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Miles de refugiados siguen desesperados un año después de la crisis migratoria en Asia

Un año después de la crisis de los migrantes en el sureste de Asia, provocada por la llegada de miles de rohingyas y bangladesíes en embarcaciones precarias o a nado, muchos refugiados siguen en una situación desesperada.

Sonamia fue uno de los 400 migrantes hambrientos que fueron socorridos en Indonesia. Iba en un barco verde cuyos demacrados pasajeros pedían auxilio a gritos, una imagen convertida en todo un símbolo.

Varios países los habían rechazado. Indonesia y Malasia acabaron cediendo a la presión y autorizaron atracar a las embarcaciones de rohingyas, con la condición de un reasentamiento, en un plazo de un año, de esta minoría musulmana perseguida en Birmania, de mayoría budista.

Pero un año después cientos de ellos siguen confinados en centros de detención y algunos han vuelto a arriesgar sus vidas, poniéndose en manos de traficantes de seres humanos.

"Aprendí a esperar", cuenta a la AFP Sonamia, en un refugio temporal de Bayeun, un pueblo de la provincia de Aceh, en el extremo norte de la isla de Sumatra.

Este hombre de 42 años todavía vive atormentado por las pesadillas de lo que se ha dado en llamar una atroz partida de "ping-pong": los migrantes van pasando de un país a otro en barcos, muy escasos de víveres y agua.

"Me conmueve cada vez que me acuerdo; teníamos la impresión de que no éramos seres humanos", afirma.

Alrededor de un millar de rohingyas que huyen de las persecuciones en Birmania fueron acogidos en Aceh, pero sólo se quedaron 300. Las otros zarparon de nuevo rumbo a Malasia, donde su suerte es igual de incierta.

En este país 371 rohingyas acogidos durante la crisis migratoria están encerrados en un centro, según las autoridades locales.

Estados Unidos aceptó acoger a 52, pero sigue sin saberse qué pasará con todos los demás, asegura la Agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR).

Cientos de bangladesíes considerados migrantes económicos serán enviados a su país.

La crisis comenzó tras el hallazgo en mayo de 2015 en Tailandia de numerosos cadáveres de migrantes muertos en campamentos de tránsito. Bangkok lanzó una operación policial contra las redes de traficantes de seres humanos que, sintiéndose acorralados, abandonaron barcos de migrantes en medio del mar. Miles de ellos tuvieron que ser socorridos o nadar hasta la costa.

Indonesia y Malasia no firmaron la convención de la ONU sobre los refugiados, lo que complica el proceso de reasentamiento ya de por sí difícil, sobre todo en plena crisis migratoria en Europa, un continente que solía acoger refugiados, explica ACNUR.

"Viendo el número de sirios y otros que llegan por barco a Europa y la crisis a la que se enfrentan los países europeos (...) en este contexto ahora es muy, muy difícil", explica a la AFP Thomas Vargas, representante de ACNUR en Indonesia.

Un año después, los rohingyas continúan bloqueados en Aceh, en refugios temporales construidos en la provincia por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), donde viven esencialmente gracias a donaciones.

Algunos se casaron, tuvieron hijos, otros cultivan campos, estudian mecánica o aprenden a coser. Pero no pueden tener un empleo.

"Aquí no hacemos más que comer, dormir y rezar", cuenta en Aceh Abdul Rasyid, de 25 años, uno de los supervivientes del barco verde. "No tenemos el derecho de trabajar, y yo necesito dinero para enviarle a mi familia en Birmania", se queja.

Desde la crisis de hace un año y las operaciones policiales, el número de migrantes ha bajado considerablemente, afirma un representante de ACNUR en Malasia, Richard Towle, quien aconseja, sin embargo, permanecer alerta ante la gran capacidad de adaptación de los traficantes.