El "kleiya", un dulce heredado de generación a generación entre las mujeres de la región de Al Qasim, al norte de Riad, no solo deleita el paladar de los saudíes, sino también el de los extranjeros que conocen esa delicia.
Este tipo de bollo, que es el orgullo de los vecinos de Al Qasim, se prepara con trigo candeal, azúcar, canela, limón seco, cardamomo, jengibre, miel y concentrado de dátiles.
"La gente se acostumbró a denominarlo dulce, pero yo también considero al 'kleiya' como una galleta, en fin, es todo eso junto", dice a Efe Um Suleiman, una mujer de 41 años y natural de Al Qasim, que aprendió a prepararlo con su madre y abuela.
"Su preparación es una tradición muy antigua de nuestra región, y una de las características de una buena mujer es que prepare unos deliciosos 'kleiyas'. Además era costumbre que la novia los cocinara para el día en que se trasladase a vivir con su marido", añade.
Asimismo, estos bollos suponen el manjar fundamental con el que las familias de Al Qasim agasajan a sus huéspedes, especialmente en las mañanas -con el desayuno- y las tardes, o en las reuniones de mujeres y diferentes ocasiones sociales.
Pese a la gran variedad que muestra la vida contemporánea en el ámbito de la repostería del mundo árabe y Occidente, el "kleiya" todavía es el dulce preferido de muchas familias saudíes y extrajeras residentes en Arabia Saudí.
"Además de su delicioso sabor, es muy fácil de conservar, por lo que dura hasta tres o más meses sin que se eche a perder; por ello, nuestros antepasados llevaban grandes cantidades en sus viajes a Irak y los países del Levante", recuerda Um Suleiman.
En ese sentido, destaca que suele enviar estos bollos a su hijo que estudia ingeniería en Estados Unidos.
"Y cada vez aumento más la cantidad que le envió porque sus amigos estadounidenses se han vuelto adictos al 'kleiya'", concluyó riéndose Um Suleiman.
Ha sido tal la popularidad que ha ganado el dulce en los últimos años, que ha llegado a ser un buen negocio, como es el caso de Um Jaled, de 52 años, que se ha convertido en una pequeña empresaria que vende su producto a familias saudíes y el excedente lo exporta a países vecinos.
Al principio comenzó simplemente vendiendo "kleiya" a su pequeño entorno de conocidos, posteriormente ganó fama poco a poco hasta que se vio obligada a disponer de una pequeña fábrica en la que trabajan seis mujeres y once hombres para satisfacer la creciente demanda de su producción, aunque rechaza venderla a las tiendas.
"Porque la mayoría de mis clientes son familias ricas que los almacenan en sus hogares para tener a lo largo de todo el año, asimismo algunas Embajadas y diplomáticos europeos me la piden directamente por teléfono", indica Um Jaled.
Por otro lado, critica la aparición de fábricas modernas porque, según ella, no utilizan los ingredientes adecuados en su preparación.
"Algunas usan miel adulterada o agregan azúcar en vez de concentrado de dátiles, y utilizan aceite de menor calidad. Todo eso echa a perder el 'kleiya', le quita originalidad y sabor", se lamenta la pequeña empresaria.
Además, precisa que vende cada bollo a cinco riales saudíes (1,33 dólares o 1,21 euros), mientras que en las tiendas los ofrecen a entre 2 y 3 riales (0,53 y 0,80 dólares o 0,48 y 0,72 euros).
"Esto es porque yo confío en la calidad de mi producto y los ingredientes que uso, además la diferencia de precio no es de ninguna manera exagerada", asegura Um Jaled, que declina revelar los ingresos que obtiene por sus ventas.
La industria del "kleiya" se ha convertido en una fuente importante de lo que se denomina "economía de la familias productivas" en Arabia Saudí, y también ha acaparado el interés del Gobierno en los últimos años.
En esa línea, Al Qasim celebra anualmente la feria del "kleiya", que se efectúa durante los cursos de entrenamiento en la preparación de este popular dulce.
Alrededor de 260 mujeres participaron en el séptimo certamen del "kleiya", celebrado durante diez días a finales de marzo pasado en Brida, capital de Al Qasim, y a él acudieron más de 80.000 personas.
No hay cifras exactas sobre las ventas que lograron las mujeres participantes en la feria, aunque prepararon alrededor de un millón de bollos.