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Lagos, de cuna de la esclavitud a balneario paradisíaco

Para el turista, Lagos es un balneario estupendo, con una playa hermosa y pequeños acantilados de areniscas. Tiene un castillo medieval rodeado de cafés y restaurants con mesas en la calle que sirven pulpo, hervido o asado. Se puede navegar por la costa durante el día y disfrutar de un espectáculo de fado por la noche.

Lagos es también el sitio que popularizó la venta de esclavos.

Y nada puede borrar ese legado. Ni las aguas impolutas, ni las suaves cuerdas de una guitarra portuguesa.

En todo Portugal, las ciudades y sus residentes están asumiendo ese pasado y su papel en un negocio que convirtió en esclavos a unos 12,5 millones de africanos. Activistas y funcionarios deciden si colocan placas o abren museos que cuenten esa historia. Y el país analiza su pasado de conquistador y el impacto que tuvo en los pueblos que subyugó.

En 1444 llegaron a este puerto de la región de Algarve los primeros 200 negros de África occidental capturados para ser vendidos como esclavos. Habían sido secuestrados en redadas después de que el príncipe Enrique el Navegante creara un centro de comercio frente a la costa de lo que es hoy Mauritania. Había distintas formas de esclavitud, pero estaba surgiendo un nuevo sistema tan eficiente como brutal.

Las ganancias generadas por la venta de esos primeros esclavos dieron paso a nuevas redadas en África occidental. Se calcula que a lo largo de diez años unos 800 esclavos pasaron por Lagos, que fue el primer mercado de esclavos destinados a Europa, un negocio que enriquecía a la corona portuguesa.

Con el correr de los años, el mercado de esclavos se trasladó a la capital Lisboa, donde el monarca fijó reglas para las llegadas, los impuestos y las ventas. Otros navegantes europeos crearon sus propias rutas y sus naciones les siguieron tratando de beneficiarse del lucrativo mercado de esclavos africanos.

Al caminar por Lagos cuesta concebir que un sitio tan bello haya presenciado tantos horrores. Después de todo, comer una bifana --un sándwich típico de carne de cerdo marinada-- mientras uno escucha las olas que se estrellan contra las rocas es algo reconfortante para cualquier alma que le esté escapando a los problemas cotidianos.

Lagos, no obstante, no le huye a su pasado. Y quiere que uno lo investigue.

En el sitio exacto donde comenzó el mercado de esclavos hay un museo de la esclavitud. El Mercado de Escravos, que alguna vez albergó a los esclavos, es hoy un museo que cuenta la historia de los primeros esclavos negros capturados y el boom económico que vino después. Una imponente escultura del Rey Amador, que comenzó una revuelta contra la esclavitud en la isla de Sao Tomé en 1595, domina el primer piso. Se encuentra junto a un banco que según personal del museo es donde se sentaban los esclavos a la espera de ser vendidos.

Arriba, las paredes están pintadas con imágenes de la ruta de los esclavos y de la esclavitud. Se puede ver el libro con las cuentas de un comerciante de esclavos y las cadenas usadas con los esclavos.

Afuera, en la Plaza do Infante D. Henrique, se puede observar el recorrido que hicieron los primeros esclavos. El Castelo dos Governadores, una Fortaleza mora del siglo 13, está a la vuelta de la esquina. El visitante se imagina allí a los esclavos caminando por los pasillos en los que los turistas se toman hoy selfies.

Carlos Fortuna, profesor de economía de la Universidad de Coimbra, dijo que el Mercado de Escravos es parte de una tendencia que algunos describen como “turismo tenebroso”, en el que la gente visita sitios asociados con la miseria y la tragedia. “Puedes visitar este campo de concentración y después comerte un helado afuera”.

Para asimilar todo el impacto del sufrimiento humano que hubo en este lugar, es recomendable no hacer compras y dejar a un lado el palo de los selfies. Pensar en lo que sucedió aquí y sopesar la historia 500 años después. Es una sensación muy fuerte.

FUENTE: AP