Un ministro del gabinete que desafió la orden de presentarse ante la junta militar salió de su escondite el martes y condenó el golpe de Estado protagonizado por las fuerzas armadas.
Los comentarios del ministro de Educación Chaturon Chaisang son los primeros hechos públicos por algún integrante del gobierno derrocado, la mayoría de los cuales están detenidos por la junta que controla el gobierno de este país del sudeste asiático.
"Un golpe de Estado no es la solución a los problemas y conflictos en la sociedad tailandesa", dijo Chaturon, quien hasta ahora ha desafiado los llamados a comparecer ante el ejército y permanece libre. "Al contrario, empeorará el conflicto y puede provocar violencia".
"Un golpe de Estado es inaceptable, es la abolición de la democracia".
Chaturon, un crítico declarado de la intervención militar habló con periodistas en el Club de Corresponsales Extranjeros en Bangkok. Chaturon dijo que se resistiría al arresto o se iría a la clandestinidad sino "que insisto en ejercer mis derechos y mi libertad para llamar al retorno del país a la democracia".
El golpe del jueves, el segundo en ocho años, derrocó a un gobierno electo que durante meses insistió en que la frágil democracia del país estaba siendo atacada por manifestantes, las cortes y al final por el ejército.
El país está profundamente dividido entre una élite y una clase acomodada que reside principalmente en Bangkok, la capital, y el sur del país, pero que no pueden ganar la elección por sí solos, y la mayoría empobrecida que vive en el norte.
Tras imponer la ley marcial el 20 de mayo, el general Prayuth Chan-ocha invitó a los rivales políticos y ministros del gabinete a celebrar unas conversaciones de paz que durarían dos días. Al final de la reunión Prayuth ordenó que todos permanecieran en el sitio y anunció poco después en la televisión estatal que el ejército se hacía cargo del gobierno.
Prayuth, quien el lunes recibió el apoyo del rey del país como nuevo gobernante, advirtió a los opositores que no hagan críticas ni protestas ya que Tailandia podría regresar a "los viejos tiempos" de agitación y violencia callejera si no obedecían.