Fuera de Cámara Nacionales - 

De papeles y oportunidades

Los escándalos relacionados con chanchullos financieros internacionales en los que el nombre de Panamá destaca, no son cosa nueva; como tampoco es nuevo que las recriminaciones más fuertes vengan de Francia.

En 1888, el sueño de Ferdinand de Lesseps de repetir la hazaña de construir en Panamá un canal como el de Suez, se había esfumado. Las enfermedades tropicales y la interminable sucesión de muertes que produjeron; las extremas condiciones naturales que doblegaron el espíritu francés; la obstinación de Lesseps sobre el diseño de la obra y, finalmente la falta de recursos, dieron al traste con la aspiración francesa de construir el Canal de Panamá.

Pero hubo más. La obra que no pudo ser francesa se financió con dinero de la gente sencilla que invirtió sus ahorros en el proyecto. Confiados en el prestigio ganado por de Lesseps en Suez, los franceses compraron con entusiasmo acciones de la Compagnie Universelle du Canal de Panama. Y lo perdieron todo.

Al inicio del proyecto se vendieron 600,000 acciones a un precio promedio de 500 francos. Con ese capital inicial, las obras empezaron en Panamá en 1882.

Pero las cosas marcharon mal y se necesitaba más dinero. Su búsqueda implicó la ejecución de un esquema de corrupción que incluyó sobornar a periodistas, funcionarios, políticos y parlamentarios para tapar la crisis y lograr la venta de nuevas acciones de la Compañía del Canal de Panamá.

Todo fue inútil. La conspiración fracasó y no hubo más remedio que declarar la quiebra de la compañía en 1888. Al final, se perdieron 1,440 millones de francos y 850,000 suscriptores perdieron todo lo invertido. Fue un gran escándalo; el escándalo de Panamá que forma parte de la historia de Francia.

Un poco más de un siglo después, Panamá está en el centro de otro barullo internacional vinculado a temas financieros y corrupción. Y aunque la creencia general es que somos víctimas de la equivocada utilización del título de las revelaciones periodísticas que tienen al mundo entero hablando de Panamá, de los paraísos fiscales, de las actividades offshore, de las finanzas de los ricos y famosos, confieso que yo tengo mis dudas.

Por supuesto que este país es mucho más que las historias que cuentan los "Panamá papers"; mucho más. Panamá es toda esa gente que se esfuerza cada día, desde su particular trinchera, por ser mejor persona, profesional, trabajador, ser humano. Panamá es el orgullo que sentimos por haber podido manejar con éxito ese canal que no pudieron hacer los franceses. Panamá son todos esos maestros que saben que de su empeño depende el futuro de nuestros chicos o todos esos doctores que, sin los recursos necesarios, salvan vidas todos los días. Panamá son los heroicos bomberos y rescatistas que arriesgan sus vidas para salvar la de otros. Panamá sin duda es mucho más.

Pero esta tristeza que a todos nos ha ocasionado las vergonzosas revelaciones sobre las andanzas de una importante oficina de abogados ligadas al nombre de Panamá, no la podemos esconder con discursos nacionalistas.

Sí, los señores de Mosack & Fonseca realizaban una actividad legal y legítima: vendían sociedades anónimas, panameñas y de otras 21 jurisdicciones. Y seguramente, no habrán cometido delito alguno, a pesar de las interioridades que hemos ido sabiendo, porque en Panamá, la transparencia no ha sido parte de las reglas del juego.

Pero cuando se compara la actividad de una firma de abogados que ofrece asesoría financiera con una fábrica de cuchillos o de carros; o cuando se dice que las oficinas de la firma en otros países eran franquicias; o cuando se alega que no existe responsabilidad con lo que haga el cliente pero se brinda servicios secretariales a ese mismo cliente; o cuando se conoce que la firma de abogados se fue hasta la pequeña isla de Niui, en el Pacífico Sur, a venderles un paquete que incluía una ley de sociedades y un contrato de exclusividad, no queda más que una conclusión: los señores de Mosack & Fonseca han estado jugando vivo. Y eso si que es bien panameño.

El escándalo de Panamá relacionado con la quiebra de la Compañía del canal provocó el suicidio del jefe de finanzas y la condena de un funcionario, a pesar de que más de 100 políticos y otros cargos estuvieron involucrados en el caso. Y los documentos que representaban las acciones que llevaron a la ruina a tantos franceses se convirtieron en papeles de colección.

Hoy otros papeles han puesto el reflector sobre Panamá, dejando en evidencia las importantes falencias que tenemos en materia de institucionalidad, rendimiento de cuentas, fiscalización, justicia. Es en realidad una oportunidad.

FUENTE: Lina Vega

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