WASHINGTON (AP). En materia de corazones, Taneal Wilson se ganó la lotería.
Una bomba pequeña implantada para mantener con vida a este individuo de 31 años el tiempo suficiente para un transplante cardiaco ayudó a que su corazón enfermo se recuperase totalmente.
Sólo unos cuantos pacientes afortunados se libran de la dependencia de esos implantes luego de que sus corazones pueden trabajar nuevamente por su cuenta. Como multiplicar esos éxitos es uno de los mayores desafíos de la cardiología, mientras se ensaya una nueva generación de bombas.
"Por qué su corazón se recuperó y el de la siguiente persona no lo hizo, eso no lo sabemos", dijo el doctor Steven Boyce, el cirujano de Wilson en el Centro Hospitalario Washington.
Los médicos han comenzado a acompañar bombas cardiacas con dosis altas de medicamentos con la esperanza de que una terapia más agresiva contraerá los corazones agrandados lo suficiente como para evitar un transplante, o al menos permitir a los pacientes sobrevivir más tiempo sin éste.
En algunos hospitales de Estados Unidos y Gran Bretaña también están probando un fármaco experimental tipo esteroide en pacientes con bomba cardiaca que podría hacer que se reconstruya el músculo cardiaco.
Expertos reunidos por el Instituto Nacional de Salud urgieron recientemente a probar bombas cardiacas en pacientes que no están tan enfermos, en lugar de reservarlas para gente al borde de la muerte, como hacen actualmente los doctores.
Para entonces, "probablemente hemos dejado pasar la oportunidad" de recuperación, dijo el doctor Lyle Joyce, de la Universidad de Minnesota, parte del primer estudio para ver si la bomba VentrAssist, sucesora de la Ventracor, funciona mejor en los pacientes no tan enfermos.
Esos estudios son importantes. Las insuficiencias cardíacas están en aumento y los corazones de millones de pacientes no pueden bombear adecuadamente debido a la avanzada edad, infartos u otros problemas.
En la mitad de los casos, los médicos ni siquiera pueden determinar la causa del problema, como sucedió con Wilson, quien pasó de un estado saludable a uno casi comatoso en cuestión de semanas.
Medicamentos y ciertos marcapasos ayudan. Dispositivos de asistencia ventricular izquierda, o LVAD por sus siglas en inglés, permiten ganar tiempo haciendo el trabajo del ventrículo izquierdo: bombean sangre propulsados por baterías especiales en un paquete cargado a la cintura.
Las primeras bombas cardiacas eran demasiado grandes para muchos pacientes y se desgastaban rápidamente. Duraban en el mejor de los casos poco más de un año.
No hace mucho, la Administración de Medicinas y Alimentos aprobó un mini LVAD, el HeartMate II de Thoratec Corp., que es considerado más seguro y, al tener menos partes móviles, debería durar más.
Ahora vine una tercera generación de LVADs que los médicos esperan duren cinco años o más porque sólo tienen una parte móvil. Entre ellos están el VentrAssist, que ya inició las pruebas en Estados Unidos, y una bomba de HeartWare Ltd. _cuyas pruebas iniciarán pronto_ más pequeña y más fácil de implantar.
Dejar descansar al corazón puede generar una revitalización notable. Aproximadamente una tercera parte de los pacientes con LVAD tienen una mejoría significativa en la función del músculo cardiaco, convirtiéndolos en mejores candidatos para transplante, dice el doctor Simon Maybaum, del Centro Médico Montefiore de Nueva York, quien encabezó el estudio más importante realizado hasta la fecha sobre esos aparatos.
Pero rara vez los pacientes se recuperan tan bien como Wilson, cuya bomba cardiaca fue retirada quirúrgicamente el 17 de junio, 10 meses después de su implante, debido a que su corazón está funcionando nuevamente con normalidad.
Entre un cinco y un nueve por ciento de los portadores de LVAD logran dejar la dependencia en el aparato, aunque algunos de ellos sufren recaídas. Boyce pospuso durante meses el retiro del dispositivo de Wilson para asegurarse lo más posible que su corazón latiría sin ayuda.
"Esta es una segunda oportunidad que Dios me dio", dice Wilson. "Yo le decía a los médicos todos los días, 'tengo dos hijos. Necesito ir a casa con ellos'".
Wilson era un supervisor de una cuadrilla de mantenimiento escolar acostumbrado al trabajo físico cuando repentinamente tuvo dificultades para respirar.
Pasó semanas en cuidado intensivo antes de que Boyce pudiera implantarle un HeartMate II, el único LVAD suficientemente pequeño para su pecho.
Wilson debe cambiar las baterías cada tres o cuatro horas. Pero ya se acostumbró e incluso se anima a salir de su casa y reunirse con sus amigos en los sitios de siempre.
"Mis amigos llevan baterías. Yo me siento y disfruto, igual que los demás", declaró.