El balance de las mortíferas lluvias que en los últimos días devastaron partes de Japón, provocando inundaciones y corrimientos de tierra, aumentó a 122 muertos este martes, mientras se desvanecían las esperanzas de encontrar más supervivientes.
El lunes, gracias al respiro que dieron las lluvias, los socorristas pudieron acceder a zonas que hasta entonces habían quedado aisladas y donde las autoridades temen que siga habiendo cuerpos atrapados entre los escombros, pues todavía hay decenas de personas desaparecidas.
Ante el aumento del balance de fallecidos, el primer ministro japonés, Shinzo Abe, canceló una gira prevista por cuatro países para poder visitar la zona golpeada por este desastre.
Más de 70.000 bomberos, policías y soldados fueron desplegados para buscar en las zonas inundadas y partes del centro y el oeste de Japón en las que el paisaje quedó transformado por los corrimientos de tierra.
Pero cuatro días después del inicio de las peores lluvias, empezaba a desvanecerse la esperanza de hallar a sobrevivientes.
"Le dije a mi familia que se prepararan para lo peor", reconoció Kosuke Kiyohara, de 38 años, mientras esperaba noticias de su hermana y dos sobrinos en la localidad de Kumano.
Los rescatistas reconocieron que las probabilidades de encontrar a gente con vida se reducían.
"Es posible que se encuentren supervivientes, pero a medida que pasan los días la probabilidad es cada vez menor", dijo a la AFP un soldado en la zona.
A finales de la semana pasada, algunos ríos con crecidas de más de un metro arrasaron sus orillas, tragándose localidades enteras y obligando a la gente a esperar en las azoteas a ser rescatados.
Las laderas de algunas montañas cedieron ante el peso del agua, provocando mortíferos desprendimientos que golpearon las casas de madera y arrasaron rutas.
En Kumano, soldados y socorristas usaban excavadoras para retirar vehículos aplastados y casas destrozadas. Pero debían proceder con cuidado por si hubiera algún superviviente o los restos de algún fallecido en el desastre.
En un punto de la localidad se veía el morro de un automóvil blanco debajo de la planta superior de una casa que había sido arrancada del resto del edificio y arrastrada por una ladera.
En la vecina prefectura de Okayama, los rescatistas sobrevolaban en helicóptero las zonas aún sumergidas e inaccesibles buscando señales de vida.
"Por lo que pudimos ver desde el helicóptero nadie está pidiendo ayuda", dijo a la AFP un rescatista en Kurashiki.
Según funcionarios locales, se desplegaron camiones que bombean el aguar para ayudar a restablecer el acceso a algunas de las áreas más golpeadas.
Aunque las lluvias amainaron, las autoridades advirtieron que los chaparrones habían aflojado la tierra en las laderas y las faldas de las montañas, lo que podía suponer un nuevo riesgo.
"Instamos a los residentes a que se mantengan cautelosos respecto a los posibles corrimientos de tierras", dijo un funcionario de la agencia meteorológica a la AFP.
El aumento de las temperaturas también es un problema, advirtieron las autoridades, ya que mucha gente se encuentra en modestos refugios o en casas dañadas sin agua corriente ni electricidad.
En un momento se había llegado a pedir a unos cinco millones de personas que evacuaran, pero la consigna no era obligatoria y mucha gente permaneció en sus hogares, quedando atrapadas por la rápida crecida de las aguas o los repentinos corrimientos de tierras.
Naoaki Ogawa, de 68 años, estaba en su casa con su esposa, su hija y su nieto el viernes por la noche, cuando vieron que una ola de barro que arrastraba árboles y vehículos se precipitó colina abajo y se tragó la casa vecina.
Intentaron huir en coche, pero quedaron atrapados cuando una segunda ola se llevó por delante tres vehículos delante de ellos.
Fueron rescatados horas después y regresaron a la localidad el lunes, donde Ogawa recuperó su teléfono, repleto de llamadas perdidas de familiares y amigos preocupados por su suerte.
FUENTE: AFP