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Razones para leer el "Quijote" de Avellaneda, 400 años después de publicarse

Cuatro siglos después de que Alonso Fernández de Avellaneda publicara su segunda parte del "Quijote", continúa sin saberse quién fue "ese individuo que odiaba a Cervantes" y que atacó en toda regla a ese "manco, bravucón, pobre, falto de amigos y envidioso" que era el verdadero autor la obra.

De la inquina que el autor del "Quijote" apócrifo le profesaba a Miguel de Cervantes hablaba hoy en la sede de la RAE Luis Gómez Canseco, al presentar la nueva edición de esta obra que inaugura los Anejos de la Biblioteca Clásica de la Real Academia Española (BCRAE).

Con un gran sentido del humor, Gómez Canseco dio varias razones para leer hoy día el "Quijote" de Avellaneda, que "es algo que los cervantistas ni siquiera han hecho".

La primera razón es por "mero cotilleo", ya que, alrededor de esta obra, hay como una especie de "patio de vecinos para saber quién fue ese individuo que vertió tantísima mala baba contra Cervantes".

Como dijo Francisco Rico, gran cervantista y director de la Biblioteca Clásica de la Real Academia Española, el "Quijote" apócrifo es "el héroe y el villano" de los "Anejos", porque "todo lo bueno se lo debe a Cervantes y lo malo también".

A diferencia de los 111 títulos que forman parte de la BCRAE, que difunde las obras esenciales de la Literatura en lengua española, los "Anejos" no se pondrán a la venta sino que se distribuirán gratis "bajo petición" entre centros especializados de todo el mundo, explicó Rico.

Como señaló el director de la RAE, Darío Villanueva, dentro de esos "Anejos" se han publicado también "Diálogo sobre la vida feliz" y "Epístola exhortatoria a las letras", de Juan de Lucena, escritor judeoconverso, del siglo XV, y la "Historia de los indios de la Nueva España", que fray Toribio de Benavente, primer etnógrafo del mundo azteca, comenzó a escribir hacia 1536.

Luis Gómez Canseco dio más razones para leer el "Quijote" de Avellaneda, sobre cuya autoría, después de tantos siglos, "no hay certezas razonables, sólo conjeturas".

Pero, a través del libro, se puede saber cómo era Avellaneda: un hombre de letras, amante del teatro; "un pelota de Lope de Vega hasta la extenuación y un hombre integrado en el orden social y político de la monarquía hispánica".

Cuando se publicó el falso "Quijote", en 1614, Cervantes tenía 67 años y, "sin el estímulo" de leer la obra de Avellaneda, quizá no hubiera escrito la segunda parte de la genial novela, publicada en 1615, opinó Gómez Canseco.

Además, ese falso Quijote se convirtió en un instrumento "absolutamente excepcional para cambiar la historia de la Literatura", dado que Cervantes se sintió "libre de ataduras" para escribir su segunda parte, "más transgresora y libre", y alcanzó unos niveles como narrador que hasta ese momento "nadie" había logrado.

También habría que leer el falso Quijote porque Avellaneda "tenía mala baba pero no era un idiota": conocía la importancia de la obra de Cervantes.

"Avellaneda era un enemigo digno de Cervantes y su libro está bien escrito. Todavía hoy, uno se ríe al leerlo", señaló Gómez Canseco, quien no cree que Lope de Vega fuera el autor de esa segunda parte apócrifa, si bien "no fue ajeno" a ella. "Pudo ser el instigador".

Francisco Rico fue más tajante: "Lope de Vega no la escribió", aunque no le profesaba ninguna simpatía a Cervantes. "La inquina entre ambos era mutua".