Como peregrinos que van a algún sitio sagrado, llegan de todo el mundo para rendir homenaje no a una deidad ni a nada similar, sino a la gente que ven a diario en la televisión o en el cine.
Multitudes de curiosos acuden a un barrio de Los Angeles para ver el gran cartel de Hollywood, símbolo de riqueza y del cine estadounidense. Igual que los peregrinajes a la Basílica de San Pedro en Roma o a la Acrópolis de Atenas, tratan de acercarse lo más posible al sueño de inmortalidad que representa el cartel.
A diferencia de otros sitios turísticos, sin embargo, el visitante no puede tomar un autobús o ir en un tour. Para llegar al cartel en una ladera desde la que se observa la ciudad de Los Angeles hay que atravesar un barrio densamente poblado por 20.000 personas, repleto de mansiones millonarias a lo largo de caminos angostos de montaña.
" Este fin de semana tendremos seguramente 10.000 visitantes ", dijo Guy Pohlman visiblemente molesto frente a su casa, a corta distancia del acceso a un sendero que lleva al cartel en el Parque Griffith.
Al acercarse la entrega de los premios Oscar, el entusiasmo por ver el cartel aumenta.
" La gente se sube a mi muro para tomar fotos ", dijo Pohlman. " He visto gente en el techo del garage de mi vecino. Hay gente que para su auto en el medio de la calle y se sube al techo para tomar fotos. Bloquean nuestros vehículos de servicios de emergencia. Bloquean los camiones del correo ".
Cuando no pueden seguir en la cima de la angosta calle donde vive Pohlman, les cuesta dar la vuelta para regresar sin golpear la pared de un vecino. De vez en cuando algún residente del barrio sale de su casa para gritarle de todo a estos inoportunos curiosos que alteran el orden.
Pero los visitantes siguen viniendo.
" Es como si quisieses tocar los pies de las estatuas de los santos ", comentó Leo Braudy, historiador especializado en la cultura popular. " La gente quiere llevarse consigo esa aura " que inspira el lugar.
Nadie puede tocar el cartel de Hollywood, que está rodeado de un cerco y es vigilado por las cámaras de un banco. Pasar el cerco es ilegal y puede derivar en arrestos. Pero es posible acercarse lo suficiente como para sacar buenas fotos, incluidas esas en las que se simula que alguien está sosteniendo el cartel en sus manos o sobre sus hombros, como un Atlas que carga con el mundo.
Es un bonito recuerdo para enviar a casa y dejarle saber a los amigos y familiares que se ha estado en la tierra de las estrellas de cine. La mejor forma de hacerlo es recorrer uno de los barrios que rodean el cartel, el cual fue instalado en 1923 precisamente para promover la zona.
La gente comenzó a comprar en el área. El cartel fue abandonado y, como un sitio de filmación barato, se vino abajo. Cuando la ciudad lo declaró patrimonio municipal en 1973, estaba en muy mal estado.
Un grupo de gente adinerada reunió fondos para arreglarlo y en 1978 se creó el Hollywood Sign Trust para preservarlo.
En los años siguientes se convirtió en un centro de atracción que era pintado y arreglado periódicamente, al que no se podía llegar. Era demasiado complicado encontrar caminos que condujesen allí en esta zona montañosa.
Pero todo cambió con la proliferación de los teléfonos de usos múltiples que orientan a la gente donde sea que están. Los residentes del barrio dicen que nada ha vuelto a ser lo que era.
"Ahora tienes a Sally o Suri o como sea que se llamen esos servicios que te dicen cómo llegar allí", expresó el concejal Tom LaBonge, quien representa esa zona, aludiendo a las direcciones habladas que emanan de un iPhone.
Lo que es peor, según Vincent Jeffords, que vive en la misma calle que Pohlman, "si buscas en Google 'cartel de Hollywood y senderos para llegar caminando' en tu teléfono, te guiará allí".
De hecho, hay un portal que te da la dirección de Pohlman como el mejor lugar para tomar fotos del cartel.
La ciudad reaccionó prohibiendo estacionar en la zona a quienes no son residentes del barrio durante los fines de semana y colocando un portón electrónico en el acceso más conocido al sendero. Ahora la gente que quiere ver el cartel de cerca los fines de semana tiene que caminar una larga distancia.
LeBonge dice que quiere que se restrinja más todavía el estacionamiento de gente que no es del barrio y que tal vez se pueda ofrecer un servicio de autobuses al parque.
Pohlman, por su parte, afirma que no le molesta que la gente camine por el barrio siempre y cuando no se suban a su muro ni tiren basura. Parece resignado a la idea de que su casa es un punto ideal para tomar fotos.
Mientras hablaba para este reportaje se acercaron dos mujeres sudorosas, casi sin aliento, y le pidieron agua.
Zeta Kearney, quien programa bodas en Ibiza, España, y su amiga Elyse Smith, corredora de la bolsa en Londres, acababan de tomarse un selfie con el cartel de fondo.
"Es magnífico", dijo Kearney. "Nos divertimos tanto que mañana regresaremos".