Cada día, millones de litros de aguas residuales sin tratar se vierten al Mediterráneo desde la costa de la Franja de Gaza, saliendo de una cañería de metal y convirtiendo lo que antes era un paisaje de postal en una zona muerta y estancada.
Los vertidos han menguado los limitados recursos de agua dulce de Gaza, diezmado los caladeros de pesca y, tras años de negligencia, ahora flotan hacia el norte y afectan también a Israel, donde una planta desalinizadora se vio obligada a cerrar, al parecer debido a la polución.
"Está claro que las playas de la Franja de Gaza están completamente contaminadas y son inadecuadas para la natación y el ocio, especialmente en verano", dijo Ahmed Yaqoubi, de la Autoridad Palestina de Agua.
Ecologistas y organizaciones humanitarias internacionales señalan que si el problema no se resuelve rápido, podría agravar los problemas a ambos lados de la frontera.
Pero aunque Israel tiene un claro interés en que los gazatíes reparen su infraestructura de aguas, eso probablemente requeriría suavizar las restricciones sobre la importación de materiales de construcción —e Israel teme que Hamas, que gobierna el territorio, pueda desviarlos con fines militares_, así como aumentar la cantidad de electricidad que vende a Gaza.
El mal tratamiento de aguas en Gaza es el resultado de una población que crece con rapidez, una infraestructura dañada durante las guerras con Israel y un déficit crónico de energía para operar las plantas depuradoras que aún funcionan. En 2007 murieron cinco personas cuando una reserva de agua residual se desbordó en un pueblo en el norte de Gaza.
El bloqueo israelí que restringe las importaciones, sumado a las luchas internas palestinas y la mala gestión del gobierno de Hamas, han agravado los problemas para los 1,8 millones de residentes del enclave. Israel y Egipto mantienen un bloqueo sobre gaza desde que Hamas, un grupo armado islamista determinado a destruir Israel, se hizo con el control del territorio en 2007.
Antes, a Nasser Abu Saif le gustaba vivir en un apartamento en la costa del campamento de refugiados de Shati. Ahora evita nadar en la fétida agua que hay junto a su casa.
"Hay mosquitos en verano e incluso en invierno", dijo. "Hace nuestras vidas desagradables".
Varios grupos humanitarios han intentado resolver el problema de los vertidos.
Steen Jorgensen, director del Banco Mundial para Cisjordania y la Franja de Gaza, indicó que las muertes por el desbordamiento de 2007 llevaron a su oficina a construir una planta de tratamiento de aguas hace nueve años, valorada en 73 millones de dólares. La planta, que pretendía tratar en torno a una quinta parte de las aguas residuales de Gaza, ya estaría operativa si tuviera un suministro fiable de energía.
Las discrepancias sobre impuestos al combustible entre Hamas y la Autoridad Palestina, que gobierna Cisjordania, han dejado a la única central eléctrica de Gaza operando a capacidad reducida. La electricidad de los vecinos Israel y Egipto ayuda a aliviar el desabastecimiento, pero sólo suele haber de seis a ocho horas de energía al día.
"No es lo bastante estable como para una planta de tratamiento", explicó Jorgensen. Donantes extranjeros como Estados Unidos han prometido pagar un suministro eléctrico para la planta, pero por ahora Israel no lo ha permitido.
COGAT, el organismo israelí de defensa responsable de asuntos palestinos, indicó que Israel proporciona de 125 a 140 megavatios al día a la Franja de Gaza. "La decisión de distribuir la electricidad queda bajo la responsabilidad de los palestinos", indicó el organismo. En total, Gaza necesita unos 400 megavatios para cubrir sus necesidades diarias.
Jorgensen dijo que el Banco Mundial tiene previsto poner en funcionamiento la planta en los próximos meses con generadores diésel, lo que aumentará el costo y dejará el tratamiento de aguas expuesto al desabastecimiento de combustible, La planta también tendrá paneles solares, pero sólo generarán una pequeña parte de la energía necesaria.
"Si no la ponemos operativa, creo que será muy difícil recaudar dinero para otros proyectos necesarios en Gaza", dijo Jorgensen.
El banco de desarrollo KfW, de propiedad alemana, ha financiado la rehabilitación de una antigua depuradora en Gaza por valor de 20 millones de dólares, indicó Jonas Blume, director de su oficina en Cisjordania. La planta sólo opera la mitad del día debido a la falta de energía, señaló.
Está previsto que en agosto comiencen las tareas de construcción para una nueva instalación en el centro de Gaza, que gestionaría las aguas residuales de hasta un millón de personas, dijo Blume. Pero las restricciones israelíes de seguridad han ralentizado las obras.
"Al final conseguimos la mayoría del material, pero es una lucha, lleva tiempo y causa retrasos, lo que supone gastos extra", dijo.
COGAT afirmó que las entregas de madera y concreto se han suspendido porque Hamas desvía materiales con fines de "terrorismo".
Las demoras en el tratamiento de aguas están empeorando la crisis de agua. Años de sobreexplotación del acuífero subterráneo han permitido la infiltración de agua salada en la única fuente de agua potable en el territorio. También aguas residuales se abren paso hasta el acuífero.
"Podemos decir que el 100% del agua no es potable", dijo Yaqoubi, de la Autoridad de Agua. En toda la zona han aparecido más de 150 negocios privados de purificación de agua para ofrecer agua potable, señaló.
Eitemad Abu Khader vive con sus cuatro hijas en una casa de bloques de concreto rodeada de placas de zinc, al norte de Ciudad de Gaza. Junto a su barrio se acumulan aguas residuales en enormes charcos. En una tarde reciente, Abu Khader dijo que no puede pagar el agua purificada, de modo que ella y sus hijas beben agua del grifo y sufren las consecuencias.
"Me paso el tiempo de médico a médico, de hospital a hospital", dijo. "Mis hijas siempre tienen sarpullidos".
Ahora hay indicios de que el problema empieza a afectar a Israel.
Una planta desalinizadora cerca de Ashkelon, unos 10 kilómetros (6 millas) al norte de Gaza, cerró en enero y febrero "por la calidad del agua bruta", indicó la portavoz de la Autoridad Israelí de Agua Ilana Keren.
La portavoz no entró en detalles, pero Gidon Bromberg, director israelí del grupo medioambiental EcoPeace Middle East, dijo que "no hay duda" de que eran restos de Gaza. "No hay otra fuente", afirmó.
Bromberg advirtió que el cólera, el tifus y otras enfermedades pandémicas podrían llegar fácilmente a Israel a través del acuífero subterráneo compartido y el mar.
"Es una única tina compartida", explicó. "Hay 101 formas diferentes para que se transfieran estas bacterias".
El vicealcalde de Ashkelon, Yoram Shefer, dijo temer que sin un gran acuerdo político, el problema de las aguas residuales no mejore, aunque cree que el agua es lo bastante segura como para nadar.
"El mar Mediterráneo es grande. No todo llega a Ashkelon", dijo.
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Cheslow informó desde Ashkelon, Israel.
FUENTE: AP