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Labiales reciclados para alegrar la vida a las presas en Tailandia

En una sombría prisión tailandesa, Prontip Mankong y otras reclusas se las ingeniaban para sacar colorantes alimentarios de la cocina y mezclarlos con vaselina para fabricar labiales.

Ahora en libertad, la expresa política no ha olvidado a sus excompañeras en el país que tiene la tasa de encarcelación femenina más alta del mundo.

Después de cumplir dos años de condena por difamación contra la corona Prontip Mankong salió de la cárcel, pero su espíritu inventivo para crear cosméticos reciclados no se apagó.

"El pintalabios aumentó nuestra confianza y nos entregó una forma de autoexpresión en un lugar donde la libertad es limitada", explica Prontip Mankong, quien fuera encarcelada por su papel en una sátira que las autoridades consideraron una burla de la familia real.

La exconvicta de 29 años pasó todo un domingo junto a otras exreclusas separando por colores miles de pintalabios recuperados.

Los trozos de pintalabios son hervidos y mezclados con pigmentos rosados y magenta y después vertidos en pequeños envases. Más tarde serán donados a una prisión de mujeres.

De todas las privaciones que sufrieron en la prisión, la falta de maquillaje parece algo nimio. Pero para Prontip, los cosméticos donados son una forma de subir el ánimo y cuidar los ingresos de las reclusas.

En Tailandia las presas ganan un pequeño salario trabajando en la cocina y realizando artesanías. Este dinero lo utilizan para comprar productos como compresas femeninas y otros artículos de primera necesidad en pequeños almacenes dentro del establecimiento. Allí las compras están limitadas a 10 dólares diarios.

"Conseguir cosméticos era muy difícil y caro", contó a la AFP, explicando que algunas reclusas los compraban todos de una vez y después los revendían.

Este tipo de mercado negro se cuela dentro de la prisión, ya sea con los ingresos de los trabajos dentro de la cárcel y también con los aportes de los parientes de las presas, para permitir beneficios como duchas más largas o acceso a medicinas.

"Este dinero no va a las prisiones sino a los bolsillos de presas con influencias", dijo Prontip, cuya actitud alegre mengua cuando comienza a recordar el tiempo que pasó en la cárcel.

La explosión de la población carcelaria se debe a las duras leyes antidrogas que rigen en el reino, donde por posesión de unas pocas pastillas de metanfetaminas una persona pueda pasar una década en prisión.

En el país, que tiene la tasa de mujeres presas per capita más alta del mundo, un 80% de las presas cumplen su condena por delitos relacionados con las drogas, según los datos de la Federación Internacional por los Derechos Humanos (FIDH).

Los sucesivos gobiernos tailandeses han dado pocos pasos para reformar las leyes antidrogas o para reducir el hacinamiento carcelario.

Muchos presos duermen directamente en el suelo de celdas tan hacinadas que tienen que dormir de lado o con las piernas entrelazadas.

Las luces fluorescentes se quedan prendidas toda la noche y docenas de prisioneros tienen que compartir el mismo baño ubicado en la misma celda, sin ni siquiera una cortina para tener un poco de privacidad.

Bajo este tipo de condiciones, el confort es algo lejano.

"La belleza puede ayudar", dijo Watinee Chaithirasakul, autora de un blog de cosmética que trabaja en el proyecto de Prontip.

"Se trata de ayudarlas a que tengan una mentalidad que les permita vivir en ese espacio", afirmó.

FUENTE: AFP