BARCELONA (AP). Para ser recordado y respetado como un equipo excepcional, tal vez el mejor de la historia, el Barcelona debe ponerle fin a la costumbre de simular lesiones y que mancha su rutilante fútbol.
La cita del martes contra el Real Madrid en el Camp Nou ofrece la oportunidad para que sus jugadores se distingan con sus exquisiteces al pasar el balón y no con el teatro. Si evita las simulaciones en un partido que promete marca fuerte, el Barcelona se puede redimir.
Rodar por el piso fingiendo que sufres agónicamente o exagerar el dolor cuando el rival nada más te ha rozado el rostro no es sólo poco viril, sino también una forma de hacer trampa con el fin de provocar que el árbitro saque una tarjeta amarilla o roja.
Esto le incumbe directamente a Dani Alves, Sergio Busquets y Pedro Rodríguez. Esos tres jugadores del Barcelona exageraron con su dotes dramáticas al recibir faltas en la victoria azulgrana 2-0 en Madrid la semana pasada en el partido de ida de las semifinales de la Liga de Campeones.
¡Luces, cámaras, acción! Las escenas parecían propias más de un entramado de Hollywood que del estadio Santiago Bernabéu.
Un video en cámara lenta que el Madrid difundió en su cibersitio dio a entender que Pepe ni siquiera tocó la pierna derecha de Alves en la entrada en plancha que le valió al defensor portugués una roja directa a los 61 minutos, en una jugada que cambió el curso del partido.
Incluso si hubo contacto, Alves le exprimió el jugo al tirarse en el césped como un niño de cuatro años.
Quizás sea una comparación exagerada, pero la forma melodrámatica en la que Busquets se cayó llevándose las manos al rostro tras un manotazo de Marcelo me hizo recordar la famosa foto de Robert Capa, "Muerte de un Miliciano". La imagen en blanco y negro supuestamente captura la muerte de un soldado en la Guerra Civil española, pero su veracidad ha sido cuestionada por expertos españoles que sospechan que fue simulada.
Busquets también tiene como antecedente su actuación en la semifinal de la Liga de Campeones del año pasado, en la que exageró el impacto de una manotazo a su garganta de Thiago Motta, del Inter de Milán.
Pedro, por algún motivo, también se llevó la mano para taparse el ojo izquierdo tras un cruce con Alvaro Arbeloa, y otro video del Madrid indica que no hubo contacto.
Otra fealdad del partido fue el constante acoso de los jugadores de ambos equipos al árbitro Wolfgang Stark.
Semejantes tácticas y conductas no son propios de un conjunto que hoy por hoy es sinónimo del buen trato del balón.
Esta superdosis de "clásicos" _cuatro en 18 días_ no ha ofrecido el espéctaculo que se esperaba. Han sido muy tensos, eso sí, pero sin belleza estética. El miedo a perder ante el acérrimo rival es lo que ha primado.
De todas formas, el Barcelona se merece elogios por mantenerse fiel a su estilo de atacar sin respiro. Esto ha tenido el efecto contrario en el Madrid, que se dedicó a los recursos defensivos y la marca fuerte, hasta quedar como el malo de la película.
Pero también se debe ganar con juego limpio.
Eso es lo que el técnico de Barcelona Pep Guardiola le debe decir a sus jugadores antes de salir el martes en la noche en busca del pasaporte a la final del 28 de mayo en Wembley.
El Manchester United se perfila como su rival y ese es un equipo que no recurre a faltas fingidas para engañar a los árbitros, especialmente desde que Cristiano Ronaldo se fue al Real Madrid en 2009.
Cuesta imaginarse a Wayne Rooney o Rio Ferdinand aparentando una lesión grave por el mero toque de un rival.
Para ser justos, Lionel Messi no tiene esa costumbre, pese a que el astro azulgrana recibe patadas constantemente, lo cual es otro motivo para admirar al heredero argentino de Diego Maradona.
Barcelona no quiere que se le pinte como un equipo de llorones y simuladores de falta. Su fútbol de alto vuelto debe ir acompañado también por un juego honesto.