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Suárez y el sufrido tránsito al éxtasis

BARCELONA, España (AP) — "El uruguayo sufre mucho para llegar a profesional", asegura Luis Suárez, anotador de 233 goles en Europa y otros 44 con la selección celeste, y actual punta de lanza del Barcelona en ausencia de Lionel Messi.

Desde que el astro argentino cayera lesionado el pasado sábado, Suárez ha marcado tres de los cuatro tantos que le han permitido al Barsa vencer por 2-1 al Las Palmas y al Bayer Leverkusen en la liga española y Liga de Campeones, respectivamente. Ambas victorias han servido para que los azulgranas se mantengan segundos en el campeonato y escalen al liderato del grupo en la competición continental; un logro considerable teniendo en cuenta que Messi no volverá a las canchas hasta finales de noviembre, en la mejor de las previsiones.

Conjurado el plantel en espera de su retorno, Suárez dio el primer paso al frente en la cancha con dos tantos de auténtico centrodelantero ante el Las Palmas, cuando sus compañeros aún andaban conmocionados por la lesión de "La Pulga". Fue también el uruguayo quien le hizo de chofer al astro al día siguiente, cuando le trasladó en su auto hasta la ciudad deportiva, y quien certificó la agónica remontada ante el Bayer con un golazo al rincón a falta de ocho minutos.

El golpe de genio, y la apasionada celebración resultante con dedicatoria a Messi, figuran ya entre las estampas épicas de Suárez con la camiseta del Barsa. Pero otra secuencia típica del charrúa ocurrió dos minutos antes con la consecución del 1-1 por parte de Sergi Roberto, cuando el oriundo de Salto, incansable en sus llegadas al área e instintivo para buscar zonas de remate, fue el primero en rescatar el balón del fondo del arco para depositarlo en el círculo central. Quedaban 10 minutos con el liderato en juego y había partido.

"En Uruguay, los chicos caminan kilómetros a veces para ir a entrenar, y eso se refleja a la larga en el carácter, a no desperdiciar las oportunidades que te da la vida", explica Suárez, quien empezó a moldear su fútbol en las canchas embarradas del club Sportivo Artigas donde jugaba su padre, en ocasiones pateaba el balón descalzo al no disponer de botines y, ya en Montevideo, llegaba con dos horas de adelanto a los entrenamientos para aprovechar el boleto gratuito del bus para escolares, que finalizaba a media tarde.

"Lo tuve desde los cinco años. Entonces a los niños no les enseñas de táctica, solo corren atrás de la pelota. Pero ya se veía la chispa que tenía, esa viveza para jugar", relataba en 2014 Richard Suárez, quien ejerció de primer entrenador del "Pistolero" y compañero del progenitor en aquel equipo salteño.

Esa misma chispa espera seguir aportando Suárez al Barsa el sábado, en exigente visita al Sevilla por la séptima fecha liguera. Acostumbrado a buscarse la vida dentro y fuera de la cancha, con la maleta cargada de experiencias con el Groningen y el Ajax en Holanda, luego en Liverpool y ahora en la capital catalana donde residen también sus suegros, el delantero ha destacado en su año de azulgrana como desatascador de partidos enfangados. Aquellos raros choques en que Messi no tiene el día, Neymar no aparece o la defensa se empeña en dilapidar la renta proporcionada por el tridente ofensivo.

Tras la conquista de la liga, la Champions y la Copa del Rey el pasado curso, el equipo de Luis Enrique ha tenido un difícil arranque de temporada y ya cuenta tres partidos con al menos cuatro goles encajados, incluida una dolorosa derrota hace nueve días en cancha del Celta de Vigo, cuando Suárez estuvo inusualmente fallón, pese a haber descansado la jornada anterior.

Quizás sea precisamente el no jugar lo que le siente mal al salteño, pendiente de cumplir la sanción de la FIFA para reincorporarse a su selección en 2016. Pese a las numerosas lesiones que han lastrado al equipo "culé", Suárez sigue con la tónica de la campaña pasada, cuando disputó 43 partidos tras debutar el en el clásico de octubre contra el Real Madrid.

Pese a que algunos se atrevieron entonces a declararle pasado de peso por la inactividad, el internacional celeste se ha revelado una auténtica roca para Luis Enrique, quien ha podido disponer de él en todas las citas, ha disfrutado de su adaptabilidad a un rol secundario por detrás de Messi, y le ha visto emerger como líder cuando más le ha necesitado.

De las seis victorias del Barsa esta campaña, cinco se han producido por un solo gol de diferencia y en tres ha marcado el "nueve", cuyas dianas suelen ser sinónimo de victoria: 23 en los 53 partidos oficiales como azulgrana, con balance de un empate y 22 triunfos, ninguno más importante que el de la pasada final de la Champions, cuando desniveló con el segundo tanto en el 3-1 a la Juventus.

"El Barsa no necesita un salvador, necesita carácter. Siempre que no esté Messi, se le va a exigir a uno. Pero nadie quiere imitarle", aclaró tras decantar también la balanza ante el Bayer, que cobró ventaja en un tiro de esquina mal defendido por el Barsa y que resultó en bronca del arquero al ariete.

"Ganamos más por fe que méritos futbolísticos. No se trata de recriminar nada al compañero, sino de apoyarnos", aclaró Luis Enrique quien, aparte del nombre a menudo también referido como "Lucho", comparte con Suárez rasgos futbolísticos como la entrega innegociable, que convierte cada partido una cuestión de honor.

Messi es incuestionablemente el mejor futbolista del plantel, y habrá quien opine que Neymar es más habilidoso que el uruguayo, aunque es en este último donde el técnico seguramente vea mejor reflejados sus valores vitales de sufrido maratonista, donde la fe alcanza en ocasiones cotas que se le niegan al talento.

El asturiano claramente gozó de mayores privilegios que su pupilo, el mediano de siete hermanos, pero también sabe lo que es patear un balón pesado tras iniciarse como delantero centro en las norteñas playas de Mareo que frecuentan los canteranos del Sporting de Gijón.

Arena húmeda y fango son cosas distintas, pero que presentan similares dificultades a la hora de domar la pelota en tránsito hacia el éxtasis del gol. Se suele tardar y sufrir más en llegar, como bien dice Suárez, fiel representante del fútbol "charrúa" en Barcelona.