Enfrentado a imágenes desconsoladoras después que un tifón devastó las Filipinas —la acumulación de cadáveres, comunidades reducidas a escombros, madres aferrando en sus brazos a niños hambrientos_, el mundo presencia una tragedia épica y busca los medios de aliviar tanto dolor. Pero la cuestión es cómo hacerlo.
Después de megadesastres como el tifón Haiyan, los expertos dicen que hay algunas reglas básicas para los que quieren colaborar: olvídense de las ropas baratas, los juguetes viejos y el tipo de suministros que quedará apilado sin distribuir en una economía ya debilitada. En cambio hagan una donación en efectivo a una organización caritativa respetada.
"Decididamente debería ser dinero", afirma Kathleen Tierney, directora del Centro de Riesgos Naturales en la Universidad de Colorado en Boulder, un centro de investigación de los aspectos sociales y consecuencias de desastres en el mundo. "Sea en Estados Unidos o en el exterior, después de un gran desastre la gente desea donar artículos. Esto crea enormes problemas logísticos, y la gente recibe donaciones que podría no necesitar nunca, como abrigos de invierno enviados a la gente en el Caribe".
Cuando la ayuda en los casos de desastre no es racional, "uno puede terminar perjudicando la economía local", agregó. "Una vez que uno despacha materiales de construcción a otro extremo del mundo, resulta que ha arruinado el mercado" para la gente del área. "Si uno quiere ver una recuperación económica, mejor no despachar tantos suministros que generen una situación en la cual la gente no pueda sobrevivir comercialmente".
La Cruz Roja, por ejemplo, compra artículos locales después de desastres para contribuir a revivir la economía, reducir costos de transporte y asegurarse de que se usen artículos culturalmente adecuados, dijo Jana Sweeny, directora de comunicaciones internacionales de la organización.
Sweeny agregó que hay una tendencia natural a ayudar después de catástrofes notorias, pero que el altruismo no siempre sigue los consejos sensatos.
Recuerda que en los días posteriores al huracán Katrina, cuando los sobrevivientes fueron evacuados al estadio Astrodome de Houston, alguien envió miles de kilos de queso, un embarque demasiado grande para refrigerar. Otro donante bien intencionado envió un camión lleno de zapatos de charol.
"La gente tiene buenas intenciones", agregó Sweeny. "Muchos de nosotros hemos visto a gente que perdió todo. Se quedan sin nada. Instintivamente uno supone que cualquier cosa les ayudará. Pero no siempre es así".
Cuando el huracán Mitch devastó partes de Centroamérica en 1998, Sweeny trabajaba para la Cruz Roja en Arizona cuando una mujer llegó un día con un cerdo para donar. La benefactora pensó que sería buena idea que lo recibiera una familia en una granja. Sweeny le explicó los motivos por los cuales no podía despachar un animal vivo. Finalmente la mujer subastó el animal y entregó la ganancia a la Cruz Roja.