A Pablo Piña ya le robaron seis veces en los últimos dos años. Los ladrones entraron tres veces a su inmobiliaria y, a pesar del sistema de alarmas y de tener contratada una empresa de seguridad, se llevaron el dinero y las computadoras. También ingresaron a dos casas que Piña tenía en obras y robaron herramientas y materiales varios. En otra oportunidad, se llevaron la radio y una cámara fotográfica que Piña tenía en su camioneta, estacionada en el jardín de su domicilio.
Piña quiere que se haga algo para frenar la ola de robos y violencia que sacude a Uruguay, pero está confundido por la oposición del gobierno a un proyecto de reforma constitucional que contempla leyes más severas para los delincuentes adolescentes y que es uno de los temas centrales de las elecciones presidenciales del domingo 26 de octubre.
"Por sentido común, creo que sería bueno aprobar esta reforma. Pero hay gente que para mí es referencia que dice que lo mejor es no votar, y al final no sé qué pensar. Todavía no lo tengo decidido", dijo Piña en alusión al plebiscito sobre una posible reducción de la edad de imputabilidad que acompañará las elecciones
Las historias de robos y asaltos se repiten con tanta frecuencia en Uruguay que no es extraño que la seguridad pública sea el principal tema de debate en la campaña. "Para el 60% de los uruguayos la seguridad pública es el problema más importante o el segundo", dijo a la Associated Press Ignacio Zuasnabar, de la empresa Equipos, una de las principales consultoras de opinión pública.
Para el diputado socialista Julio Bango, del oficialista Frente Amplio, el reclamo de más seguridad "es una preocupación genuina de los ciudadanos" que se incrementó, en parte, porque las angustias por otros temas, como el desempleo, se disiparon en los últimos años de crecimiento del país. "En la medida que la calidad de vida de la población mejoró, se instaló una legítimo reclamo de mayor seguridad. Tiene que ver, además, con un aumento de la violencia asociada a los delitos. El número total de delitos se mantiene más o menos constante, pero ha subido el número de delitos violentos".
Los robos con violencia, llamados "rapiñas" en Uruguay, pasaron de 11.391 en 2009 a 16.718 en 2013. Los homicidios, que fueron 199 en 2011, alcanzaron los 260 en 2013, el 20% de ellos cometidos durante asaltos a mano armada. Historias de ajustes de cuentas entre bandas de narcotraficantes y crímenes encargados a sicarios, inimaginables en Uruguay una década atrás, ahora se repiten con frecuencia. El 27 de septiembre un hombre fue asesinado a balazos dentro de un ómnibus del transporte público de Montevideo y otra pasajera fue herida de un balazo. La historia provocó una verdadera conmoción en un país pequeño, de apenas 3,3 millones de habitantes, que durante décadas se ufanó de sus niveles de seguridad.