A pesar de su formación clásica es, frente al piano, un enlace entre lo culto y lo popular. Y no podía ser de otra manera, proviene de un tronco familiar profundamente enraizado a la cubanía. Su padre Cintio fue poeta, narrador, ensayista y uno de los estudiosos más cercanos a la obra de José Martí, Apóstol Cubano. Fina García, su madre, es "la poetisa silenciosa de La Habana" y merecedora del premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.
Él, José María Vitier, figura entre los concertistas más importantes de la Isla caribeña e indiscutiblemente como uno de sus músicos más virtuosos. Se le reconoce por ser autor de bandas sonoras de películas como Fresa y chocolate (nominada a los premios Oscar) y El siglo de las luces. Además de componer las obras Misa cubana y Salmos de las Américas.
José María es también un cubano creyente que tocó en el Vaticano su propia creación. Un hombre fiel a sus discursos que hoy aboga por una cultura inclusiva y abierta en su país cambiante.
"Cuba es un país extraordinario para esta profesión. Es una fuente inagotable de inspiración", dijo en una ocasión. ¿Alguna vez ha pensado cómo sería la música de José María Vitier sin la influencia del arte cubano?
Nunca he imaginado otro escenario para mi vida o mi música que no sea este en el cual nací y moriré. Si hubiera vivido inserto en otra realidad supongo que intentaría ser fiel y coherente a la misma. Uno no elije donde nace o donde muere. Pero sí puedo elegir escoger determinados paradigmas y caminos en la creación y en la tradición que hereda, y asume como propia. La cultura cubana, y no solamente la cultura musical, sino todo el caudal de pensamiento, integridad, diversidad y eticidad que la conforma son mi primera fuente de información y de inspiración. Haber nacido, haberme formado y continuar trabajando como artista y como ciudadano en Cuba y para ella, es una bendición para mí y un compromiso.
Ha sido un autor que también ha compuesto por encargo. ¿Cómo es encausar su música hacia emociones ajenas?
Se ha dicho mucho que el compositor de música para cine, o para cualquier otra manifestación audiovisual, debe dejar a un lado sus aspiraciones personales de creación y disponerse a trabajar colectivamente, e interpretar las aspiraciones de un guionista, un director y, cada vez más frecuentemente, de un productor. Esto no signifique que renuncie a que su aportación sea no solo original y sincera, sino expresión de una necesidad propia. La clave me parece que es interiorizar esa "emoción ajena" y convertirla en una experiencia personal.
La fe cristiana en cierta medida ha signado la vida de su familia, hablemos de esa religiosidad.
Pienso que la religiosidad, en el sentido de creencia en algo que nos trasciende. Es un sentimiento inherente a la existencia humana. El ser humano necesita dotar a su vida de una sensación de ascenso y destino. Todos queremos, lo reconozcamos o no, que nuestras pequeñas vidas estén de algún modo destinadas a prevalecer. Hay innumerables formas de expresar ese anhelo. No es preciso siquiera creer en un Dios para ello. A veces otra categoría, igualmente abstracta toma su sitio en nuestro altar personal. La religión es una forma de expresar esa necesidad de "sentido" a nuestra vida, pero no es la única. El amor, el arte, el conocimiento, son formas también de creencia, de fe y también de duda. Y lo que pienso es que esta necesidad tiene, por lo menos en mi caso, una manera de manifestarse que ocurre a nivel sentimental. Diría que íntima y emocionalmente.
Producto de esa misma fe cristiana crea una obra que pudo tocar precisamente en el Vaticano para celebrar el 70 aniversario de las relaciones entre Cuba y el Santo Estado. ¿En qué contexto surge la Misa cubana?
La Misa cubana, fue un tributo que quisimos ofrecer, mi esposa Silvia y yo a la Patrona de Cuba, en circunstancias personales que otras veces he narrado y me excuso de repetir. El "contexto", si te refieres al momento concreto en que surgió, no fue nunca para nosotros relevante. Ocurrió en nuestras vidas cuando tuvo que ocurrir. Algunos pensaron que no era "el momento" para acometer un proyecto semejante. Pero los que nos apoyaron, incluyendo algunos "ateos practicantes", tampoco estuvieron creyendo en "contextos" y jugaron un papel decisivo en la difusión de la obra. Lo hicieron porque confiaron en nosotros y en la necesidad de una acción cultural unitiva e incluyente. Y luego la música, en la que sí todos creemos, hizo el resto.
En los últimos años pareciera que Cuba comienza a romper su inmovilismo y se abre, casi, al mundo. ¿Qué opina de "la apertura" que vive nuestro país?
Comparto la muy extendida opinión favorable y las esperanzas que estos cambios suscitan. Es un reclamo de los tiempos y una condición indispensable, no solo para el desarrollo de la nación, sino también para la preservación de lo alcanzado. Un pueblo necesita ver el fruto de su sacrificio y también de su firmeza. Los cambios, sin embargo, todavía enfrentan suspicacias y temores. Por ejemplo, ante la nueva situación que implica una eventual normalización de las relaciones Cuba-USA. Quizás es inevitable que así sea. Es un proceso laborioso y complicado lograr (citando palabras de Martí) "convertir todo ese veneno en savia", pero soy de los que confían en que la apertura externa y la flexibilización interna, son las nuevas coordenadas de una gran oportunidad histórica.
¿Cuál es su opinión sobre el vínculo entre los artistas cubanos residentes fuera y dentro de la Isla?
Afortunadamente creo que veremos el día en que desaparezcan, o al menos se mitiguen mucho: las barreras y los rencores. Francamente no pensé que viviría para verlo. Pero ya es un hecho que esos intercambios son cada vez más frecuentes y normales. Asistimos a la construcción de un nuevo escenario, más inclusivo, más tolerante, en todo aquello que nos identifica como patria cultural. Demoramos mucho en comprender que Cuba estaba donde quiera que sus hijos la amen y la protejan. Y creo, como dijo un gran intelectual cubano, que en este proceso "a nosotros nos corresponde abrir los brazos".
"La música es una profesión de la que nunca te retiras, en la que nunca se termina de crecer y aprender" ¿Cuál es esa música que le queda por escribir?
Mucha, demasiada quizás. Quiero escribir sobre todo más música para piano y para formatos sinfónicos. También siento que no he escrito lo suficiente para coros, siendo una de mis pasiones. Quisiera completar mis ciclos de canciones, populares y líricas, muchas de las cuales están compuestas pero no debidamente escritas. El concierto para piano y orquesta que tanto he anunciado y que espero madure completamente en mi imaginación para poder realizarlo. Ahora tengo una nueva fuente de inspiración en la obra pictórica de mi esposa Silvia, que resulta una motivación especialmente seductora. En fin… probablemente debido a mi profesión tengo una aguda percepción del tiempo, por eso sé que debo apurarme.
FUENTE: Claudia Padrón Cueto