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Menores que llegan solos a EEUU entran en escuelas

Los alumnos, sobre todo chicos adolescentes de habla hispana, con el pelo peinado de punta y zapatillas de deporte, toquetean con entusiasmo sus tabletas en el Centro Educativo G.W. Carver, deteniéndose para avisar a la profesora cuando se atascan con algo.

"Si no sabes lo que tienes que escribir en la línea, mira mis ejemplos, ¿de acuerdo?", dice a uno de ellos.

Los estudiantes están motivados, pero se enfrentan a obstáculos. Muchos cruzaron la frontera con Estados Unidos. Algunos apenas saben leer o escribir en su idioma natal.

Las escuelas estadounidenses se enfrentan a las consecuencias del dramático aumento de niños y adolescentes que llegan al país sin su familia. Y el Tribunal Supremo ha determinado que tienen la obligación de educar a todos los estudiantes al margen de su estatus legal.

Los adolescentes del G.W. Education Center viajan en el autobús escolar, practican los nombres de los alimentos con la responsable de la cafetería del colegio y recitan los nombres de las partes del cuerpo en clase de gimnasia, todo dentro de un programa de inmersión en inglés para recién llegados. Esta escuela del distrito Indian River trabajó para desarrollar el sistema, después de que más de 70 alumnos inmigrantes, en su mayoría guatemaltecos, se matricularan inesperadamente al final del curso pasado.

El objetivo del distrito es asimilarlos y que tras un semestre o más, si fuera necesario, vuelvan a un instituto convencional. Allí podrán obtener un diploma, aunque eso implique participar en programas de educación para adultos y asistir a la escuela hasta los 21 años.

"Lo están deseando, y vienen y hacen preguntas", comentó Lori Ott, su profesora de inglés, después de que los estudiantes se despidieran alegremente por ese día. "¿Cómo se dice esto? ¿Y cómo se dice aquello? Ellos simplemente participan, y no puedes decir suficiente sobre ellos".

Muchos de estos estudiantes se han mudado a zonas metropolitanas como Washington D.C., Miami y Houston, pero también a comunidades de todos los tamaños en casi todos los estados, según datos federales. Eso es porque a menudo van a vivir con un pariente o tutor mientras su caso avanza por el sistema judicial de inmigración, un proceso que puede llevar años.

La comunidad del condado de Sussex, en Delaware, atrae a inmigrantes desde hace tiempo, en parte por el empleo en fábricas avícolas y en los campos de soja y maíz. Más de un cuarto de la población del distrito es hispana, y hace años que se ofrece un programa de aprendizaje para los que no hablan inglés.

Aun así, el número de estudiantes que se inscribió el año pasado, sobre todo en el instituto Sussex Central, pilló desprevenidas a las autoridades, dentro de una oleada de menores no acompañados que cruzan la frontera.

Donald Hattier, miembro de la junta escolar, indicó que un aviso previo habría ayudado con la planificación. El gobierno federal, señaló, "simplemente nos colocó esto". Y se pregunta qué ocurrirá después.

"Los chicos siguen llegando a través de la frontera. Este problema no se ha resuelto", dijo.

Los educadores de Delaware y otros lugares dicen que muchos estudiantes, que huyen de la pobreza y la violencia, van años por detrás del nivel de escolarización de su edad. Para los adolescentes, aprender en inglés puede ser más difícil que para los más pequeños. Además, puede que vivan con parientes o personas a las que no conocen, y el funcionamiento de una escuela estadounidense puede ser confuso.

Otros han sufrido traumas, tanto en su país natal o en el camino para cruzar la frontera, y podrían necesitar ayuda psicológica.

"Es una nueva cultura y ya sienten que están solos (...). Algunos no tienen a sus padres aquí", explicó el profesor de inglés Alina Miron, del instituto Broadmoor en Baton Rouge, Luisiana. La escuela tiene en torno a una docena de estos estudiantes matriculados.

En distritos como Miron, la situación ha requerido contratar a nuevos profesores de inglés. El distrito de Delaware está creando clases especiales para asimilar más deprisa a estos estudiantes.

Dos fundaciones donaron dinero al Distrito Escolar Unificado de Oakland, en California, para ayudar a contratar a una persona que pusiera en contacto a unos 150 estudiantes sin acompañante con servicios legales y sociales, ya que muchos no tenían representante legal en sus vistas de inmigración.

"Sentimos que tenemos la obligación moral de servir a estos estudiantes mientras estén en Estados Unidos", dijo Troy Flint, portavoz del distrito. "Hasta que se decida su destino, somos responsables de asegurar de que reciben una educación, y damos la bienvenida a esa oportunidad".

En Luisiana, la directora de Broadmoor, Shalonda Simoneaux, dijo que asistir al instituto y aprender inglés es un factor motivador para los adolescentes que "quieren integrarse".

"Da igual lo que se diga, lo que esté pasando, en realidad aprenden más escuchando a otros adolescentes, incluso más que de los profesores, porque es un instituto", dijo Simoneaux.

Para los distritos cortos de presupuesto, satisfacer las necesidades de estos estudiantes puede ser difícil, especialmente si llegan después de que se planifiquen los cursos para determinar la financiación escolar en función del número de alumnos.

En Miami, la junta escolar aprobó pedir ayuda federal instada por el superintendente Alberto Carvalho, después de que 300 estudiantes nacidos en el extranjero, muchos de ellos en Honduras, se matricularan al final del curso pasado.

Margie McHugh, directora del Centro Nacional de Integración de Inmigración de la organización benéfica Instituto de Política de Migración, dijo que es crucial que los menores que obtengan permiso para quedarse en Estados Unidos se integren en la vida del país y reciban educación.

En el distrito de Indian River, las autoridades dicen que ése es su plan.

"Tenemos el corazón y la mente muy abiertos, y a cualquier estudiante que llegue a nuestro sistema vamos a darle los servicios más apropiados que podamos", dijo la superintendente del distrito de Delaware, Susan Bunting.