Files católicos de Nicaragua rompieron este domingo la cuarentena mantenida de forma voluntaria por la COVID-19, para acudir a rezar en diferentes templos del país, como acto de desagravio por el incendio parcial en la Catedral Metropolitana de Managua, que calcinó una histórica imagen de la Sangre de Cristo, y que la Iglesia calificó de "acto terrorista" en su contra.
A pesar de que una parte de católicos ha seguido en los últimos meses la recomendación del Episcopado de Nicaragua, de no exponerse ante la pandemia, algunos decidieron acudir en pequeños grupos a las parroquias y a la Catedral afectada, para participar del "domingo de rogativa y silencio como acto de desagravio", anunciado por la Arquidiócesis de Managua.
Durante la jornada en la Catedral Metropolitana de Managua pudo observarse un suceso único, cuando, de manera espontánea, los fieles decidieron girar hacia el costado oeste del templo, para realizar sus rezos, plegarias, y actos piadosos de oración, hacia la Capilla de la Sangre de Cristo, incendiada el viernes pasado, y custodiada esta mañana por policías, debido a las investigaciones.
Durante el día, diferentes representantes de la Iglesia católica, desde el papa Francisco, hasta el cardenal Leopoldo Brenes, obispos, arzobispos, sacerdotes, comunidades y universidades religiosas, calificaron el incendio como un "atentado" o un "acto terrorista", dirigido por enemigos de dicha fe.
La posición religiosa contrasta con un reciente informe preliminar de la Policía de Nicaragua, que descartó mano criminal, y que reforzó la posición de que fue un accidente, tal como lo había anunciado el pasado viernes la vicepresidenta Rosario Murillo, esposa del presidente Daniel Ortega, cuya relación con la Iglesia Católica ha destacado por desencuentros.
LOS DESENCUENTROS
El incendio, que según fieles testigos fue ocasionado por un hombre que lanzó una "bomba"222 hacia la Sangre de Cristo, ocurrió en medio de una ola de profanaciones contra templos católicos luego de que la Arquidiócesis de Managua decidió suspender las fiestas populares más grandes de Nicaragua, en honor de Santo Domingo de Guzmán, para evitar aglomeraciones en tiempos de pandemia.
Las aglomeraciones son promovidas por el Gobierno nicaragüense, como parte de la llamada "estrategia singular" frente a la pandemia, que busca un "equilibrio" entre la economía y la salud.
Las relaciones entre la Iglesia católica y Ortega están rotas desde que, en 2018, sacerdotes y obispos arriesgaron sus vidas para salvar las de miles de personas que participaron en manifestaciones antigubernamentales, que fueron controladas con ataques armados, que resultaron en cientos de muertos, presos o desaparecidos, miles de heridos, y más de 100.000 en el exilio.
La imagen de la Sangre de Cristo recientemente calcinada es considerada histórica, no solamente porque lleva 382 años en Nicaragua, sino también porque en 1996, el entonces pontífice San Juan Pablo II, se arrodilló y oró a sus pies, durante su segunda visita al país.
Juan Pablo II también había sido testigo directo de los desencuentros entre Ortega y la Iglesia católica en su primera visita a Nicaragua en 1983, cuando las llamadas "turbas sandinistas" intentaron boicotear su mensaje a los fieles nicaragüenses.
Según el Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh), en los últimos 20 meses la Iglesia católica ha sufrido 24 ataques a sus templos, todos supuestamente ejecutados por el sandinismo.
FUENTE: EFE