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Sobreviviente de Auschwitz recuerda la maldad nazi

El tatuaje en su brazo izquierdo se ha vuelto ilegible, pero el hábito de leerlo en voz alta en polaco sigue siendo fuerte, siete décadas después de que fue marcado en su piel.

Greta Wienfeld Ferusic debió gritar en polaco "A9233" durante 10 meses mientras ella y otros detenidos formaban filas por las mañana en el campo de exterminio de Auschwitz, hasta que el Ejército Rojo ruso llegó el 27 de enero de 1945, para liberar a los demacrados presos.

Esta semana se realizan conmemoraciones en todo el mundo para recordar ese momento angustioso del horror nazi, marcado indeleblemente en la memoria.

"Sobrevivir físicamente era la parte más fácil", dijo Ferusic, ahora de 90 años, durante una entrevista en su sala de estar en Sarajevo al recordar su supervivencia en un campo donde murieron más de 1,1 millones de judíos, como ella. "Lo que fue importante era no volverse loco. Esa era la parte en la que podía trabajar. Yo me repetía una y otra vez: 'Voy a sobrevivir. Voy a sobrevivir'''.

Ferusic tenía 19 años cuando ella y sus padres, dos tías y un tío se vieron obligados a abandonar sus hogares en Novi Sad, Serbia, y fueron subidos a un tren de carga en abril de 1944.

El doctor Joseph Mengele, conocido como el Ángel de la Muerte, la separó personalmente de su madre, pero nunca hizo experimentos médicos con ella. Fue la última vez que vio a su familia.

Ferusic cree que pudo sobrevivir gracias al intento de los nazis de encubrir su genocidio mientras las tropas soviéticas se aproximaban. Las tropas alemanas destruyeron los crematorios en noviembre de 1944, lo que significó un salvavidas para Ferusic, quien en diciembre dijo a las autoridades del campamento que estaba enferma.

"Antes de noviembre, si alguien decía que estaba enfermo, sólo había un lugar al que lo enviarían", dijo, refiriéndose a los crematorios. Pero las autoridades alemanas convirtieron luego un cuartel al lado de los crematorios en un hospital.

Tres días antes de la liberación, se les dijo a los presos hospitalizados que todos quienes pudieran camíbar subieran a un tren para ser llevados al oeste. Ferusic se negó y convenció a otros a desobedecer la orden. La mayoría de quienes obedecieron terminaron en el campamento de Bergen-Belsen, en Alemania.

Cuando llegó el Ejército Rojo, los sobrevivientes debían ser alimentados lentamente, porque si ingerían demasiada comida, según les explicaron, morirían. Ferusic dijo que no pudo resistirse y que comió "día y noche".

Ella pesaba apenas 33 kilogramos (73 libras) cuando los rusos la pesaron por primera vez, pero subió a 43 kilogramos (95 libras) tres semanas más tarde, cuando debió viajar en el techo de un tren para el largo viaje a casa. Esperaba encontrar algún pariente vivo, pero todos habían perecido en el Holocausto.

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