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En Panamá las peleas a muerte entre gallos son una tradición y un deporte

Ana de León ,Panamá, 16 nov (EFE).- En medio de un gentío que grita llegan dos hombres a la gallera 'Los primos', cada uno con sus "pollos" dentro de un maletín y sabiendo cuánto dinero quieren apostar: "mi gallo va a mil" dólares", propone uno y su contrincante acepta.,Los dos galleros acuden a la pesa con sus animales para saber si están equilibrados. Luego se acercan al juez que está oficializando ese fin de semana la pelea de gallos en "Los primos", situada en la periferia de Ciudad de Panam

En medio de un gentío que grita llegan dos hombres a la gallera 'Los primos', cada uno con sus "pollos" dentro de un maletín y sabiendo cuánto dinero quieren apostar: "mi gallo va a mil" dólares", propone uno y su contrincante acepta.

Los dos galleros acuden a la pesa con sus animales para saber si están equilibrados. Luego se acercan al juez que está oficializando ese fin de semana la pelea de gallos en "Los primos", situada en la periferia de Ciudad de Panamá.

Para que ambos animales puedan luchar hay tres requisitos: tener el mismo peso, estar de acuerdo con la cantidad de dinero a apostar y también con el tipo de espuelas, que pueden ser de plástico o también de carey, la caparazón de una tortuga endémica de la frontera entre Panamá y Costa Rica que se encuentra en peligro de extinción.

"Esto es un deporte que no lo puedes coger como una chinguia (la apuesta de dinero en juegos), sino como un hobby", dijo a Efe Jesús Duque, un panameño de 49 años y que ha dedicado casi toda su vida a las peleas de gallos, que son una tradición en este país centroamericano.

Las peleas de gallos son legales en Panamá y la actividad está regulada por el Estado, que designa un "juez deportivo" para las mismas. Hay una veintena de galleras en el país: una por provincia y 10 en la capital.

Los galleros pagan sus impuestos, el alquiler del local y la seguridad. Cobran entrada al público, unos 10 dólares, y la pelea de los animales está controlada por un juez.

Todas las semanas se organizan torneos: hasta 90 batallas se pueden librar durante una noche. Y con ellas, las apuestas de los propios galleros y del público van en aumento.

"En una noche he llegado a ganar hasta 3.000 dólares contra el famoso Benito Mojica, conocido como abogado del diablo. Todos se acuerdan de esa pelea", enfatiza Duque a Efe, quien ha preparado a su gallo durante toda la semana.

Los dos gallos libran una batalla en el "ring" de unos cuatro metros de diámetro, mientras sus dueños junto con un público eufórico no paran de gritar: "¡¡Vamos, carajo!! ¡Dale pollo, estás regalando plata!".

En este deporte gana quien pelea mejor, o quien sobrevive. Los gallos, al igual que un boxeador, tienen un entrenamiento y dieta adaptada para poder disputar el encuentro.

Duque tiene su propio corral en uno de los barrios más pobres y peligrosos del país, El Chorillo. En medio de casas de madera medio derruidas, cuenta que tiene casi 85 gallos, pero no todos se preparan para pelear.

Todas las mañanas acude a echarles de comer y ver su estado, pero solo dos veces a la semana entrena a los gallos de combate. El entrenamiento de dichas aves dura 15 minutos y trabaja sobre todo sus reflejos y rapidez.

Su ayudante, Gregorio Aguilar, de 67 años, quien dedicó parte de su vida a trabajar para una de las empresas agrícolas más grandes de Panamá, se encarga del estado de esos animales todos los días junto con Duque.

"Yo me he dedicado esto de lleno (...) este deporte consiste en preparar el pollo que tenga mínimo un año de vida para peluquearse y descrestarse. El entrenamiento antes de su primer combate debe durar entre 2 y 3 meses", cuenta Duque mientras da de comer a sus aves en el corral.

Duque insiste en que este deporte, aparte de ser como otro cualquiera, es comparable con el boxeo. "Aquí al lado hay un gimnasio de boxeo, mis gallos se entrenan como ellos", comenta entre risas.

Sin embargo, lo tiene claro: "no ganamos, pero como nos divertimos...". Esa frase, la tiene pintada en la puerta de su gallinero, para recordarle siempre cuál es el objetivo de su pasión.

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