El belga Greg van Avermaet sumó este miércoles su segunda victoria en el Tour de Francia, tras la que consiguió el año pasado en Rodez, pero sobre todo se vistió de amarillo, un premio que no se esperaba y que, confesó, le hizo más ilusión que el triunfo parcial.
"Ya había ganado una etapa en el Tour, y fue el triunfo más importante de mi carrera, pero vestirme de amarillo me hace mucha ilusión. Los ciclistas como yo no tenemos muchas opciones de tener este maillot, normalmente solo podemos soñar con ello", dijo el corredor del BMC, que llevó a buen puerto una larga fuga en el Macizo Central con meta en Le Lioran.
Como todo liderato, Van Avermaet se llevó un león de peluche que aseguró que tiene un destinatario claro, su hija Fleur, que nació hace un año pocos días después de que su padre levantara los brazos por vez primera en la ronda gala.
Unos días más tarde de aquel triunfo en Rodez, el belga dejó las carreteras francesas para acudir junto a su esposa y al nuevo miembro de la familia.
Con aquella victoria, Van Avermaet puso fin a un rosario de segundos puestos, y dio por acabada una mala racha de caídas e infortunios que le había impedido ganar alguna clásica más.
"Después de tantas decepciones creo que la suerte vuelve a sonreírme. Con dos triunfos en el Tour, creo que he cumplido un sueño y que todos los esfuerzos que he hecho en los entrenamientos han merecido la pena", aseguró.
El belga no se hace ilusiones con su flamante jersey amarillo. Sabe que está en un equipo que se debe a sus dos jefes de filas, el australiano Richie Porte y el estadounidense Tejay van Garderen.
"De momento voy a intentar disfrutarlo mañana, pero no quiero que se convierta en un peso para el equipo. Al contrario, me gustaría que sirviera para levantar la moral de los muchachos", aseguró.