MANAGUA (AFP). El príncipe de la salsa, el nicaragüense Luis Enrique Mejía, tuvo un regreso triunfal a su patria, donde un público entregado le hizo llorar lleno de emoción en el escenario.
Vestido totalmente de blanco, Mejía apareció en el escenario sin hacerse esperar mucho y comenzó a cantar "Lo que es vivir", "Desesperado" y "Compréndelo", acompañado en coro por el público, que seguía atento lo que hacía.
"¡Gracias mi gente!", gritó en una pausa en medio de una salva de aplausos de varios minutos, que obligó a la orquesta a callar. Fue en ese momento de emociones que no pudo evitar llorar ante el gran auditorio del Teatro Nacional Rubén Darío la noche del jueves.
"Gracias por este cariño que me dan", dijo Luis Enrique varias veces, mientras el público no cesaba de lanzarle piropos, besos, silbidos, flores y le trataba con gran confianza, como a un amigo.
"Tengo tantas cosas que decir, que no sé por dónde comenzar", señaló el artista, ante el silencio del auditorio que escuchaba atento sus palabras cuando hacía una pausa en la presentación de casi tres horas en la que cantó, bailó, tocó la guitarra y la batería e improvisó la lírica en medio de sus canciones, cuando una joven le entregó una rosa roja.
Durante su espectáculo en homenaje al recién fallecido cantautor Salvador Cardenal entonó uno de sus temas en medio de un profundo silencio, al tiempo que pidió recordarlo con alegría y no con tristeza.
Otro momento de mucha emoción fue cuando tomó la guitarra para tocar "Nicaragua, Nicaragüita", tema que se ha convertido en una especie de segundo himno nacional para los nicaragüenses, cuya música y letra son de su tío Carlos Mejía Godoy.
"Vengo de un país que culturalmente no tiene nada que ver con lo que hago (salsa), aunque yo pienso todo lo contrario", dijo, tras escuchar al público cantar su música que le lanzó a la fama, pero también la de su última producción "Yo no sé mañana" del album "Ciclos", que le valió ganar dos premios Grammy Latino y estadounidense, y dos premios Lo Nuestro.
El público no sólo quería escucharlo cantar, también quería oír sus palabras, sus experiencias personales y de artista, lo que le permitió rememorar su salida del país a los 15 años, cuando dejó en 1978 una Nicaragua que se encontraba en medio de la lucha contra el régimen dinástico de los Somoza.
También bromeó y contó algunos pasajes que ha vivido, como lo que le dijo una mujer en el hotel donde se hospeda: "ayy, pero no sos tan gordo... ¡qué rayos le responde uno a eso!", dijo entre risas.
A mitad del concierto Luis Enrique cambió de traje, por uno negro más informal, que le mostró más relajado al punto de decir "estoy en mi patio", lo que fue celebrado por los asistentes.
"Cada vez que vengo a mi país tengo mi lugar, duélale a quien le duela, soy nicaragüense hasta que me muera y ya está", dijo a manera de reclamo por las críticas que le hicieron porque al recibir el premio Grammy en Estados Unidos no hiciera mención a Nicaragua.
No obstante, argumentó que aunque no haya dicho de dónde es, no deja de ser nicaragüense, lo que ha dejado sellado en su último álbum con temas como "Yo no sé mañana".
FUENTE: Agencia AFP