Una de las experiencias cotidianas más comunes en nuestras vidas, es cuando llegamos a casa y nuestras mascotas nos reciben con una emoción extrema como si hubiesen pasado meses sin verte.
Con la llegada de una mascota a la familia, que por lo general llegan con pocos meses de existencia, ellos se vuelven parte de núcleo familiar transformándose en prácticamente en el bebé de la casa, debido a su comportamiento con el trascurrir del tiempo, donde lo alimentas, lo sacas a pasear y le brindas caricias. Además impacta positivamente en el crecimiento socio-emocional de los niños.
El afecto hacia las mascotas va más allá de ciertas actividades obligatorias; la “inversión” que reciben ellos incluye: citas al veterinario mensualmente, alimentos especiales, ropa y accesorios, vitaminas, cortes de pelo, etc. La gran cercanía llega hasta el punto donde duermen en nuestras camas, y comen de nuestros propios alimentos.
Inclusive en los momentos trágicos, sentimos más afecto o reacción por nuestros amigos domésticos, pues vemos la vulnerabilidad en la que se encuentran expuestos.
FUENTE: Luis Diaz Govea