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Ya no hay guerras ni tiros, asoma la esperanza en Bagdad

Los residentes del principal sector comercial de Bagdad perdieron la cuenta de las bombas que cayeron en el barrio. Se codearon con la muerte casi a diario durante los tiempos de guerra, sobre todo en el 2015, cuando un atacante suicida mató a unas 300 personas en dos centros comerciales.

Pero desde hace un año aproximadamente, los habitantes de Karrada han tenido una sensación de normalidad que no vivían desde hacía décadas. Calles llenas de vendedores callejeros y clientes, cafés y restaurantes repletos de gente hasta tarde, se retiran los muros de cemento que protegían de los bombazos.

“Iba a la escuela y regresaba a casa. No hacía nada más”, declaró Rusul Mohsen, una maestra de secundaria de 33 años, sentada hace poco en un café. “Si iba a un restaurante, pedía sentarme en un rincón lo más lejos posible de las ventanas, por temor a ser lastimada por pedazos de vidrio si estallaba una bomba en la calle”.

Por primera vez en 15 años, no hay una guerra ni una insurgencia importante en Irak y la derrota de la organización Estado Islámico a fines del 2017 tras una calamitosa guerra de cuatro años le ha dado un respiro a la población. A pesar de los enormes desafíos por delante, hay un cierto sentido de esperanza en la capital.

Ya no se escuchan las explosiones de vehículos que pasaron a ser la norma tras la invasión encabezada por Estados Unidos del 2003. Miles de muros protectores de cemento para prevenir ataques suicidas están siendo retirados en camiones, agilizando el tráfico de vehículos.

Un portavoz del ejército, el brigadier general Yahya Rasool, dijo que miles de barreras han sido transportadas a un terreno en las afueras de la ciudad y que podrían ser usadas nuevamente si surge alguna necesidad.

Partes de la fortificada Zona Verde de la margen occidental del río Tigris reabrieron al público, incluido un acceso público al sector donde se encuentra el emblemático “Arco de la Victoria”, de 40 metros (131 pies) y formado por dos espadas sostenidas por figuras de bronce del ex dictador Saddam Hussein. El primer ministro Adel Abdull Mahdi suavizó el lunes algunas restricciones de la zona y dijo que ese sector estrechamente vigilado permanecerá abierto al público una hora y media más por día.

Estados Unidos creó la Zona Verde en el 2003 para reforzar la seguridad en torno a su embajada y los edificios del gobierno iraquí, alimentando la sensación entre los iraquíes de que su gobierno estaba desconectado de la gente.

Del otro lado del río, la famosa calle Rasheed, la arteria más vieja de la capital y centro cultural conocido por sus casas viejas, también admite de nuevo el paso de vehículos y de peatones tras estar cerrada 15 años por razones de seguridad.

Se está construyendo la nueva sede del Banco Central, una estructura imponente que se espera esté lista el año que viene.

“Bagdad está mejor que nunca desde el 2003”, dijo un veterano diplomático occidental.

El país, no obstante, encara enormes desafíos.

Estado Islámico, que está a punto de perder el último territorio que controlaba en la vecina Siria, da nuevamente signos de vida en Irak, lanzando ataques en las afueras de Bagdad y en el norte del país. Decenas de miles de personas han sido desplazadas y buena parte del país está en ruinas. Abunda la corrupción y en el sur, la región petrolera, reina el malestar por las condiciones de vida.

Bagdad, antigua metrópoli de 8 millones de personas que fue alguna vez el centro cultural del mundo árabe, apenas si funciona, ya que su infraestructura se viene abajo. Militantes que pelearon junto a las fuerzas del Estado Islámico recorren todavía las calles y circulan versiones de secuestros para cobrar rescates y de anarquía. Abundan el desempleo y la pobreza.

“Hay una gran brecha entre lo que quiere la gente y lo que el gobierno puede ofrecer”, afirmó un diplomático occidental que pidió no ser identificado para hablar francamente.

De todos modos, muchos piensan que, después de años de baños de sangre, Irak está finalmente enderezando el camino.

En Karrada, el Centro Hadi donde un ataque en el 2015 generó incendios que dejaron unos 300 muertos, está lleno de gente y de jóvenes. El vecino Centro Laith tuvo que ser derribado y reconstruido de cero. Ya está casi terminado.

Assem Gharib, propietario de una panadería y heladería, dijo que por años le pagó a alguien para que vigile la calle e impida que se estacionen autos frente el edificio.

“Me asustaba cada vez que se acercaba un auto, pensaba que era un atacante suicida o que tenía bombas. Ahora ocurre lo contrario. Me alegro cuando se estaciona un auto frente al negocio”, manifestó Gharib.

Irak ha estado en guerra por más de una generación, a partir de la guerra de ocho años contra Irán que culminó en 1988. Luego vino la invasión de Estados Unidos a Kuwait y finalmente la intervención militar de Estados Unidos.

Los peores derramamientos de sangres se produjeron tras la invasión del 2003 encabezada por Estados Unidos, que desencadenó una insurgencia dirigida por al-Qaida y violencia sectaria en casi todo el país. Se llegaron a contar 10 estallidos de bombas por día.

Estado Islámico, surgido de al-Qaida, tomó varias ciudades y se declaró un califato que abarcaba importantes partes de Siria e Irak. Esto desató a su vez el desplazamientos de millones de personas que le escapaban a esa agrupación rebelde.

Muchos le huyeron a las fuerzas iraquíes que respondieron y a fines del 2017 recuperaron el último bastión insurgente.

Pocos se animan a afirmar que el actual período de paz va a durar y el creciente poder de milicias chiítas conocidas como Fuerzas de Movilización Popular genera bastante temor.

Bashar Ali, de 33 años, propietario de un negocio en la calle Karrada, dice que le asusta la posible llegada de combatientes del EI de Siria y la anarquía que reina afuera de la ciudad.

"Bagdad es como mi casa. Me siento a salvo en mi casa. Pero cuando salgo, no”, expresó.

FUENTE: AP

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