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Desconocidos se presentan al funeral de víctima de El Paso

Miles de desconocidos despidieron a una mujer que murió en un tiroteo en El Paso después de enterarse que a su pareja de años le quedaban pocos familiares.

Antonio Basco dijo a la prensa que se sentía solo cuando planeaba el funeral para Margie Reckard, una de las 22 personas que murieron cuando un hombre armado abrió fuego en un Walmart el 3 de agosto. Basco casi no tenía familia, así que invitó al mundo a unirse a él para despedir a la pareja que tuvo durante 22 años.

Pensó que acudirían unas cuantas personas de El Paso, pero luego comenzaron a llegar las flores y después tuvieron que cambiar de sede el funeral.

Llegó gente de California, Arizona, Texas, Nuevo México y del otro lado de la frontera. Estuvieron horas formados el viernes para el velorio de Reckard, luego pacientemente esperaron el sábado bajo un calor abrasador mientras Basco la enterraba.

Pocos de los asistentes conocieron a Reckard, pero la mayoría dijo que la ciudad, y el país, en sufrimiento necesitaban ver cómo se reunían alrededor de quienes sentían dolor.

En cuanto se enteró de los detalles del funeral, Jerry Brown, de 58 años y originario de San Angelo, Texas, se subió a su automóvil y condujo 644 kilómetros (400 millas) en seis horas.

“En el ejército tenemos un dicho: ‘No dejamos a nadie atrás’”, dijo Brown, un veterano. “No importaba en dónde me encontraba. Sabía que hoy vendría aquí”.

Llegó a la ciudad, se formó durante horas para dar el pésame y planeaba conducir toda la noche para el entrenamiento de fútbol de un niño. Pero hizo una pausa un momento para ver a los reunidos que formaban una línea que daba la vuelta a la manzana en el distrito histórico Manhattan Heights de la ciudad.

“Esto es increíble”, dijo Brown, un contratista.

Un mariachi empieza a tocar para la gente que está formada. Algunos aplauden. El grupo toca canciones familiares para muchos en El Paso. Luego los músicos cruzan la calle y tocan “Amor eterno”, la canción de 1984 del fallecido Juan Gabriel que se convirtió en una especie de himno en los días que siguieron al tiroteo.

Tiemblan los labios de una mujer que está formada quien, finalmente, rompe en llanto y se aleja a pie. Otra mujer le ofrece guardarle el lugar en la línea.

“Mi vida ya no está completa”, dijo a la prensa Basco momentos antes de enterrar a su esposa. Pero cuando volteó y vio a 3.000 personas reunidas el viernes se quedó pasmado. “Es lo más hermoso que he visto”.

Para los próximos días, Basco planea seguir en contacto con los nuevos amigos y descansar.