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Las cebras siguen arrancando sonrisas y educando en las calles de La Paz

El cruce entre la avenida Camacho y la calle Bueno de La Paz es uno de esos caóticos hervideros de automóviles y peatones apresurados. Por eso es curioso ver a una cebra cantando, dando saltos, bailando y parando a los vehículos para que las personas puedan pasar.

Son las cebras de La Paz, un símbolo que se ha convertido en patrimonio de la ciudad boliviana, que buscan concienciar a peatones y conductores sobre construir una ciudad mejor.

Se han hecho famosas en las últimas semanas cuando el presentador británico John Oliver cerró hablando de ellas su programa "Last Week Tonight", pero las cebras paceñas llevan desde 2001 saliendo a la calle como parte de un programa municipal con jóvenes voluntarios para concienciar de hábitos cívicos y seguridad vial a la población.

"El semáforo ya va a cambiar, subimos a la acera", dice una cebra; mientras, en el paso de cebra perpendicular, otra de sus compañeras se lanza a parar a un vehículo para que una señora mayor que se ha abalanzado en el último minuto a cruzar la calle no sea atropellada.

Luis Denis Sosa, que así se llama esta intrépida cebrita, cuenta a Efe que lo primero es su seguridad y la de los transeúntes.

Los conductores, después de más de 15 años viendo a estos simpáticos personajes por las calles, ya se han acostumbrado a sus bailes y su trabajo, así que no suele haber problemas.

Sosa lleva tres años y medio como cebra y ahora es coordinador de los equipos de cebras de uno de los grandes barrios paceños, el macrodistrito de Cotahuma.

Sale mañana y tarde, en los dos turnos que hay, con unas 15 o 20 cebras y ayuda a distribuirlas por la zona y a apoyarlas en las calles, porque algunas aún son jóvenes y necesitan "mejorar lo que es la actitud cebra", dice.

"Estoy acá porque las pequeñas cosas que nosotros realizamos como cebritas generan un gran cambio en nuestra querida ciudad de La Paz", asegura Sosa.

Todo trabajo es voluntario, aunque la alcaldía les proporciona a estos jóvenes un pequeño apoyo económico en forma para transporte, alimentos y material que requieren para proseguir con los estudios, porque para ser cebra se necesita ser estudiante y tener entre 16 y 24 años.

El secretario municipal de Educación y Cultura Ciudadana, Sergio Caballero, explica que han valorado contratar a las cebras como funcionarios de la alcaldía, pero que finalmente, si eso ocurriera, se perdería "el valor esencial de lo que es el programa, esa vocación de servicio de los jóvenes hacia su ciudad".

Al principio, el programa tenía un fuerte signo social y eran jóvenes en proceso de rehabilitación o inserción social, pero el éxito ha hecho que se abra a todo tipo de jóvenes.

Ser cebra aporta una experiencia muy valiosa, dice Caballero, que cuenta que hay casos de mujeres que han abierto guarderías, por ejemplo, con la simple carta de presentación de poder decir "yo he sido una cebra; yo soy una cebra".

Decía John Oliver en su programa que todo es mejor si añades una cebra a la situación, y seguramente lo dijo sin saber la felicidad que transmiten y la alegría con la que dan los buenos días a quien pasa a su lado.

"Cuando llegué a La Paz/encontré una ciudad/con sus cebritas/ ¡Qué lindas están!", cantan al unísono cinco cebras por la calle, mientras preguntan a los viandantes qué tal les va y sacan una sonrisa a quien lleva una cara cansada ya desde primera hora de la mañana.

Antes de salir, hay todo un proceso: primero, ponerse la piel cebra, pues ellas no consideran que se disfrazan, y luego el calentamiento.

"Empezaremos con el movimiento de cabeza... 1,2,3,4... ¡Al otro lado!", son poco más de las siete de la mañana pero ellas proceden poco a poco con todas las articulaciones del cuerpo.

Luego viene el saludo en forma de canción: "Buenos días a mí, buenos días a ti... ¿Cómo están las cebras? ¿Cómo están?". Y alguna canción para comenzar a entrar en el juego. "¿Estamos listas para salir a la calle, cebritas?". Sí, ahora sí lo están.

Dice Caballero que esto es un programa a largo plazo y que, después de más de una década, ya hay una generación que ha crecido con las cebras en las calles.

De hecho, el mayor impacto de estos personajes es el que producen en los niños, que corren a abrazarlas y les dicen a sus padres que no hay que cruzar cuando el semáforo está en rojo o que los papeles se tiran a la basura, porque antes se lo ha dicho una cebra, ya sea en la calle o en uno de los talleres que realizan en las escuelas.

"Ser cebra es tener una actitud, una oportunidad y las ganas de poder llevar el mensaje y masificar el amor dentro", dice otro de estos educadores, Daniel Alexander Osori. "No dejamos que la ciudadanía sea indiferente al caos de nuestra ciudad", resume.

FUENTE: EFE