Tanques del ejército llenos de soldados entraron en una ciudad del sur de Filipinas el jueves para intentar recuperar su control después de que insurgentes vinculados al grupo extremista Estado Islámico lanzaron un violento sitio. Miles de civiles huyeron de Marawi temiendo por su seguridad tras el asalto, que preocupa por el posible avance de los radicales en el país.
Al menos 21 personas murieron en los combates que comenzaron el martes por la noche, cuando el ejército registró el escondite de Isnilon Hapilon, un comandante de Abu Sayyaf que juró lealtad al grupo EI, en Marawi. Está en la lista de terroristas más buscados por Estados Unidos y su captura se premia con una recompensa de cinco millones de dólares.
Pero la operación se desmoronó pronto. Los insurgentes pidieron refuerzos y arrasaron las calles, quemando edificios y tomando a un sacerdote y a sus fieles como rehenes antes de blindar la ciudad al mundo exterior.
Por el momento se desconoce el paradero de Hapilon, pero no hubo indicios de que haya sido capturado.
El presidente del país, Rodrigo Duterte, declaró el martes 60 días de ley marcial en el tercio sur de la nación, una zona que incluye Marawi pero que se extiende más allá. Unos 22 millones de personas residen en la región de Mindanao.
Duterte advirtió que podría aplicar la ley a todo el territorio.
La mayor parte de la ciudad seguía sitiada el jueves. Podían oírse disparos y explosiones en la distancia y nubes de humo negro se elevaban al cielo desde el centro de la ciudad, y helicópteros de la fuerza aérea sobrevolaban la ciudad.
"Por la noche podemos oír los disparos", declaró Mohammad Usman, de 49 años y uno de los miles de residentes que salían de la ciudad amontonando sus pertenencias en autos. "Estoy rezando para que las balas no encuentren el camino a mi casa y nos alcancen. Espero que las bombas no caigan cerca y nos hagan daño".
Aunque gran parte de la ciudad estaba blindada, empezaron a conocerse algunos detalles preocupantes.
Duterte dijo que un jefe de la policía local recibió el alto en un puesto de control militar y fue decapitado. El jefe del Estado Mayor del ejército, el general Eduardo Ano, señaló que los insurgentes izaron banderas del grupo Estado islámico en varios puntos. Y el obispo de Marawi, Edwin de la Pena, explicó que los radicales entraron por la fuerza en la catedral de y tomaron como rehenes a un cura católico, una decena de fieles y tres trabajadores del templo.
FUENTE: AP