El futbolista Cesc Fàbregas, quien milita actualmente en el AS Monaco de la liga francesa, no ha tenido reparo en abrir las puertas de su casa, y de su corazón, a la reportera Samanta Villar y a las cámaras de su programa del canal Cuatro, entre otras cosas para sincerarse abiertamente sobre el efecto anímico y psicológico que sigue teniendo para él un hecho tan duro como la separación de sus padres, quienes pusieron fin a su matrimonio cuando el deportista solo tenía 14 años.
Además de admitir que semejante acontecimiento le sigue produciendo una enorme tristeza y devuelve a su mente recuerdos muy dolorosos, el que fuera centrocampista del FC Barcelona, Arsenal y Chelsea ha revelado que la ruptura de su antaño vida familiar ha influido hasta cierto punto en su deseo -cumplido con creces, todo sea dicho- de formar su propia familia para recuperar la "estabilidad" perdida.
"Aún a día de hoy me sienta mal, es una cosa que llevo dentro pero siempre la tengo aquí. Rompió mi cabeza, para mí fue un problema muy grande. Me distorsionó un poco. Yo era un chico con las ideas muy claras, tenía una vida muy estable", asegura el deportista catalán durante una íntima conversación en el coche de la periodista.
El que fuera campeón del mundo con la selección española de 2010 no ha dudado en relatar incluso la forma en que se enteró de la separación de sus padres y la reacción tan impulsiva que protagonizó al conocer una noticia que no se esperaba en absoluto.
"Nos llamó mi padre diciendo que era una reunión familiar. Yo pensaba que nos iba a contar que mi madre estaba embarazada, porque hasta entonces todo había sido muy normal. Pero a mi padre se le veía afectado y mi madre acabó tomando la palabra. Me quedé en 'shock', me fui a mi habitación y pegué un portazo", ha añadido en el mismo programa, llamado 'Samanta y la vida de...'.
En otro orden de cosas, Cesc Fàbregas, padre de tres niños junto a su esposa Daniella Semaan y orgulloso padrastro de los otros dos retoños de la modelo, ha dejado patente su intención de retirarse de la competición profesional más pronto que tarde, una circunstancia que atribuye a sus 33 años de vida y, sobre todo, a la certeza de que su rendimiento y energía en el campo se reducirán inevitablemente con el paso del tiempo.