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Los disturbios en Beirut podría presagiar tiempos peores

Los tiroteos que se prolongaron durante horas en las calles de Beirut esta semana fueron la última manifestación de la voluntad de los miembros de la clase gobernante.

Los hombres con más poder en la política libanesa llevan décadas al frente del país, algunos desde principios de 1970. Han sobrevivido a una guerra civil, asesinatos, revueltas y otros disturbios, aferrándose al poder por años en una región turbulenta e implacable.

Ahora libran una lucha desesperada por aferrarse a sus puestos y riqueza mientras Líbano sufre un golpe tras otro, lidiando con una de las peores crisis económicas de la historia reciente y con las consecuencias de una explosión que sacudió la capital, Beirut, hace más de un año y dejó 215 fallecidos.

Los tiroteos que se prolongaron durante horas en las calles de Beirut esta semana fueron la última manifestación de la voluntad de los miembros de la clase gobernante para luchar por su supervivencia política a cualquier precio.

Descontentos con el rumbo de la investigación sobre la explosión en el puerto, han cerrado filas para asegurarse de que no se ven salpicados por las consecuencias.

El jueves, el grupo insurgente Hezbollah y el Movimiento Amal organizaron una protesta para exigir la destitución del juez que lidera la pesquisa. Armados, sus simpatizantes marcharon hacia vecindarios de mayoría cristiana de la capital, algunos gritando “¡Chiíes, chiíes!”.

Hezbollah y Amal, dos formaciones chiíes que libraron duras batallas entre ellas en la década de 1980 pero ahora son aliados cercanos, acusan a Fuerzas Libanesas — un partido cristiano que tenía una potente milicia durante la guerra civil (1975-1990) — de abrir fuego primero. Fuerzas Libanesas lo niega y culpa de la violencia a la incitación por parte de Hezbollah a sus seguidores contra el juez Tarek Bitar, quien está al frente de la investigación sobre la explosión.

Los dos bandos se enfrentaron durante horas demostrando una vez más que los libaneses deben elegir: justicia y responsabilidad, o paz civil.

Para muchos, esto puso de manifiesto el motivo por el que Líbano está atrapado en la encrucijada actual.

“Ellos instigan a la gente entre sí y después se sientan en una mesa todos juntos para cerrar acuerdos", dijo Hanan Raad, cuya cuñada falleció en las balaceras del jueves. Madre de cinco hijos, Mariam Farhat fue alcanzada por un francotirador cuando estaba sentaba cerca del balcón de su departamento, en su segundo piso, explicó su familia el viernes.

La investigación sobre lo sucedido en el puerto está en el centro de las últimas tensiones, así como la cultura de la impunidad por la que el poder judicial libanés nunca ha perseguido a quienes ostentan el poder, a pesar de la corrupción y los delitos generalizados.

Eso fue así hasta que la explosión de agosto de 2020 en el puerto de Beirut atrajo la atención internacional sobre la corrupción y negligencias detrás del incidente. En los días posteriores al incidente, se hicieron públicos documentos que indicaban que varios políticos de alto nivel y jefes de seguridad sabían que había cientos de toneladas de nitrato de amonio, una sustancia altamente inflamable, almacenadas de forma poco segura en un almacén portuario y no hicieron nada al respecto.

Los asediados políticos, enfrentados por casi todo lo demás, cerraron filas para socavar la investigación.

Políticos rivales como el exprimer ministro Saad Hariri; el líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah; el presidente del Parlamento, Nabih Berri, y varias figuras religiosas lanzaron una campaña para desacreditar a Bitar, acusándolo de ser parcial.

Cuando el magistrado, de 46 años, comenzó a citar a los funcionarios, éstos emplearon su inmunidad parlamentaria y varios recursos legales para evitar declarar.

Desafiante, el juez emitió órdenes de detención incluso para los exministros de Finanzas y Obras Públicas, ambos miembros de Amal y estrechos aliados de Hezbollah.

Ahora, los enfrentamientos callejeros del jueves arrojan más dudas sobre el futuro de la pesquisa y sobre si Bitar puede seguir al frente.

“Estamos lidiando con una nueva ecuación: o Tarek Bitar se va, o el país se arruina", señaló Youssef Diab, un analista político. “Estamos ante esta nueva y peligrosa ecuación".

Los partidos integrados en el sistema han trabajado de forma colectiva para bloquear cualquier oposición seria y los intentos de reforma que pudiesen afectarles, según los observadores. Han obstaculizado una auditoría forense del Banco Central, una demanda clave de la comunidad internacional para restaurar la confianza en la nación de Oriente Medio azotada por las crisis, y protegieron al gobernador de la entidad, quien enfrenta cargos por corrupción en Suiza y Francia y acusaciones internas de mala gestión.

El sistema sectario de reparto de poder en el país ha resultado ser imposible de derribar. Las protestas han sido reprimidas. Los señores de la guerra se han proclamado los protectores de su secta, concediendo favores a sus seguidores.

Una revuelta contra el statu quo significaría romper con la red de patrocinio sectario, cultivada por la élite gobernante y de la que se benefician muchos ante una población divida. Muchos políticos libaneses tienen un gran número de seguidores, incluso acérrimos. Se apuran a culpar a otras facciones de los innumerables problemas y avivan el temor entre sus seguidores a que otra seca pueda lograr más poder que la suya.

FUENTE: Associated Press

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