Francia asiste desconcertada al choque de ambiciones y a una gran operación de lavado de trapos sucios en público de la derecha francesa, que sueña con una revancha contra la izquierda en la presidencial de 2017, pero no termina de saldar las cuentas de la derrota de Nicolas Sarkozy.
Último episodio de esa operación: la onda expansiva provocada por un peritaje financiero de la deuda colosal (cerca de 75 millones de euros) dejada a la Unión por un Movimiento Popular (UMP, principal partido de la derecha francesa) por la campaña presidencial de 2012 y por la gestión del ex presidente del partido Jean-François Copé, que se vio obligado a dimitir a fines de mayo.
Después de las revelaciones sobre los millones de euros de la campaña electoral de Sarkozy pagados indebidamente por la UMP --con sospechas de sobrefacturación--, las infidencias se suceden en la prensa francesa sobre los gastos dispendiosos del "clan" Copé.
El partido pagaba pasajes de avión de la esposa de Copé, salarios de colaboradores personales de un allegado de Sarkozy, altísimas facturas de teléfono de la exministra Rachida Dati, que calificó de "rumores pestilentes" las revelecaciones cotidianas.
Esta operación de lavado de trapos sucios llevó a Copé a denunciar el miércoles en su página Facebook "venganzas", "rencores" y "ajustes de cuentas personales" dentro de la UMP.
Los partidarios de Copé atribuyen esas infidencias al clan del ex primer ministro François Fillon, uno de los posibles candidatos de la derecha a la próxima elección presidencial francesa.
Por su parte, el diputado Eric Ciotti, partidario de Fillon, exhortó el miércoles a Copé a tener "un poco de decencia".
"Creo que Jean-François Copé tiene una grave responsabilidad" en la "situación espantosa que tenemos hoy", con un "presupuesto muy degradado" y "sobre todo, una quiebra moral que provoca la ira de nuestros militantes", dijo.
Otro diputado de la UMP, Bruno Le Maire, se declaró "estupefacto y preocupado al ver los desgarramientos" de su partido.
La UMP no está en peligro de quiebra inminente, pero tendrá que reducir drásticamente sus gastos y sus actividades si quiere sobrevivir hasta la presidencial de 2017, advirtió el martes el ex primer ministro Alain Juppé, miembro del triunvirato a cargo de administrar interinamente la UMP y organizar el congreso que elegirá al próximo jefe del partido, en noviembre.
Esa elección es una primera etapa en el camino de las primarias, que serán organizadas en 2016 para designar el candidato del partido a la presidencial, para la cual los aspirantes son numerosos: además de François Fillon, de 60 años de edad, Bruno Le Maire, de 45 años, y Alain Juppé, de 68, sin olvidar a Nicolas Sarkozy, de 59, que, pese a sus problemas judiciales, no ha renunciado a la ambición de recuperar el poder.
El expresidente, sospechoso de haber tratado de obtener de un magistrado informaciones secretas sobre una investigación que lo concernía, fue inculpado el 3 de julio de corrupción activa y tráfico de influencia.
Otra investigación judicial está en curso sobre la legalidad del pago por la UMP de la multa impuesta a Sarkozy por haber sobrepasado los gastos legales de su campaña electoral.
Mientras tanto, muchos cuadros de la UMP toman la palabra para lamentar que las informaciones sobre las derivas financieras y los enfrentamientos personales dentro del partido hayan relegado a un segundo plano el discurso político de la derecha francesa.