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Una Colombia polarizada por acuerdo de paz elige presidente

Los miedos y divisiones que han surgido de cara a las primeras elecciones presidenciales tras los históricos acuerdos de paz se pueden sentir en el patio de una casa en ruinas.

En un lado del patio, en la capital de Colombia, Iván Martínez ha colocado en las paredes imágenes del candidato izquierdista Gustavo Petro. A sólo unos metros, Dan Marín colgó posters de Iván Duque, el abogado conservador que lidera las preferencias y es un protegido del influyente expresidente Álvaro Uribe, uno de los principales opositores del acuerdo de paz que terminó con décadas de conflicto entre el gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

“El uno dice que ‘yo con aguacate puedo resolver todo”, dice Marín, un artista de 34 años, imitando a Petro que ha prometido cultivar más aguacates y liberar a Colombia de su dependencia de la venta de combustibles fósiles. “(El otro) que no, yo con petróleo”.

Los colombianos acuden el domingo a las urnas después de una campaña que ha avivado los miedos a la izquierda y derecha, y una vez más polarizó al país. Por primera vez en la historia reciente de Colombia, los votantes no están enfocados en la guerra, sino en temas como la corrupción, la economía y su cansancio con la clase política.

“Estamos hablando de muchas cosas que solían ser parte de un acuerdo bipartidista en Colombia”, dijo Sandra Borda, profesora de ciencias sociales en la Universidad Jorge Tadeo Lozano en Bogotá. “Ahora es diferente”.

Duque es considerado el candidato a vencer, pero en un vuelco inesperado, Petro lo sigue de cerca. El exguerrillero de 58 años y exalcalde de Bogotá ha prometido un cambio al modelo económico de Colombia, atrayendo a votantes jóvenes y colocándose en el segundo lugar de las encuestas.

Tres candidatos más se mantienen cerca de los punteros y junto con Duque advierten que votar por Petro podría inclinar peligrosamente a Colombia hacia la izquierda y sacudir los mercados de una de las naciones más conservadoras de América Latina.

Si ningún candidato obtiene más del 50% de los votos, los colombianos tendrán que ir a una segunda vuelta presidencial prevista para junio.

Petro presenta una plataforma considerada populista y contiende en un momento en que candidatos con mensajes anti-sistema encuentran apoyo a lo largo de Latinoamérica. El izquierdista Andrés Manuel López Obrador compite por tercera ocasión a la presidencia de México en una lucha contra las élites. En Brasil, el aspirante Jair Bolsonaro se ubica en el extremo político opuesto, pero también centra sus ataques en la clase política tradicional.

“Estas son elecciones de cambio en Latinoamérica”, dijo Michael Shifter, presidente del centro de análisis Diálogo Interamericano, con sede en Washington.

Colombia tiene uno de los niveles más altos de desigualdad en la región, sólo por detrás de Haití, según un estudio, y tanto políticos como grupos armados lo han hecho un elemento de campaña durante varios momentos de la historia del país.

El popular Jorge Eliécer Gaitán fue asesinado en 1948 cuando contendía por la presidencia, lo cual desató una serie de asesinatos como parte de un momento conocido como “La Violencia” y en el cual murieron decenas de miles. A raíz de eso, varios campesinos tomaron las armas y abrieron el camino hacia décadas de conflicto armado entre el ejército, guerrilleros y paramilitares. Luego, en la década de 1980, políticos afiliados a la Unión Patriótica -un partido alineado con las ya disueltas FARC- fueron asesinados.

“Solían decirle a la gente que la gente de izquierda estaba de alguna manera ligada con los movimientos ilegales de izquierda”, dijo Borda. “Ahora, ese argumento no funciona más”.

El mismo Petro tiene sus orígenes en el movimiento armado de Colombia. Se unió a la guerrilla del M-19 cuando era un adolescente. A su campaña le ha costado trabajo convencer a los colombianos que sólo era un militante dedicado a difundir el mensaje de su grupo sobre la necesidad de justicia social. Cuando el M-19 atacó el Palacio de Justicia en Colombia en 1985, Petro estaba en prisión bajo cargos de posesión ilegal de armas.

“No logró disparar ni un solo tiro”, dijo el exguerrillero Alberto Becera, uno de los varios excombatientes que ahora trabajan como voluntarios en la campaña de Petro.

Petro se describe como un “fuerte adversario” del presidente venezolano Nicolás Maduro, cuyo nombre y políticas socialistas han desatado el miedo en las mentes de los colombianos, que han visto cómo casi un millón de venezolanos han llegado a su país desde 2017 huyendo de la severa crisis económica que afecta a su país. En repetidas ocasiones, el candidato izquierdista colombiano también ha criticado el modelo económico de Venezuela por su dependencia a materias primas para financiar programas sociales.

“Mostraron que no era sostenible”, dijo hace poco, con una voz suave que contrastaba con sus intensos discursos en diversas plazas alrededor del país.

Él presenta su candidatura como un alejamiento de generaciones anteriores de izquierdistas latinoamericanos y dice que quiere crear una economía basada en el conocimiento e impulsar la producción agrícola mediante una reforma agraria.

Sin embargo, la controversia sobre su antiguo respaldo a la revolución chavista en Venezuela lo ha perseguido. En 1994, poco después de que Hugo Chávez dejó la cárcel tras encabezar un golpe de estado en su país, Petro buscó impulsar a la izquierda en Colombia.

Él y Duque difieren en caso todo: Mientras Duque ha propuesto revivir el programa de erradicación aérea de cultivos para enfrentar el incremento en la producción de coca, Petro se opone a eso y promueve la sustitución de cultivos. Duque se ha manifestado por “corregir” el divisivo acuerdo de paz de 2016 con las FARC, sin embargo, Petro apoya el plan firmado.

A pesar de subir en las encuestas, muchos analistas consideran las propuestas de Petro como imprácticas y aún creen que su candidatura está lejos del triunfo. Un amigo cercano a Petro que pidió no ser identificado para proteger su relación con él, dijo que aunque sus propuestas podrían generar interés, duda que ganaría debido a que provoca mucho miedo.

Y sin embargo, el miedo también impacta al espectro político de la derecha.

La relación cercana de Duque con Uribe hace que algunos crean que de ganar, su presidencia sería en realidad un regreso al poder de Uribe. Si bien es considerado por varios como alguien mejoró la seguridad de Colombia y debilitó a los grupos armados ilegales, Uribe también dirigió el país en un momento de graves violaciones a los derechos humanos por parte del ejército.

Interrogado sobre si sería la marioneta de Uribe, Duque dijo a un diario local que el expresidente permanecería como senador y líder de su partido en el Congreso, aunque añadió que “trabajar juntos como un equipo es bueno para Colombia”.

Mientras, en el patio Marín y Martínez siguen discutiendo sobre las elecciones.

Marín, un expolicía, sostiene un chaleco antibalas y dice que le da miedo viajar por Colombia. Piensa que Duque sería duro con los grupos criminales que aún controlan varias partes de las zonas remotas del país.

Dice que tiene familiares en Venezuela y que el discurso de Petro le preocupa. Los migrantes que han llegado a Bogotá le dicen que “las mismas palabras que utilizaba Chávez las está utilizando Petro”.

Martínez, cuya familia fue desplazada por grupos paramilitares hace décadas, está tan convencido con la plataforma política de Petro que recientemente se reunió con amigos para una celebración y pintó una pancarta de colores con el nombre “PETRO”.

La colgó afuera de su casa y espera que funcionarios la vean cada vez que pasan en sus camionetas rumbo al palacio presidencial.

FUENTE: AP