Uno los ve y de algún modo lucen raros: Lucy y Ricky, Fred y Ethel, se mueven por escenarios familiares en "Yo amo a Lucy". Pero se les ve como más sustancia, lucen más reales. Y es que esta vez el clásico televisivo en blanco y negro es presentado a color.
Fred, elegante con su saco de lana marrón claro. Ethel con un resplandeciente vestido de Navidad morado. Los muebles y alfombras en el apartamento de Ricardo ya no son gris y gris oscuro, sino azul y malva sutil. Y Lucy, bueno, Lucy está hecha como siempre un caos, con una diferencia clave: su cabello rojo, al que se hace referencia una y otra vez en la popular serie de los años 50, es inevitable, asertiva e innegablemente, rojo.
Con el "Especial de Navidad Yo Amo a Lucy" ("I Love Lucy Christmas Special"), que se transmitirá el viernes a las 8 p.m. hora del este (0100 GMT del sábado), CBS se aventura coloreando digitalmente dos episodios de un programa de TV que, quizás más que cualquier otro de su época, ha mostrado a través de los años cómo era la vida en Estados Unidos en la década de 1950. Los episodios, dice la CBS, "fueron coloreados con un estilo antiguo, un visto bueno al periodo de los 50 en el que se filmaron los shows".
Y esto, claro, despierta esas dudas que suelen aparecer cuando la tecnología nos permite inyectarle color a la bruma otrora blanco y negro de nuestra historia cultural: ¿mejora las cosas? Y, ¿debemos hacerlo?
La inyección de color ha estado de una forma u otra presente desde las primeras fotografías y las primeras películas, pero nunca había sido tan sofisticada. Ahora, gracias a algoritmos digitales, piezas de la cultura popular en blanco y negro pueden presentarse de maneras completamente nuevas y recibir elogios y críticas.
Esto crea dos efectos inevitables en las imágenes: lucen más vivas, pero se alejan de las originales.
"Al ponerle color a 'Yo amo a Lucy' hay un esfuerzo por recrear este mundo polícromo, brillante y deslumbrante de los autos enormes de la década de 1950, que existió en parte pero que también está idealizado en la memoria", dijo Regina Lee Blaszczyk, autora de "The Color Revolution", una revisión al modo en que se les vendió el color a los estadounidenses en los siglos XIX y XX.
"Estamos tratando de recrear esta cultura visual que en realidad nunca existió", dijo.
Todo tipo de cosas que nunca existieron han entrado al ámbito de lo visual en los estos últimos años de aceleración tecnológica. Vivimos en una era en la que las imágenes viejas se pueden volver imágenes nuevas y viceversa.
Por cada fotografía coloreada de un ruso de principios del siglo XX o de un trabajador de la era de la depresión que se hace viral en internet y hace que el pasado parezca actualidad, hay miles de fotografías desvanecidas, filtradas y rayadas en servicios por internet como Instagram que hacen que la actualidad luzca como recién salida del pasado. Entenderlo todo, o crear una alfabetización visual para una cultura de manipulación digital, puede ser todo un reto.
Dana Keller, una especialista en poner color a fotografías históricas, le ha agregado tonos a las imágenes de Lincoln, Amelia Earhart y la caída del Hindenburg, entre otras. Los resultados son impactantes. Su uso del color obliga a pensar que los objetos son más tangibles y de alguna manera menos distantes.
"Cuando está a color es más fácil decir, 'estas son personas reales, viven vidas como la mía''', dijo Keller. "Es una oportunidad para que otra gente lo vea de una nueva manera y se sienta un poco más cerca; es agregarle algo, no reemplazarlo".
De hecho, si uno creció viendo "Yo amo a Lucy" durante su transmisión original o en las eternas reposiciones durante las décadas de 1960, 70 y 80, ver los dos episodios a color de "Lucy" es una experiencia singular. Es como ajustar la vista en Oz una vez que Dorothy llega de Kansas.
Hay cosas que saltan a la vista y llaman la atención. La corbata de Ricky, con sus destellos de rojo, lo hace ver aún más galán. Los muebles coloreados hacen sentir que uno podría estar en su propia casa y no en un estudio de televisión o en un planeta distante llamado pasado. Y cuando Lucy pisa uvas en un viñedo en el episodio clásico "La película italiana de Lucy ", la yuxtaposición de la mezcla morada con su cabello rojo hace que el personaje parezca aún más alocado de lo que ya era.
Pero a otros como los fallecidos críticos de cine Roger Ebert y Gene Siskel no les gustaba que le pusieran color a películas en blanco y negro. En un programa de 1986 titulado "Hollywood's New Vandalism", lamentaron los acuerdos para colorear clásicos como "Qué bello es vivir", "Altas sierras" y "El halcón maltés" pese a las objeciones del Sindicato de Directores de Estados Unidos.
"Aquellos que agregan color parecen sentir que hay algo que le falta al blanco y negro, como si la película estuviera de alguna manera discapacitada por no tener color", dijo Ebert.