Que se autodenominen presos políticos no tiene nada de original. Que los panameños empezáramos a ver a la justicia moverse, fue una esperanzadora originalidad. Que realmente sea el fin de la impunidad, está por verse. Que hayamos aprendido la lección, no parece.
Lo anterior viene a cuento por la salida de prisión de José Raúl Mulino, el exministro de Seguridad del gobierno de Ricardo Martinelli que iba (y seguramente volverá a ir) de duro por la vida.
Mulino salió de prisión en olor a multitud y convertido en promesa política para su gente. “Voy a lanzar a los mercaderes del templo” gritó con fuerza, justo en el idioma bíblico que tanto gusta a sus adversarios.
Así que ya estamos avisados: lo de preso político ha mutado a político en campaña.
Sin embargo, los líos legales no han terminado para el señor de los ejércitos en el caso Finmeccanica. Lo único que ha sucedido es el cambio de medida cautelar, lo que por otro lado era más que justo. ¡A quién se le ocurre que el gran José Raúl Mulino se escaparía!
Mala decisión de la fiscal. Siempre lo pensé, lo escribí y lo dije. Un hombre con el ego del exministro no soportaría ser visto como un cobarde, ni siquiera para seguirle los pasos a su líder y amigo en Miami. Como diría Shamah el creativo, “una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa”. Exacto.
Algo así como cuando Mulino fue a la Asamblea Nacional a presentar un proyecto para promover el “desarrollo sostenible de la aviación comercial”, cuando en realidad estaba dejando una bomba que reformaba tres códigos nacionales, la ley de ambiente y la de la Policía Nacional.
Obviamente, la historia de la “ley chorizo” que tanta violencia y dolor trajo al país no viene a cuento, porque don José Raúl es procesado por los contratos con Finmeccanica y no por mentirle al país entero (bueno, no mintió, simplemente se calló la información).
Lo sucedido en Changuinola y en otros puntos del país, los muertos, los ciegos y tantos otros dolores no tiene relación con los radares de Finmeccanica, pero los recuerdos surgen sin avisar y me provocan indignación. No puedo evitarlo, parece que yo también quiero sacar a los mercaderes del templo.
FUENTE: Lina Vega