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Datos y salida de EEUU, dan urgencia a cumbre climática ONU

Las protestas masivas, un cambio de sede de última hora y la conversación en torno a los puntos de inflexión climática añaden un inesperado dramatismo a una cumbre internacional anual sobre el calentamiento global.

Los delegados de casi 200 países tenían previsto ultimar los detalles finales de las normas que rigen el Acuerdo de París de 2015, solventando algunos puntos pendientes desde la reunión del año pasado en Katowice, Polonia, y preparar el escenario para una importante revisión de sus esfuerzos en 2020.

Pero entonces Brasil retiró su oferta para ser el anfitrión de la cumbre climática de Naciones Unidas y su suplente, Chile, canceló a cinco semanas del inicio por la ola de protestas que sacuden el país. Después, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, notificó formalmente la salida de Washington del pacto, un simbólico revés a uno de logros más importantes de su predecesor, Barack Obama.

¿Y los científicos? Bueno, ellos tampoco tienen buenas noticias. Los estudios publicados en los últimos meses hacen hincapié sobre el rápido ritmo del calentamiento global y la necesidad de recortar las emisiones de gases de efecto invernadero lo antes posible.

En este contexto, la reunión que se celebrará entre el 2 y el 13 de diciembre en Madrid ha cobrado una nueva urgencia.

“Tenemos que hacer más y más rápido”, manifestó la ministra española de Transición Ecológica en funciones, Teresa Ribera, cuyo país se ofreció a albergar la cumbre a última hora, añadiendo que quería apoyar el “multilateralismo constructivo” tras los anuncios de Santiago y Washington.

La organización espera alrededor de 25.000 visitantes, incluyendo jefes de Estado, científicos, experimentados negociadores y activistas, en la cumbre.

Entre los principales puntos de la agenda de la reunión están la finalización de las normas sobre los mercados globales de carbono y acordar la forma de compensar a los países pobres por la destrucción causada en gran medida por las emisiones de las naciones ricas.

Las propuestas para crear un mercado mundial de permisos de emisiones existen desde hace décadas. La idea es que poner un precio al dióxido de carbono _ el principal gas de efecto invernadero _ y reducir gradualmente los permisos disponibles animará tanto a países como a empresas a reducir sus emisiones, especialmente cambiando los combustibles fósiles por fuentes de energías renovables.

La Unión Europea y algunas otras jurisdicciones ya operan sistemas de comercio de emisiones limitados, pero los esfuerzos para trasladar la iniciativa al plano mundial se han visto obstaculizados por el temor a que la falta de normas firmes y transparentes puedan corromper el mercado.

“Yo creo que sería una muy buena noticia cerrar este asunto”, señaló Ribera advirtiendo que la “solvencia y la integridad del sistema” eran una preocupación.

“Por tanto, si no podemos completar bien, es mejor sentar las bases sólidas para que acaben siendo completadas después”, añadió la ministra española.

Esta es también la opinión de Yamide Dagnet, una exnegociadora climática de la Unión Europea que ahora trabaja en Instituto de Recursos Mundiales, un centro de estudios medioambiental con sede en Washington.

“Sin la supervisión y la solidez adecuadas, estos mecanismos podrían socavar gravemente la acción climática al crear vacíos legales, permitiendo que los países hagan libremente recortes de emisiones significativos, lo que resultaría en un doble conteo y pondría en peligro la integridad ambiental”, explicó.

La cuestión de la compensación a los países pobres por la destrucción ambiental _ denominada técnicamente pérdidas y daños _ también podría ser una cuestión delicada, apuntó Dagnet. La atribución de desastres naturales específicos, como los huracanes y las inundaciones, y de fenómenos lentos pero irreversibles, como el aumento del nivel del mar y la desertificación, al cambio climático es un asunto sensible dadas sus posibles cifras.

La preocupación sobre el costo del cambio climático aumenta en todos los frentes. Trump citó las demandas financieras a Estados Unidos como uno de los motivos para salir del Acuerdo de París; países europeos han dudado a la hora de subir el precio de los combustibles por temor a provocar protestas como las de los chalecos amarillos en Francia, y las empresas están empezando a considerar el precio no solo de reducir las emisiones, sino también de no hacerlo.

Los científicos sostienen que el momento de actuar es ahora, si el mundo quiere cumplir el objetivo fijado en París de mantener el calentamiento global por debajo de los 2 grados Celsius (3,6 Fahrenheit), idealmente en 1,5C, para final de siglo. Según algunas mediciones, la temperatura media ya se incrementó en un grado Celsius desde la era preindustrial, y el aumento más significativo se produjo en las últimas décadas.

“El calentamiento global va más rápido”, apuntó Johan Rockström, codirector del Instituto Potsdam para la Investigación sobre el Impacto del Cambio Climático, de Alemania. “Los impactos climáticos están ocurriendo antes y nos estamos acercando a umbrales potencialmente irreversibles antes de lo que pensábamos”.

Rockström y varios colegas advirtieron recientemente que el mundo se encamina hacia varios “puntos de inflexión” que podrían acelerar drásticamente el ritmo del cambio climático. Entre ellos están la deforestación en la Amazonía y la disminución de las capas de hielo en Groenlandia y en la Antártida.

Estos mensajes calan en activistas medioambientales como Laura Laguna, miembro de la rama madrileña de Fridays For Futuro, uno de los grupos que tiene previsto manifestarse durante la 25ta Cumbre Mundial del Clima, o COP25.

“Estamos cerca del punto de no retorno y de lo que hagamos ahora depende si tenemos futuro o no”, dijo Laguna. “Somos toda una generación enfadada por el legado que nos dejan”.

Ribera indicó que los líderes de la Unión Europea podrían intentar aprovechar la cumbre para mandar un firme mensaje de que el bloque está preparado para hacer recortes de emisiones más drásticos que los prometidos antes. Una reciente propuesta para alcanzar la “neutralidad climática” en 2050 no logró el respaldo de los 28 estados miembro del bloque, incluyendo el último anfitrión de la cumbre, Polonia.