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La capoeira permite a los niños de la calle de Kinshasa expresarse

KINSHASA (AFP). La capoeira, a la vez danza y arte marcial brasileño de origen africano, se ha vuelto muy popular en Kinshasa, capital de la República Democrática del Congo, donde muchos niños de la calle han logrado mejorar su situación gracias a su práctica.

Unos 200.000 niños abandonados viven en las calles de Kinshasa, la megalópolis congoleña, que cuenta con 12 millones de habitantes.

Estos "shégués" (niños de la calle en idioma lingalá) cuyo nombre es sinónimo de "raponeros" --se dedican con frecuencia a robar--, son reacios a aceptar las ayudas que decenas de ONG les aportan.

En la calle sufren desnutrición y muchos se prostituyen o son víctimas de la violencia.

Tres veces por semana, Yannick N'Salambo, informático congoleño apasionado por la capoeira, llega a la plaza comercial de Limete, un barrio popular de Kinshasa, y se abre un espacio entre los vendedores de carbón o verduras, los lustrabotas o vendedores de "minutos" en celulares telefónicos.

N'Salambo aprendió capoeira con un brasileño residente en Bruselas que llegó una vez a Kinshasa y ahora enseña a los niños de la calle.

Provisto de arpas, llamadas "berimbau", de tamborines o de "reco-reco", un raspador, para el ritmo, N'Salambo pone música, acompañado de sus ayudantes, al calentamiento y luego a las sesiones de danza-combate. Los actores se lanzan de dos en dos.

Hacen piruetas, se paran en las manos, amagan, se acercan, se observan, evitándose cuidadosamente, aun cuando a veces uno de los participantes, que no ha logrado entrar en el ritmo de su pareja-rival, lo toca.

"¡Malembe!" (suave, en lingala), dice el maestro, que toma el lugar de quien ha fallado y le muestra cómo actuar sin tocar al otro.

A su alrededor, una docena de niños de entre 5 y 13 años, están allí, acuclillados, observando atentamente. Sin zapatos, en camiseta y pantalones largos. Al cabo de unos minutos, el dúo deja de actuar para ser reemplazado enseguida por otros que se esfuerzan en mostrar que han asimilado los pasos del baile/lucha.

El curso de capoeira dura dos horas y termina con una revisión de las reglas del grupo: cumplir con tareas escolares, estar presentables, respetar las funciones de cada uno y ser puntuales.

"He visto grandes evoluciones. La capoeira ha transformado a estos niños, que no obedecían a nadie y eran agresivos, irrespetuosos, ayudándolos a reestructurar su psicología", dice.

Uno de sus asistentes, Ninja, de 30 años, salió de la calle gracias a la práctica de la capoeira.

"El era tímido y cerrado sobre sí mismo. La capoeira le ha permitido expresarse", dice N'Salambo.

"Es un deporte que nos enseña a ser amigos", dice Jeremie Chibenda, de 14 años.

Francis, de 9, afirma por su lado que se siente "en buena salud" cuando lo practica.

El joven embajador de Brasil en la República Democrática del Congo, Paulo Uchoa, dice estar "muy orgulloso" de que la capoeira brasileña haya aportado algo a la vida de los niños congoleños.

"Voy a hacer todo lo posible para apoyarlos", promete, recordando que Brasil y África han estrechado sus lazos en los últimos tiempos.

En 10 años los intercambios comerciales de su país con el continente africano pasaron de 5.000 a 26.000 millones de dólares, y el número de embajadas brasileñas en tierra africana pasó de 15 a 38.

La capoeira es una práctica cuyos orígenes remontan a la época del tráfico de esclavos desde África a Brasil durante el siglo XIX. Como se les prohibía que se entrenaran para combates, modificaron la apariencia convirtiéndolo en danza. Los instrumentos de música que la acompañan son parecidos a los utilizados en África central.

FUENTE: Agencia AFP

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