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Las bodas colectivas, una bendición para los pobres

En el desierto argelino, 30 mujeres de familias pobres, con el cuerpo envuelto en telas bordadas de pedrería y la cara cubierta por un velo, se prestan bajo una carpa al ritual del maquillaje para un acontecimiento que nunca creyeron posible: su boda, celebrada de forma colectiva.

Al día siguiente, los 30 novios celebran su matrimonio en una ceremonia separada. Adosados contra un muro ante unos 200 invitados, todos llevan la capa tradicional encima de una túnica y pantalón. Lucen también un turbante y una espada de la región como señal de respeto a su patrimonio.

La escena transcurre en Ain-Salah, una ciudad subsahariana situada a 1.500 kilómetros de Argel y atribulada por la pobreza pese a los numerosos campos de gas que tiene la región.

Y sin la ayuda de una organización benéfica, "SOS-3e âge El-Ihsane" (SOS Tercera Edad), estas mujeres y hombres, huérfanas y huérfanos de padre o madre, probablemente nunca habrían tenido una vida de pareja.

"La iniciativa de financiar y ayudar a los jóvenes es buena", dice uno de los novios. "Cuando escuché hablar de esta asociación que ayuda a los necesitados [para que puedan casarse], quise participar", dijo.

"En estas zonas del interior, la gente es pobre y necesita que le ayuden", explicó la presidenta de la asociación, Souad Chikhi.

Otra asociación local se encarga de seleccionar a los elegidos, después de haber confirmado que cumplen con una serie de criterios.

Tras las dos ceremonias colectivas, las mujeres, acompañadas de un padre, hermano o tío según los casos, se dirigen al domicilio del esposo que vive con familiares.

Ante las mujeres que reciben a cada una de ellas en la habitación nupcial, mantienen el velo "por miedo a que su belleza sea robada", según una vieja creencia.

Descubrir su rostro es un privilegio reservado al marido en la intimidad.

"Es una costumbre heredada de nuestros antepasados que seguimos aplicando", explicó a la AFP la maquilladora Hadja Aya.

Las 30 parejas se casaron por lo civil, como se hace a menudo en este país conservador. Si no tenían los medios para pagarse ellos mismos una ceremonia y una fiesta es porque el coste es disuasorio para la gente con escasos ingresos.

Una boda, por muy modesta que sea, cuesta como mínimo 1,2 millones de dinares (8.000 euros) -pagada al 50% por los contrayentes-, lo que representa más de dos años de salario mínimo mensual (150 euros), a menudo ahorrados a base de duros sacrificios, según varios testimonios recogidos por la AFP.

En 2015, sólo se celebraron 369.074 matrimonios en Argelia, frente a 386.422 en 2014, es decir una disminución del 4,5% en este país de más de 40 millones de habitantes en el que la población crece cada año en más de un millón de personas.

La ceremonia de boda es sin embargo primordial en Argelia, donde salvo raras excepciones permite a los esposos iniciar una vida de pareja.

Por eso las ceremonias colectivas se multiplican desde hace varios años en el país, financiadas por mecenas u organizaciones benéficas.

Las bodas colectivas "son un indicador de la solidaridad social", opina la socióloga Fatma Oussedik, interrogada por la AFP.

En Ain-Salah, los 30 esposos son chóferes, guardias o trabajadores agrícolas. Sus futuras esposas no tienen trabajo. Las parejas deberán convivir con familiares por falta de medios para poder alquilar vivienda propia.

De regalo recibieron electrodomésticos, vajilla y ropa para la casa y para ellos. En el ajuar de la pareja hay también zapatos y productos de belleza.

En la carpa de las novias, donde reina un fuerte olor a incienso, una maquilladora toma un bote con un polvo perfumado y diluido en agua, para realizar dibujos sobre el rostro de la novia. Otras le deslizan en los dedos anillos regalados por el esposo y le tatúan las manos con henna, como manda la tradición.

Los novios también se prestan al ritual al son de los bajo el sonido de los tamboriles que acompañan los cánticos religiosos: afeitado, henna y kohl para los ojos.

Y permanecen silenciosos, con la alegría contenida por el pudor.