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Volar globos y cometas aliviana paso por hacinada cárcel salvadoreña

Volar cometas y globos se convirtió en una novedosa terapia para apoyar la rehabilitación de presos, incluso miembros de las temibles pandillas, en una cárcel de El Salvador, el país con mayor hacinamiento carcelario de América Central.

El penal de Apanteos, en la ciudad occidental de Santa Ana, permite que los reos salgan al patio a volar las cometas y hacer competencias con globos de aire caliente.

"Que estemos privados de libertad no quiere decir que perdamos la tradición heredada por nuestros padres", reflexiona William Monterrosa, un hombre de 36 años, piel blanca y estatura media, sentenciado a seis años por robo.

Monterrosa, quien asegura estar preso sólo por llevar los tatuajes de la violenta pandilla Mara Salvatrucha, a la que perteneció, dice que las cometas lo remiten a los tiempos felices de su infancia y ayudan a olvidar por un rato las difíciles condiciones del encierro.

En el patio de la prisión, bajo un sol abrasador y aprovechando corrientes de viento, los presos de Apanteos comienzan a liberar las coloridas "piscuchas" (cometas) que van ganando altura y empequeñeciendo ante la mirada de los espectadores.

De seguido, viene la competencia de los globos elevados por aire caliente, construidos por equipos de reos a escala de los globos aerostáticos.

Al cabo, varios se incendian y colapsan, pero otros logran grandes alturas y se pierden a merced de los vientos entre gritos y aplausos emocionados.

"En esta competencia todos resultaron ganadores por el esfuerzo demostrado, pero más allá de la diversión lo que queremos es que se vea lo bueno que los internos hacen. Con recursos limitados superamos todas las dificultades", afirmó la directora del presidio, María Isabel Bolaños.

Apanteos es un antiguo beneficio de café convertido en cárcel que alberga 4.857 internos a pesar de tener capacidad solo para 3.534, entre ellos 350 exmiembros de las pandillas Mara Salvatrucha y Barrio 18.

El penal es autosuficiente: cuenta con una huerta que abastece las necesidades diarias y una escuela cocina que elabora los alimentos para toda la población.

Otros internos asisten a la escuela primaria y secundaria, se capacitan en oficios en diversos talleres o aprenden inglés y francés.

"Aquí se terminó el ocio carcelario, con el programa Yo Cambio avanzamos hacia un nuevo modelo de gestión penitenciaria que busca cárceles modernas, seguras y rehabilitantes", señala la directora.

La institución contrasta con las otras 18 cárceles del país, que albergan a 35.896 presos pese a tener una capacidad construida para 10.400, un hacinamiento del 244% que es de los más explosivos de América Latina.

"A pesar del encierro nos relajamos, y queremos decirle a la sociedad que somos capaces de cambiar", afirma Carlos Mejía, un pandillero activo de la Mara Salvatrucha, de 20 años, que lleva un año de prisión por presuntas amenazas por las que aún no ha sido condenado.

Los expandilleros fueron los ganadores de la competencia de globos porque el suyo fue el que se elevó más alto. Pero los presos comunes lograron el triunfo en la de cometas.

"El triunfo es de todo nuestro sector", declara Giovanni Rivas (32), un expandillero que lleva en todo su rostro la marca de los tatuajes y que ha pasado siete años en la cárcel, de una condena de 70.