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Las redes fantasmas, el depredador que Panamá intenta atajar en sus mares

Cada día cientos de tortugas mueren atrapadas, de manera lenta y cruel, en las más de 600.000 toneladas de redes de pesca que flotan en los mares. Y cientos de delfines. Y de ballenas. Y de peces. Y de cangrejos. Y de focas.

Las conocidas como redes fantasmas, aquellas que se descuelgan de los barcos pesqueros o que son abandonan intencionadamente y se mueven como espectros por los océanos, son una de las grandes fuentes de contaminación marina. Verdaderas trampas mortales.

Su presencia no solo amenaza la vida de incontables especies sino que también pone en peligro nuestra propia supervivencia alimenticia y el sustento económico de los millones de pescadores artesanales que hay en todo el mundo. Sin peces, no hay comida ni sueldo.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) estima que cerca del 10 % de todos los desechos marinos que hay en los mares son redes fantasmas. Si las apilásemos todas, alcanzarían el mismo tamaño que 90.000 autobuses de dos pisos juntos.

Panamá, un pequeño país de Centroamérica con costas en el Atlántico y el Pacífico que ha hecho del transporte marítimo su sello internacional, tiene en estas mallas submarinas una gran asignatura pendiente.

" Los pescadores de nuestro país son generalmente gente humilde. Para ellos, por ejemplo, reparar un motor al que se le ha atorado una red supone mucho dinero. Si a esto le sumas que los recursos marinos están disminuyendo, el costo aumenta ", indicó a Efe la asesora técnica de la Autoridad de los Recursos Acuáticos de Panamá (ARAP), Rozio Ramírez.

Las redes abandonadas, que generalmente son de arrastre o agalleras (que atrapan al pez por las agallas) de fondo, están esquilmando la población marina de los océanos panameños, "conocida en todo el mundo por su alto contenido en omega 3", indicó Ramírez sin dar cifras.

La ARAP puso en marcha en 2009 un plan de recogida de redes que hasta la fecha ha conseguido recolectar 5 toneladas y que ha beneficiado a más de 5.000 pescadores.

Los marineros han aprendido cuáles son los lugares donde se concentran mayor cantidad de redes abandonadas.

También han entendido la importancia de avisar a las autoridades en cuanto uno de estos equipos se cae al mar y de tirar en los contenedores adecuados las redes que ya no sirven, explicó la asesora de la ARAP.

Aunque el programa funciona relativamente bien, siempre hacen falta más recursos, ya que sacar estos armatostes del agua no es tarea fácil. Se necesitan máquinas robustas y buzos especializados que puedan sumergirse a más de 30,5 metros de profundidad.

"Los pescadores nos manifiestan que hay muchas más redes de las que creemos, pero es casi imposible cuantificarlas. Muchas ni siquiera se ven porque son transparentes", lamentó la funcionaria.

Las redes fantasmas tardan entre 30 y 40 años en desintegrarse, dependiendo del material. Una nimiedad si se compara con los 450 años que necesita una botella de plástico para desaparecer. El plástico, sin lugar a dudas, es otro de los grandes depredadores marinos, por no decir el mayor.

La ONU estima que, si no disminuye el consumo de plásticos y si no se toma conciencia de la contaminación marina, en el año 2050 habrá más plásticos que peces en los océanos.

Panamá ostenta en la actualidad dos récords regionales, uno que le enorgullece y otro que le saca los colores. Es el país con el mayor crecimiento económico de Latinoamérica, pero también el que genera más residuos per cápita.

Según la Asociación Nacional para la Conservación de la Naturaleza (ANCON), cada panameño produce al final del día 1,2 kilogramos de basura, en su gran mayoría plásticos que van a parar al mar.

"Tenemos que tomar conciencia de que lo que consumimos, termina siendo un desecho. La población es poco consciente de que nosotros somos los principales culpables de esa contaminación y se enfada cuando las autoridades nos suben las tasas de recogida de basuras", afirmó por su parte la gerente de Incidencia Política de Mar Viva Panamá, Tania Arosemena.

El plástico, explicó Arosemena, nació a finales del siglo XIX cuando la empresa estadounidense Phetan and Collander prometió un premio de 10.000 dólares a quien pudiera desarrollar un producto capaz de sustituir al marfil en la fabricación de bolas de billar, ya que esta materia prima empezaba a escasear.

"Si entonces pudimos avanzar y evolucionar, -se preguntó la ambientalista - ¿por qué no podemos inventar algo mejor ahora?".

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FUENTE: EFE

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