La pandemia es una época de necesidad, en la que también se puede hallar esperanza y luz en la oscuridad. Con la motivación y la visión de ayudar al prójimo, de brindar un poco de alivio en momentos difíciles, no solo a nivel de salud sino también a niveles económicos, así nace el Movimiento Ayuda Social Panamá .
Los voluntarios del Movimiento Ayuda Social Panamá han recorrido el país entero llevando un rayo de luz a lugares de difícil acceso, lugares donde la pobreza solo ha empeorado en tiempos de pandemia. Les ha tocado pasar por trochas, ríos y lodo para poder entregar esperanza a esas familias que tanto lo necesitan.
Nada es impedimento para ellos. El trabajo que han realizado hasta el momento no se limita solo a bolsas de comida, también han realizado proyectos sociales de educación. Los voluntarios lograron movilizar a una docente para atender a estudiantes de una comunidad que no cuenta con internet ni acceso a dispositivos móviles.
Un esfuerzo de muchos
Las principales fuentes de ayuda al Movimiento Ayuda Social Panamá vienen de personas que desinteresadamente le suministran donaciones, ya que han visto la labor que realizan a través de redes sociales.
Adicionalmente, se han organizado jornadas en los semáforos buscando los fondos para seguir llevando esa ayuda, también organizaciones como el Banco de Alimentos y empresas privadas donan fondos y víveres para poder continuar con la operación.
El apoyo internacional a través de la Iglesia River, liderada por el Pastor Dante Gebel, también ha sido fundamental para avanzar con la misión.
Gracias a todas estas ayudas y donaciones, el Movimiento Ayuda Social Panamá ha logrado entregar 10 mil bosas de comida en todo el territorio nacional incluyendo comarcas durante l pandemia del COVID-19.
Desde la primera fila
Fui testigo de la labor que realizan estos voluntarios al acompañarlos en una jornada de donación en la Comarca Madugandí, ubicada en Panamá Este, específicamente cruzando el lago Bayano.
Desde muy temprano se preparan para el largo, pero gratificante día que les espera. Una vez las bolsas están armadas y cargadas en los vehículos se realiza una oración pidiendo la bendición de Dios para que todo salga bien y sin contratiempos, luego salimos a nuestro destino.
Fueron cerca de dos horas de camino para poder llegar, por fin, al puerto Icandí, desde allí tomaríamos unas lanchas que nos llevarían hasta Pintupo, nuestro destino final.
Después de aproximadamente 20 minutos navegando por el Lago Bayano, logramos divisar a los habitantes de Pintupo. Una vez en el lugar, los voluntarios junto a residentes de la comunidad inician la tarea de descargar las bolsas de comida.
Algo que me llamó mucho la atención es el orden y transparencia con que se realiza la repartición. No es entregar por entregar, los voluntarios se aseguran previamente que realmente se necesite la ayuda para que las donaciones sean bien aprovechadas.
Luego de unas palabras de bienvenida por parte de los líderes de la comunidad, el pueblo nos regaló una tradicional danza, en extremo hermosa y punto clímax de nuestra visita. ¡Qué manera de agradecer!
Una vez terminado el recibimiento, comienza la distribución de las bolsas de comida. Las caras sonrientes de adultos y niños son la mejor paga al esfuerzo y dedicación de este grupo de voluntarios que tiene la misión de apoyar a su prójimo. La misma tarea se repite semana tras semana solo varía el lugar, pero el resultado despierta ese sentimiento de satisfacción por haber logrado el objetivo una vez más.