Aunque el primer ministro húngaro, Viktor Orban, se enorgullece de la "muralla" construida en la frontera con Serbia para impedir la llegada de migrantes, estos últimos, curtidos por la guerra, se desenvuelven para franquear la valla rumbo a Europa occidental.
Como pudo constatar la AFP, la valla construida no detiene a estos migrantes, quienes previamente han logrado abandonar sus países en guerra, realizar una peligrosa travesía por el Mediterráneo y recorrer cientos de kilómetros a pie.
"No tememos ni a la policía húngara, ni a la valla", asegura Nasreen, una siria de 29 años, tras haber traspasado la alambrada entre Serbia y Hungría.
"Esto no es nada comparado con lo que atravesamos en Siria. Nuestro país está devastado, hemos hecho frente cada día a bombas, asesinatos, sangre y muertos", recuerda.
Nasreen, vestida con un suéter a pesar del calor del final del verano, explica que las capas de ropa adicionales serán útiles, cuando las noches sean más frescas a medida que atraviesen Hungría rumbo a su destino final: Alemania o Suecia.
La alambrada de tres pisos alcanzará dentro de poco los 175 kilómetros que separan Serbia de Hungría. A largo plazo, Budapest desea construir un muro de cuatro metros, cuyos trabajos empezarán en julio.
El gobierno húngaro anunció además el viernes que tienen la intención de castigar con tres años de prisión a cualquier persona que cruce ilegalmente la valla.
Unos mil policías patrullan a lo largo de la verja, a quienes se les unirán 2.000 efectivos más a partir del 1 de septiembre.
Por el momento, esta alambrada provisional no impresiona demasiado a este experto en informática iraquí de 25 años, que prefiere guardar el anonimato y que viaja rumbo a Bélgica, donde viven allegados suyos.
"No me importa la valla o la policía. Tengo dinero. Encontraré un taxi", asegura.
Según las autoridades húngaras, 3.000 personas, entre ellas 700 niños, cruzaron la frontera entre Serbia y Hungría a lo largo de la jornada del miércoles. Un récord.
La media diaria se situaba unos días antes en entre 1.000 y 1.500 entradas, una cifra que representaba ya una importante progresión respecto a las entre 250 y 500 personas registradas diariamente desde principios de año.
En total, desde enero, 140.000 personas han traspasado la frontera entre ambos países.
Allí, las tropas húngaras, que acaban de levantar la valla, parece que han dejado deliberadamente algunas de sus herramientas en el lugar.
Los refugiados las utilizan para levantar la parte inferior del alambrado, una manera más segura de franquear la frontera que atravesándolo.
Familias, principalmente sirias y afganas, también escalan la valla coronada de alambres sin herramientas para protegerse, cerca de la localidad fronteriza de Röszke.
Una acción arriesgada, vistos los gritos de una chica cuyos cabellos negros se quedaron enganchados entre los alambres y cuya madre tuvo que intervenir. Una vez superado el obstáculo, la familia corrió hacia un bosque próximo.
Cochecitos de bebé, mochilas o mantas se encuentran desperdigados a lo largo de la frontera, al verse los refugiados obligados a abandonarlos precipitadamente.
Ninguno de los refugiados, con quien habló la AFP, expresó su deseó de permanecer en Hungría, pese a ser un país miembro de la UE. Para ellos, su único destino es la Europa occidental.
"¡Alemania!, ¡Alemania!", grita un adolescente afgano, cuyos ojos azules contrastan con su piel curtida tras dos semanas de ruta. Vestido con un suéter rosa y un par de vaqueros, asa una mazorca de maíz en un fuego improvisado.
"Yo quiero ir a Alemania", explica Kasim, de 35 años, profesor de matemáticas en Irak. "Podemos encontrar trabajo allí y el sistema de salud es de buena calidad y accesible a todos", se justifica.
Tras iniciar su viaje hace algunos meses, Kasim pasó por Egipto, donde no pudo encontrar trabajo, y por Turquía, donde asegura que sólo encontró hostilidad. "Entonces, decidí ir a Europa", añadió.
A unos cientos de metros de allí, en el lado serbio, una agente de policía indica a los refugiados el camino a seguir, el lugar donde las familias pueden atravesar la frontera con total seguridad bordeando una vía férrea aún abierta.
Una vez en el otro lado, la policía húngara los guía hasta el punto de encuentro ubicado al lado de un campo de maíz. A continuación, los autobuses los transportan a un centro de registro cercano, una etapa más en su tortuoso camino hacia el norte.
FUENTE: AFP