Sahel El Zahrani, Lesbos, Passau. En su huida desde la guerra y la miseria hacia Europa, los refugiados van haciendo escala en diferentes ciudades donde es la autoridad y los vecinos locales los que deben afrontar una crisis ante la que, denuncian, la comunidad internacional les ha dejado solos.
A pesar de enfrentarse a diferentes problemas debido a su distinta posición, unos en países vecinos de las zonas en conflicto, otros en zonas de paso y destino, los alcaldes de estos municipios coinciden en que son los más cercanos al problema y en denunciar ese abandono.
"Administro esta crisis solo y trato de solucionar día a día los problemas que surgen", asegura a Efe Spyros Galinos, alcalde de Lesbos, en la isla griega a donde han llegado 20.000 refugiados desde que empezó el año.
Galinos es uno de los dieciséis regidores de Grecia, Líbano, Jordania, Italia, Alemania y Austria que han participado en una conferencia sobre la gestión de la crisis que se ha clausurado hoy en Viena.
En Lesbos, las arcas municipales se ha resentido por la necesidad de centros de alojamiento y proveer a los refugiados de agua y comida aunque su alcalde asegura que continuará ofreciendo buenas condiciones de vida a los refugiados.
La falta de una política común y efectiva de la Unión Europea (UE) es el mayor problema, consideró Galinos, que reivindica: "Es nuestro deber recibir a los refugiados y solucionar el problema para no formar parte de él".
Otra de las prioridades para el alcalde heleno es detener las acciones de las mafias que operan desde Turquía porque "se aprovechan de los refugiados económicamente y ponen en riesgo su vida".
Con un tono casi desesperado, Galinos urge a que se dispongan barcos desde Turquía hacia las islas griegas "para hacer el viaje más seguro", porque "no nos podemos permitir perder más vidas".
Esta conferencia ha coincidido con el anuncio esta semana de los gobiernos de Austria, Eslovenia y Croacia de que limitarán las solicitudes de asilo.
Los tres países forman parte de la ruta de los Balcanes por la que el año pasado pasaron más de 850.000 refugiados de Oriente Medio, Asia y África.
Muchos ni siquiera llegan hasta Europa, sino que la mayoría de los más de 4,3 millones de sirios que han escapado de su país se ven obligados a establecerse en países como Jordania y Líbano.
Disponer de agua potable, gestionar la basura de forma sostenible y construir infraestructuras son las necesidades que tienen en Sahel El Zahrani, una localidad al sur de Líbano.
Para ello, su alcalde, Ali Mattar, pide ayuda y recursos a la comunidad internacional por la que se siente abandonado.
El alcalde espera que "los países europeos vuelvan a invertir los mismos recursos y esfuerzos que al principio (de la crisis), para ayudar a que los refugiados no pierdan su dignidad en el viaje hacia Europa".
"Si los países árabes invirtieran lo mismo que gastan en la peregrinación a la Meca en ayudar a los refugiados sirios, ese dinero estaría mejor aprovechado", criticó el alcalde libanés.
Mattar cifró en dos millones de refugiados sirios los que conviven en Líbano con unos cuatro millones de habitantes locales.
Según el regidor, no cuentan con campos de refugiados como tales, pero los que no encuentran pisos para vivir se ven obligados a construir sus propias casas, formando así campos improvisados.
"La cantidad de sirios, la mayoría familias jóvenes, que ha entrado en la ciudad es tan grande que no podemos ubicarlos a todos en pisos", denuncia Mattar a Efe.
Los refugiados que consiguen llegar a Grecia, entrar a Europa por la ruta de los Balcanes y llegar hasta la ciudad alemana de Passau se encuentran con su alcalde, Jürgen Dupper que apuesta por su integración a través del aprendizaje de la lengua.
El alcalde reconoce que en Alemania se están discutiendo los límites de su capacidad para acoger refugiados, pero reivindica que su "deber humanitario es ayudar a la gente" que huye de la guerra y rechaza "ir a las fronteras con pistolas y prohibir a la gente entrar a Alemania".
"Vemos en la llegada de refugiados una oportunidad de captar talento", asegura Dupper.
Entre septiembre y diciembre de 2015, unos 300.000 refugiados consiguieron llegar a la ciudad alemana de Passau en la región sureña de Baviera.
Al principio, su prioridad fue darles asistencia médica y alojamiento. Ahora el reto es integrarlos para que puedan formar parte del sistema educativo, los más pequeños, y del mercado laboral, los mayores.
En el proceso de integración, la figura del voluntario es clave, ya que se ofrecen a dar cursos de alemán y a ayudar a encontrar un alojamiento digno para las familias, según Dupper.