El conservador Sebastian Kurz, de 33 años, se dispone a reconquistar el poder en Austria tras las legislativas de este domingo, en medio de una incertidumbre sobre si gobernaría con la extrema derecha, como en el pasado.
En mayo pasado, la coalición gubernamental que Kurz formó dos años antes con los nacionalistas del FPO estalló tras el escándalo del "Ibizagate".
En un video publicado por medios alemanes, se ve en la isla española al jefe del FPO, Heinz-Christian Strache, entonces número dos del ejecutivo, proponiendo participaciones en mercados públicos a una persona afín a un oligarca ruso, a cambio de apoyo financiero.
El escándalo causó la caída del gobierno, pero hoy Kurz conserva intacta su popularidad.
Los sondeos estiman que su partido, el OVP (Partido popular austriaco), tiene entre 33% y 35% de intenciones de voto en las legislativas, superando en 2,5 puntos su anterior resultado de los comicios de 2017. Con ello, quedaría en primera posición, claramente por encima de los socialdemócratas del SPO (23%).
"Quien quiere a Kurz vota a Kurz", proclaman sus carteles electorales. Pero nadie sabe a qué socio elegirá para gobernar, y al respecto el excanciller mantiene una total incertidumbre.
Su formación, el OVP, ¿renovará su alianza con el partido austriaco de la Libertad (FPO), al que los sondeos ubican en tercer lugar?
¿Preferirá Kurz una coalición más sensata con los socialdemócratas? ¿Operará un giro de 180 grados aliándose con liberales y ecologistas, tras una campaña electoral marcada por el clima?
Kurz "envía señales en todas las direcciones para reservarse el mayor número de opciones posibles tras las elecciones", explica a la AFP el politólogo Thomas Hofer.
La campaña electoral estuvo jalonada de revelaciones sobre los gastos de campaña del OVP y por la saga de rivalidades internas en el seno de una extrema derecha en plena recomposición tras el escándalo del Ibizagate.
La alianza de gobierno entre Kurz y Strache, entonces líder del FPO, se selló en 2017 para llevar a cabo una política antiinmigración. Pero el escándalo obligó a Strache a dimitir, así como a los ministros del FPO.
Austria está desde mayo dirigida por un gobierno de transición.
Los dirigentes de las dos formaciones otrora aliadas se muestran ahora como un modelo de coalición que puede servir de ejemplo en la Unión Europea, donde los partidos nacionalistas han multiplicado sus éxitos electorales en los últimos años.
Sin embargo, Sebastian Kurz difícilmente puede correr el riesgo de una nueva alianza con un socio afectado por las sospechas que generó el escándalo. Pero aliarse con otros partidos supondría tener que hacer muchas concesiones, según los expertos. Kurz centra una de sus principales promesas en una baja de impuestos, y no puede renunciar a ello.
Además, Kurz es "sensible a la imagen de su país" en el exterior, "pero en el extranjero sólo se le hablaba del FPO" y sus provocaciones, admite un responsable conservador.
No parece que los problemas del FPO vayan ahora a terminar: ha habido alegaciones de desvío de dinero de los fondos del partido para uso personal de Strache, lo que ha ensombrecido la campaña electoral de esta formación de extrema derecha. Se ha abierto una investigación judicial.
Sebastian Kurz "ha hecho propuestas sobre temas medioambientales, ya que no excluye, tras haber encarnado la firmeza ante la inmigración, convertirse en adalid de una ecología conservadora", opina el politólogo Patrick Moreau.
Se prevé que los Verdes vuelvan al parlamento este domingo, y ya se han mostrado dispuestos a negociar con los conservadores de Kurz y con los liberales del partido Neos. Una coalición entre tres partidos sería algo inédito en Austria. En cualquier caso, una coalición de este tipo requeriría de largas negociaciones.