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Colombia busca rescatar imagen del sacerdote Camilo Torres

Camilo Torres era más habilidoso con el cáliz y la palabra que con el fusil. El histórico sacerdote guerrillero era tan inútil con el arma, que en el primer combate que libró en su vida, una bala militar acabó con su existencia.

Sin embargo, medio siglo después de su muerte, y con Colombia a un paso de sellar la paz, seguidores de la izquierda y la derecha, pero también laicos y religiosos trabajan para resucitar la memoria y legado del que para unos es recordado como el Che Guevara católico.

En enero, el presidente colombiano Juan Manuel Santos ordenó la búsqueda de sus restos respondiendo así a un viejo reclamo del Ejercito Nacional de Liberación (ELN), que ve en el rescate de sus restos un simbólico acto de reconciliación nacional que facilitaría el comienzo de un eventual proceso de paz, similar al que sostiene el gobierno desde 2012 con la principal guerrilla del país, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

La búsqueda de los forenses se ha centrado en una tumba, sin placa ni nombre, del cementerio de la ciudad de Bucaramanga, al noroeste del país, donde se cree que sus restos han estado ocultos después de pasar por varias manos que pretendían mantenerlos escondidos, según pistas que habría dado su hermano.

Las autoridades dicen que en un mes podrá saberse si los restos encontrados pertenecen a Camilo, tras cotejar las pruebas de ADN.

El 15 de febrero, coincidiendo con el aniversario de su muerte, simpatizantes del movimiento guerrillero han organizado distintos actos de homenaje y celebrarán una peregrinación hasta el monte donde fue abatido.

Paralelamente, el ELN declaró el viernes tres días de paro armado en recuerdo del padre guerrillero. "Se pide a toda la población no acercarse a guarniciones militares o puestos de policía. ¡Máxima prudencia!", escribió la guerrilla en Twitter.

Nacido en Bogotá en 1929, Camilo Torres era el sacerdote intelectual, carismático, urbano, vinculado al mundo universitario y a familias de tradición. Antes de unirse a la guerrilla en 1966, recorría Colombia llenando plazas y exponiendo su teoría del "amor eficaz" que unía los principios políticos surgidos de la revolución cubana con la teología de la liberación, la opción sacerdotal por los pobres, que en aquel entonces se extendía por conventos y seminarios de América Latina.

Para sus seguidores, su magnetismo sólo era comparable con el del líder populista Jorge Eliecer Gaitán, cuyo asesinato en 1948 desató una ola de violencia que poco después dio origen a las FARC.

"Era un fenómeno social tan grande que sólo tenía dos caminos antes de ser asesinado como Gaitán: el exilio o la clandestinidad uniéndose a la guerrilla"; dice Hernando Hernández, dirigente sindical, que hace parte del comité organizador de los actos de homenaje.

Pero en uno de los países más desiguales de América, cuya riqueza está concentrada en manos de unas pocas familias, es fácil que los extremos opuestos coincidan, incluso tomando el té, cuando ambos son partes de la misma élite. Uno de los aspectos menos conocidos del presidente Santos, miembro de la poderosa familia que era propietaria del diario más influyente del país, es que es familiar del cura guerrillero y que hasta hizo de monaguillo durante la boda de un pariente.

"La madre de Camilo Torres era prima de mi mamá y solía venir a las reuniones que organizaba mi abuela para tomar el té," dijo Santos en una reciente entrevista a The Associated Press. A pesar de que sólo tenía 12 años, Santos dice que recuerda "muy bien" a Torres a quien describe como un padre "inteligente y con mucho carisma".

Precisamente por su origen burgués y católico, sectores de la Iglesia católica insisten en recuperar su memoria como figura "puente" entre los colombianos que buscan la paz, pidió recientemente el arzobispo de Cali, Darío de Jesús Monsalve, en una carta pública. Camilo "emerge hoy, impulsada por la figura y el mensaje revolucionario del papa Francisco", escribió.

Joe Broderick, un ex sacerdote y biógrafo de Torres, dice que el coronel que lideró la operación que terminó con el cura entregó sigilosamente los restos a su hermano, un médico conservador que escondió su destino para evitar que se convirtiera en lugar de peregrinación. Cuando ambos murieron, el secreto pareció haberse marchado con ellos a la tumba.

La recuperación de sus restos es comparada con los del Che Guevara encontrados en Bolivia casi medio siglo después de su muerte. Sin embargo, a diferencia del Che, que fue mitificado por el estado cubano, "la figura de Camilo Torres fue escondida y proscrita en Colombia", explica Broderick, que vino a Sudamérica décadas atrás de su natal Australia, atraído por las historias de sacerdotes.

"Ahora que el estado piensa que es una figura inofensiva han decidido recuperar su memoria", añade el autor de varios libros sobre guerrilleros católicos.

Sin embargo, la deriva del ELN a lo largo de estos 52 años tiene poco que ver con el humanismo cristiano de Camilo y se ha convertido en un movimiento diezmado, atrincherado en la selva y con menos de 3.000 hombres en sus filas.

Después de medio siglo, el ELN está lejos de conquistar el poder con las armas, como pretendía, y la Fiscalía colombiana le atribuye más de 5.000 homicidios y otros tantos secuestros. En la actualidad mantienen secuestrados a un cabo y la semana pasada acabó con vida de otros dos soldados, lo que podría retrasar el comienzo de un eventual diálogo de paz.

A pesar de que describe al ELN como una guerrilla "torpe" que no sabe identificar el momento político que vive el país, Broderick rescata la figura de Camilo Torres en contraste con el rechazo generalizado de los colombianos a los movimientos insurgentes violentos.

"Los políticos son cínicos y él era ingenuo", dijo Broderick. "Eso lo llevó a tomar caminos errados pero con honestidad. Era consecuente consigo mismo".

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