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Apoyo a Donald Trump podría costarle caro a Boris Johnson

Boris Johnson ha hablado bellezas de Donald Trump a lo largo de los años, llegando a decir que se merecía el Premio Nobel de la Paz.

La toma del Capitolio por parte de partidarios del presidente estadounidense, sin embargo, cambió las cosas.

Trump, dijo el primer ministro británico, alentó la violenta sublevación, cuestionó los resultados de “una elección libre y limpia” y “se equivocó totalmente”.

Fue un giro notable para alguien que ha sido comparado con Trump y que por años se abstuvo de criticarlo. Otros líderes mundiales enfrentaron también el dilema de cómo lidiar con un presidente tan volátil e impredecible, que desconoció acuerdos e instituciones internacionales a placer. Pero los detractores de Johnson dicen que sus elogios de Trump —a quien algunos afirman trató de imitar— han empañado la imagen de Gran Bretaña y envenenado su cultura política.

Leslie Vinjamuri, directora del programa de Estados Unidos y las América de la organización Chatham House, dijo que el tema de cómo tratar a Trump ha sido “el principal dilema de la diplomacia occidental los últimos cuatro años”.

“Y yo diría que el Reino Unido terminó del lado equivocado”, agregó.

Johnson no es el único líder occidental que trató de llevarse bien o de contener un poco a Trump. El presidente francés Emmanuel Macron también lo hizo al principio, lo mismo que la predecesora de Johnson, Theresa May, quien visitó a Trump poco después de su asunción y fue fotografiada de la mano con él.

Ambas relaciones se agriaron, pero Johnson sí pudo congraciarse con el presidente estadounidense, quien lo describió como “el Trump británico”.

“Es un secreto a voces que en Europa todos pensaron que Trump representaba una amenaza”, expresó Brian Klaas, profesor de política global del University College de Londres. “Solo que Boris pensó que era una amenaza que podía servir sus propios intereses”.

Los partidarios de Johnson dicen que no tuvo otra opción que congraciarse con el principal aliado del Reino Unido, sobre todo cuando Gran Bretaña se salió de la Unión Europea y buscó un acuerdo comercial con Washington.

Johnson trató de convencer a Trump de que no renunciase al acuerdo nuclear con Irán y resistió las presiones de Estados Unidos para que vetase el uso de la firma china Huawei en la red de telecomunicaciones 5G británica, aunque finalmente cedió. El acuerdo comercial entre Londres y Washington sigue haciéndose esperar.

Emily Thornberry, legisladora del Partido Laborista de oposición, dijo que la indulgente actitud del gobierno conservador hacia Trump había sido “humillante e innecesaria”.

“Hicimos todo lo posible por caerle bien”, declaró a la Associated Press. “No había forma de congraciarse con este tipo... Era un matón y a los matones hay que enfrentarlos”.

“Fue un error. No beneficiamos nuestros intereses de ninguna manera y le dimos cierta credibilidad, que Donald Trump no se merecía”, acotó.

Igual que Trump, Johnson apela a veces al populismo, hace promesas exageradas y por momentos ha usado un lenguaje racista. El primer ministro, no obstante, en muchos aspectos está mucho más cerca de Joe Biden que de Trump. Cree en alianzas internacionales como la OTAN y considera que la lucha contra el cambio climático debe ser una prioridad.

Algunos creen que la cercanía de Johnson con Trump puede afectar su relación con el gobierno de Biden.

Biden desconfía de Johnson, quien una vez insultó a Barack Obama describiéndolo como un líder “medio keniano” que siente una reprobación ancestral por Gran Bretaña. Biden criticó a Johnson hace poco cuando el primer ministro amenazó con desconocer un acuerdo internacional sobre la salida de Gran Bretaña de la UE.

Kim Darroch, quien perdió su puesto como embajador británico en Washington cuando se filtraron comentarios suyos desaprobatorios de Trump, pronosticó en un artículo para el Financial Times que Gran Bretaña “pagará por nuestra deferencia hacia el predecesor del señor Biden”.

Hay quienes dicen que en Gran Bretaña irrumpieron tendencias autoritarias y provocaciones “post-verdad”.

Neil O’Briehn, legislador conservador, advirtió que no se debe pensar que lo que sucedió en el Capitolio es un fenómeno exclusivamente estadounidense.

Indicó que en Gran Bretaña también abundan las teorías conspirativas y que hay políticos que “coquetean con ellas para conseguir clicks y explotar la energía” de sectores como los que se enfrentan con la policía por resistirse a acatar los confinamientos del coronavirus.

O’Brien sostuvo que el caos de Washington “se produjo no por una persona, sino porque personas con cargos importantes tomaron decisiones a corto plazo, alimentaron la bestia y le siguieron la corriente”.

“No piensen que eso no puede suceder aquí”, advirtió.

Otro que se cree también podría pagar las consecuencias de su buena relación con Trump es el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu.