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Juncker, último dinosaurio de la construcción europea

El luxemburgués Jean-Claude Juncker, primer ministro de Luxemburgo durante casi 19 años, decano de los dirigentes de la Unión Europea (UE), último dinosaurio de la construcción europea y arquitecto del rescate del euro, fue confirmado este martes por la Eurocámara como el nuevo presidente de la Comisión Europoea.

A los 59 años, Juncker ostenta el récord de longevidad al frente de un gobierno europeo.

Fue designado primer ministro en enero de 1995, cuando François Mitterrand y Helmut Kohl aún estaban en el poder, cargo que dejó recién en diciembre pasado.

Por lo tanto, ha vivido la profunda transformación de la Unión Europea, el fracaso del tratado constitucional en 2005, la entrada en vigor del tratado de Lisboa cuatro años más tarde, el nacimiento de la moneda única, la crisis de la deuda y el rescate del euro, una tarea a la que se consagró con entusiasmo durante ocho años.

Cuando la crisis ponía fin, uno a uno, al mandato de la mayoría de los dirigentes europeos, Juncker dijo un día, con su legendario sentido del humor: "Sabemos todo lo que hay que hacer, pero no sabemos cómo ser reelectos cuando lo hacemos".

Dirigente de uno de los países más pequeños de la Unión Europea, Juncker nunca dudó en levantar la voz contra las capitales más influyentes, sobre todo para rechazar eventuales imposiciones franco-alemanas.

Juncker tiene "dos defectos catastróficos: tiene una opinión y la expresa", dijo de él un responsable europeo.

Su franqueza a la hora de expresarse le costó quizás en 2009 el cargo de presidente del Consejo Europeo con el que soñaba.

Juncker achacó esa derrota a la doble oposición del entonces presidente francés Nicolas Sarkozy, que no lo apreciaba, y de la canciller alemana Angela Merkel.

Este año, para ser presidente de la Comisión logró sortear, con los apoyos europeos, la rotunda oposición del primer ministro David Cameron que lo considera como un hombre del pasado.

Su viático fue siempre la promoción de la construcción europea, con una visión federalista que le hizo merecedor en 2006 del prestigioso premio Carlomagno de la unificación europea.

En todo supo compaginar su idealismo con un sólido sentido de las realidades, sobre todo al servicio de los intereses de su país, del que defendió largo tiempo el secreto bancario. "Para mí, Europa es una mezcla de acciones concretas que realizar y convicciones fuertes, casi fervientes", confió una vez a la televisión alemana. "Pero las convicciones fuertes no aportan nada sin pragmatismo".

Jean-Claude Juncker, nacido el 9 de diciembre de 1954, niño de la posguerra, con un padre enrolado a la fuerza en la Wehrmacht, consideró siempre ligados íntimamente los intereses de su país a la causa de Europa.

Su padre ha "tenido un papel importante" en su vida también como sindicalista y obrero metalúrgico. Una herencia que hizo de este inveterado fumador, amante del coñac, un hombre de perfil político atípico: pilar del Partido Cristiano Social luxemburgués, de derechas, no disimula la desconfianza que le inspira el liberalismo puro y duro.

Recientemente, destacaba la necesidad de dar más importancia a la dimensión social, el "niño pobre de la Unión económica y monetaria".

"Juncker es el cristiano-demócrata más socialista que existe", resumió Daniel Cohn-Bendit, histórico referente político europeo. Aparte de una breve interrupción a principio de los años 2000, siempre gobernó en Luxemburgo con los socialistas.

Miembro de un gobierno luxemburgués sin pausas durante casi 31 años, primer ministro durante casi 19 años, era uno de los responsables políticos más populares de su país.

Algunos le reprochaban no obstante haber descuidado el Gran Ducado para dedicarse a Europa y hacer gala de negligencia culpable respecto a las derivas de los servicios de inteligencia, que lo llevó a dimitir y a su caída tras las elecciones legislativas anticipadas del otorño 2013.