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¿Qué es el Colegio Electoral y por qué define la elección en EE.UU.?

Laura Barros ,Washington, 14 dic (EFE).- El Colegio Electoral de EE.UU., un órgano integrado por 538 delegados que representan a los estados del país, tiene previsto ratificar este lunes la victoria del demócrata Joe Biden en los comicios presidenciales del pasado 3 de noviembre, pese a los intentos del mandatario saliente, Donald Trump, de torpedearlo al no haber reconocido aún su derrota. ,El sistema estadounidense concede la última palabra sobre quién llega la Casa Blanca cada cuatro años a e

El Colegio Electoral de EE.UU., un órgano integrado por 538 delegados que representan a los estados del país, tiene previsto ratificar este lunes la victoria del demócrata Joe Biden en los comicios presidenciales del pasado 3 de noviembre, pese a los intentos del mandatario saliente, Donald Trump , de torpedearlo al no haber reconocido aún su derrota.

El sistema estadounidense concede la última palabra sobre quién llega la Casa Blanca cada cuatro años a este órgano singular, que despierta pasiones entre sus detractores y defensores.

¿QUÉ ES?

El concepto del Colegio Electoral está contemplado en el Artículo II de la Constitución resultante de la Convención Constitucional de 1787 y ratificada en 1788.

Es básicamente un órgano compuesto por un número de compromisarios que mandan los estados igual al total de senadores y de legisladores en la Cámara Baja del país.

Así, componen este mecanismo 100 delegados que representan la cifra total de senadores -dos por cada uno de los 50 estados del país- más otros 435 compromisarios (el mismo número que legisladores de la Cámara Baja), una cantidad que en 1929 se ajustó teniendo en cuenta el crecimiento de la población.

Desde 1961, cuando fue ratificada la Vigésimo Tercera Enmienda de la Carta Magna, se incorporaron tres representantes por el Distrito de Columbia, donde está Washington DC.

ESTADOS CON MÁS O MENOS REPRESENTANTES

California, cuya población se aproxima a 40 millones de habitantes, tiene 55 delegados; seguido por Texas, con 38; Nueva York y Florida, con 29 cada uno, y Pensilvania e Illinois, con 20.

En el lado opuesto están Alaska, Dakota del Norte, Dakota del Sur, Delaware, Montana, Vermont, Wyoming y el Distrito de Columbia, con tres compromisarios cada uno.

Para que un candidato a la Presidencia del país resulte elegido, deberá tener un mínimo de 270 de los 538 votos del Colegio Electoral.

EL COMPLEJO CAMINO HACIA LA CASA BLANCA

Cuando los estadounidenses acuden a las urnas en las elecciones presidenciales su voto no va en la práctica a su candidato preferido, sino que sirve para elegir al compromisario de su estado en el Colegio Electoral.

De ahí que, aunque un aspirante presidencial pueda resultar favorecido por el voto popular, todo depende de cuántos delegados se asegure en el Colegio Electoral.

En la actualidad y como una costumbre que ha prevalecido desde 1868, en la mayoría de los estados el candidato favorecido por el voto popular "se lo lleva todo", es decir, se le asignan todos los delegados.

Nebraska y Maine han impuesto un mecanismo según el cual otorgan dos votos al candidato más votado y los otros tres se distribuyen entre el que haya ganado cada uno de los tres distritos en que se dividen ambos estados.

LOS INDECISOS, LA DIFERENCIA

Los estados bisagra, que suelen ser los indecisos con un número alto de delegados en el Colegio Electoral, pueden marcar la diferencia a la hora de determinar el ganador en un escenario en el que el margen entre los candidatos sea muy estrecho.

Aunque no siempre son los mismos los estados considerados clave en cada votación, su papel es crucial: si un aspirante logra, aun por la mínima diferencia, superar a su rival en uno de estos lugares, podrá hacerse con la cifra de delegados en juego y ponerse por delante en las cifras de compromisarios, aunque no en el respaldo popular.

Un ejemplo de ello fue la elección de 2016, en la que se impuso el actual presidente y candidato republicano, Donald Trump.

El líder republicano se hizo con 304 votos del Colegio Electoral, pese a que fue derrotado en el voto popular por su oponente, la demócrata Hillary Clinton, por 2.9 millones de votos.

¿La clave? La victoria de Trump en estados como Wisconsin, que aporta 10 votos; Michigan, que otorga 16; y Pensilvania, que le permitió sumar 20 votos electorales. En la práctica, estos estados representaron una diferencia de menos de 80,000 votos populares que decidieron al ganador.

LOS DELEGADOS TIENEN LA PALABRA

Los representantes ante el Colegio Electoral son, en última instancia, designados por los mismos partidos políticos que preparan en los meses previos a los comicios sus propias listas de las que no pueden formar parte funcionarios federales o elegidos por voto popular.

La votación de los compromisarios en el Colegio Electoral se produce el lunes siguiente al segundo miércoles de diciembre en sus propios estados. Este año se produce este 14 de diciembre.

Aunque no están obligados a votar por el candidato ganador del voto popular, existe el denominado 'Pacto interestatal del Voto Popular Nacional', al que se han sumado 11 estados y el Distrito de Columbia, para respaldar la decisión popular.

CRÍTICOS Y DEFENSORES

El diario The New York Times publicó en diciembre de 2016 un editorial en contra de este proceso indirecto.

"Es hora de poner fin al Colegio Electoral", reclamó el diario neoyorquino.

"El Colegio Electoral, que está escrito en la Constitución, es más que un vestigio de la era de la fundación; es un símbolo viviente del pecado original de Estados Unidos. Cuando la esclavitud era la ley del país, un voto popular directo habría perjudicado a los estados del sur, con sus grandes poblaciones en desventaja".

Consciente de que la abolición del Colegio Electoral debería pasar por una compleja reforma constitucional, The New York Times planteó entonces como "solución elegante" que todos los estados adopten el pacto interestatal del Voto Popular Nacional.

Desde la otra orilla, el catedrático Allen Guelzo advierte en un artículo titulado "En Defensa del Colegio Electoral" que acabar con ese órgano "también significaría desmantelar el federalismo".

Además, defendió este mecanismo "como un freno a los presidentes demasiado poderosos" que "podrían usar una mayoría popular para afirmar que estaban autorizados a hablar por el pueblo contra el Congreso".

"Y de eso -argumenta-, podemos tener mucho más que temer que del Colegio Electoral".