El coronavirus se expande vertiginosamente en Brasil, estimulado por un caótico e ineficiente sistema de cuarentenas "a la carta" en los estados y municipios y por los mensajes disuasorios del presidente Jair Bolsonaro opuesto a paralizar la economía del gigante sudamericano.
En este país de 210 millones de habitantes y tamaño continental, hoy epicentro de la pandemia con más de 29.000 muertos y medio millón de contagios, la respuesta al virus no ha sido tan estricta ni uniforme como en otros países severamente afectados, como Italia, España o Francia.
Los 27 estados decretaron desde mediados de marzo cuarentenas parciales, con cierres de escuelas, centros comerciales, locales de ocio y paralización de actividades no esenciales.
Pero cada cual lo hizo a su manera, con distintos grados de rigidez y plazos. Lo mismo puede decirse de la flexibilización de las medidas que ya se está empezando a aplicar en algunos estados, pese a que el país está lejos de alcanzar el pico de contagios.
Salvo algunas excepciones de corta duración, no ha habido una obligacion expresa de quedarse en casa y las restricciones al desplazamiento vehicular ha sido modesta, con lo que la tasa de aislamiento social nunca alcanzó el 70% deseado por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Esa descentralización de la respuesta a la pandemia se ha visto atizada por la abierta y provocativa campaña anticuarentena del presidente Jair Bolsonaro, que no ha vacilado en acercarse a aglomeraciones de sus simpatizantes.
En Brasil, la competencia de salud pública está compartida entre el gobierno federal, los estados y los 5.500 municipios.
El Supremo Tribunal Federal (STF), la máxima corte del país, decidió en abril que estados y municipios son prioritarios a la hora de decidir las reglas del aislamiento social en sus territorios, anulando una ordenanza con la cual el mandatario ultraderechista, que critica el impacto económico de las cuarentenas, buscaba concentrar en el gobierno federal la capacidad de editar medidas válidas para todo el país.
"La gestión de la salud pública [entre las tres instancias] es ya de por sí un desafío. Todo sería más simple si hubiera un entendimiento político, podría haber acciones coordinadas. Pero no lo hay. Hay un presidente que actúa en sentido contrario a los demás, que niega la seriedad de la pandemia", dice a la AFP Michael Mohallem, profesor de Derecho de la Fundación Getúlio Vargas.
"Brasil se tornó el principal foco de la covid-19 en el mundo, pero lo que agrava la situación es que muy probablemente es ahora mismo el pais con la crisis política más seria del mundo", agrega.
La crisis se exacerbó con insultos de Bolsonaro a los gobernadores en un consejo de ministros y con el allanamiento de la residencia oficial del gobiernador de Rio, Wilson Witzel, por sospechas de que había participado en un esquema de desvío de dinero destinado a construir hospitales de campaña.
Para Jean Gorinchteyn, infectólogo del Instituto Emílio Ribas y del hospital Albert Einstein de Sao Paulo, "esa dicotomía y esas informaciones desencontradas" entre Bolsonaro y los gobernadores y alcaldes hace que "la población se sienta más insegura y termine optando por el lado que más le conviene, que es salir de casa".
Sao Paulo, el estado más rico y de lejos el que tiene mayor número de muertos y casos, entró en cuarentena el 24 de marzo, pero varios sectores industriales siguieron funcionando y el gobernador Joao Doria no pasó de "recomendar" a la población "quedarse en casa".
Las imágenes de avenidas y barrios semivacíos duraron poco. El miércoles, Doria anunció una reapertura gradual de la economía a partir del 1 de junio.
En Rio de Janeiro, la policía juega al gato y al ratón con los surfistas, aunque la prohibición de ir a la playa es respetada. Caminantes, practicantes de jogging y ciclistas pueblan en cambio el paseo que bordea el mar en Copacabana. Y el transporte urbano sigue funcionando en la ciudad, con personas que no tienen otro remedio que ir a trabajar para ganar su sustento.
En dos municipios del área metropolitana de Rio, Niteroi y Sao Gonçalo, se prohibió durante unos días de mayo la circulación de personas y coches.
Esta versión más radical del confinamiento también fue aplicada en tres capitales del norte y noreste de Brasil. En Fortaleza, capital de Ceará, estuvo en vigor hasta finales de mayo.
En Brasilia, este miércoles comenzaron a funcionar los centros comerciales.
"En general las cuarentenas estuvieron mal diseñadas. Las personas tenían derecho a ir y venir. Algunos fueron a trabajar porque la cuestión social obliga a las personas pobres a seguir trabajando para poder comer. Incluso en las ciudades que prohibieron salir de casa, la policía no impidió que la gente saliera a la calle", explica Gorinchteyn.
FUENTE: AFP