERNIDAD María Sofía Velázquez - 

Sala de maternidad, el inicio de una aventura

La semana pasada, mientras convalecía por mi histerectomía, apropiada o irónicamente, estaba en el piso de maternidad del hospital. ¡Qué bellos recuerdos¡ Bebés iban y venían por los pasillos entre las habitaciones de sus mamás y la sala de nursery. Yo pensaba, mientras hacía mis caminatas de recuperación por esos pasillos blancos y asépticos, que la sala de maternidad no termina nunca. Yo vivo en una hace 11 años.

La sala de maternidad es más bien un laaaaargo pasillo pintado en diferentes colores, de distintas alturas en el techo, de distintas texturas los pisos e incluso diferentes olores. El primer año de cuidados, higiene extrema, bolsos, pañales, coche, etc., que se extiende dos más, y ya en el cuarto año está bien sumada la capacidad de hablar, escuchar, expresarse, opinar y sentir. Cinco, seis, siete... ternura y travesuritas, menos logística, más actividades. Ocho, nueve, DIEZ. Ahí enloquecen, preadolescentes al fin, experimentan cambios y nos dan vuelta la vida. ¡Y he oído que lo mío da risa, que espere a los 13, a los 16, a los 19!

Una montaña rusa, un cohete espacial, una bomba de tiempo. "A más edad, más preocupaciones", dicen unos. "Nunca pasa este sentimiento de preocupación, pero aprendes a vivir con él", dicen otros.

¿Qué puedo yo decir hasta ahora? ¡Un viaje! ¡Una aventura! Una cosa extraordinaria con sus altas espectaculares y sus bajas que no importan. Es curioso, nadie los amará como nosotros, sus padres. Ellos se apoyan en nosotros, nos aman, cuentan con nosotros. Un día se irán, amarán a alguien más que a nosotros, tendrán hijos y sabrán cuánto los amamos.

El amor de los padres es el más grande, el más real y el más sincero y generoso porque es el único que realmente no espera ni necesita que sea devuelto en igual medida. Y quien más goza ese amor es uno mismo. Amo ser mamá. Un regalo de vida de parte de la vida misma.

Nada cambiaría, no pediría más tiempo, menos desvelos, más silencio, no. Nada. Quiero más, más, más de lo mismo.

Que se meta miedosa en mi cama a mitad de la noche porque vio un sombra en el techo de su recámara, que me diga a las 10pm que tiene que llevar una cartulina al colegio MAÑANA, que me muestre videos graciosos, que me abrace y me bese, todo, lo quiero todo. Lo bueno y lo malo.

La sala de maternidad terminará cuando yo muera. Lo sé porque mi mamá me sigue cuidando y atendiendo y está pendiente de mí y, yo ya me acerco a los 50. Amo estar en esta sala. Me encanta. Con su pasillo pintado en diferentes colores, de distintas alturas en el techo, de distintas texturas los pisos, diferentes olores, y siempre la misma cosa: el amor más grande y poderoso del universo.

FUENTE: María Sofía Velázquez

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